viernes, 16 de mayo de 2014

LOBO DE LLUVIA de DUFAUX y PELLEJERO

"Lobo de Lluvia" de Dufaux y Pellejero, edita Astiberri desde el blog de FLorentino Flórez
Astiberri, 2014 
128 páginas, 22 euros 

CRUZANDO LA LÍNEA


El western parece gozar de mejor salud en Europa que en el continente donde se originó.
Sobre todo si nos atenemos a los productos que se traducen por aquí. Nada sabemos del Río de Wildey, ni del Zorro de Yeates, ni de ninguno de los westerns revisionistas de Jackson. Así que quizás en los USA se estén publicando maravillosos comics del oeste que nos estamos perdiendo, pero lo dudo. Hace ya muchos años que el género entró en declive y los sucesivos intentos de crear nuevos personajes o reanimar los ya existentes se saldaron con un fracaso tras otro.


En Europa sin embargo el tema sigue capturando la imaginación de los autores. En ocasiones, desde posiciones tan clásicas y respetables como las que encontramos en series italianas como Ken Parker o Tex. Recientemente pudimos disfrutar con la edición integral de dos obras maestras del mercado franco-belga, Comanche de Greg y Hermann y Jerry Spring de Jijé. Sin olvidar a Blueberry, que Giraud mantuvo en marcha hasta su fallecimiento, ni al Lucky Luke de Goscinny y Morris, la saga que de forma más sistemática ha repasado todos los tópicos del Oeste.

Hoy en día son numerosas las obras que abordan el género desde diferentes ópticas y fechas. Historias de los primeros momentos en el este; otras dedicadas a mitos como Calamity Jane, que protagoniza una abultada novela gráfica; tebeos con el oeste como fondo para alguna pajarada de ciencia ficción y otros que denuncian por enésima vez las tropelías de los blancos contra “los seres humanos”. Como a ningún autor le gusta repetirse, cada vez son más quienes transitan territorios que hasta ahora nadie se había atrevido a hollar.

Es el caso de Deadline, con un vaquero sudista y gay. Conocemos otras incursiones de Rossi, el dibujante, en el mismo género, como W.E.S.T. o Jim Cutlass. Para recordar esa primera vista general de la prisión casi al inicio del relato, o sus numerosos paisajes, donde se recrea en los juegos de luces entre árboles y demás objetos. Es muy importante la relación del dibujo con el color, posiblemente lo mejor de este producto. Visualmente se disfruta sin problemas, otra cosa es la historia, que nos traslada desde la guerra civil hasta los tiempos de los buscadores de oro. El protagonista debe enfrentarse a un origen realmente perturbador, la muerte de sus padres a manos de una banda de forajidos negros. Es educado por un abolicionista que también tiene un fin trágico. En mitad de la guerra se enamora de un prisionero de color que acaba degollado por los compañeros de armas del desesperado héroe. Ahí se inicia un largo peregrinar a la busca de la propia identidad. Con episodios tan chuscos como aquel en que obliga a una chica negra a vestirse como su amado muerto para poder mantener relaciones con ella. También habrá tiempo para una dilatada venganza y algunas cosas más. Un envoltorio bonito para una historia demasiado melodramática, increíble y forzada.

Más interés tiene Lobo de Lluvia, la primera colaboración entre Dufaux y Pellejero. Al guionista francés, que lleva años escribiendo para Ana Miralles la serie Djinn, lo conocimos en Jessica Blandy, una saga muy interesante pero cuya calidad no alcanzó en posteriores obras. Así que me acerqué con no pocos recelos a este western, compuesto por dos álbumes que en España se editan en un bonito volumen único. Pellejero nunca decepciona, su color se adapta con eficacia a las nuevas herramientas digitales y su línea se mantiene elegante y contrastada. Construye grandes perspectivas, se recrea en paisajes y personajes y su narrativa es tan firme y fluida como siempre. Es uno de los grandes.

Otra cuestión es qué guiones ilustra. Dufaux maneja un material clásico donde el aficionado fácilmente identificará referencias, sentimientos, pasiones y hasta geografías de películas como la magistral Duelo al sol (1946) de Vidor, la maravillosa Horizontes de grandeza (1958) de Wyler o incluso aspectos de Los que no perdonan (1960), de Huston. Diría que es a esta última a la que más se aproxima el guionista galo, no en cuanto al argumento pero sí respecto a la cosmovisión. La mirada del guionista sobre el comportamiento humano suele ser muy negativa. Todos somos unos crueles hijos de puta, brutales y sin esperanza de redención, sólo la lucha por el poder importa. Lo que tiene una positiva consecuencia, igualar las posiciones de indios y blancos. Nos topamos con las consabidas raciones de blandenguería bienintencionada pero enseguida se olvida de ello para equiparar a civilizados y salvajes en una única y bestial lucha por la supervivencia del más sanguinario. Sorprendentemente nos presenta a varios personajes bastante positivos, casi ingenuos. Muchos de los protagonistas son nobles y mantienen la palabra dada, buscando el acuerdo y el respeto mutuo que aleje el conflicto, tanto indios como vaqueros.
Los escenarios y estereotipos son tradicionales, familias enfrentadas, empresarios del ferrocarril contra granjeros, ricos y pobres, indios o blancos, una dialéctica de la oposición de tintes casi bíblicos. Sumen a eso unos héroes que realmente merecen tal nombre, que no se resignan ante su destino y capaces de amar con generosidad. El resultado es un producto que busca emocionarnos saltando de lo íntimo a lo épico, un intento realmente ambicioso y casi chocante viniendo de alguien habitualmente más cínico como Dufaux. Lo consigue a medias. El dibujo es irreprochable, en el desarrollo hay elementos algo impostados aunque el tono general es muy interesante.