112 páginas, 16 euros
LAS BRUJAS DE WESTWOOD
El Torres vuelve con otro relato de terror. En este caso se trata de un aquelarre de brujas dispuestas a probar (¡otra vez!) que los mayores horrores se agazapan en lugares muy cercanos.
El Torres es un caso peculiar. Un guionista español que trabaja para el mercado americano, una excepción en un territorio donde reinan los dibujantes. Si ya es casi habitual que nuestros artistas gráficos se encarguen de los más conocidos superhéroes, son muy contados los escritores capaces de saltar las barreras culturales e idiomáticas y establecerse en la industria americana. Él lo ha conseguido con cuentos de horror que interesan a públicos globales. Más allá de la evidente popularidad de los géneros que transita, cabe subrayar su talento para contar historias que nos enganchan, llevándonos de una secuencia a la siguiente sin darnos apenas respiro.
En este relato clásico de brujas no espera a que nos situemos, ni nos presenta a sus personajes, ni se toma su tiempo para sugerir un clima, ni nada por el estilo. En la primera escena cortan a un tipo en pedacitos, convocan al demonio, que se muestra en una de sus manifestaciones más clásicas y luego se comporta como cabría esperar: de forma engañosa y brutal. Eso en las seis primeras planchas. Luego pasa al héroe de la historia, un guionista de Hollywood que ha triunfado con una novela al estilo Crepúsculo y que no parece nada satisfecho con su vida. La muerte de su hermano le hace volver al pueblo de su infancia donde ¡oh, sorpresa! viven las brujas.
A partir de ahí El Torres nos ofrece algo así como una parodia de Mujeres Desesperadas, con las brujas en lugar de las histéricas amas de casa de la insoportable serie. El argumento también tiene ecos del clásico de Ira levin Las poseídas de Stepford, que no hace tanto era adaptado al cine en una mediocre versión de Frank Oz. Como allí, pero invirtiendo los papeles, notamos que las mujeres de Westwood guardan un secreto y que sus maridos no son lo que parecen.
Estamos en una historieta de horror moderna y por supuesto no tarda en llegar la sangre y la destrucción. Lo que ocurre es que El Torres es lo bastante listo como para dar constantes giros a su argumento y desviarlo de sus premisas iniciales hasta alcanzar terrenos casi metalingüísticos. No quiero asustar a nadie ni desvelar el final. Baste decir que se reflexiona sobre el poder de la memoria y la creación literaria, que nunca se pierde de vista que esto es un relato de género, con unas normas que son respetadas y que su desenlace quizás no satisfaga a todos pero no se puede discutir que el guionista ha intentado jugar con nosotros y confundirnos en todo momento, como es su obligación.
Le acompañan dos dibujantes que cumplen con su labor, con una gama de color adecuadamente siniestra y la consabida paleta de texturas y recursos gráficos que acaban de aportar el necesario toque morboso. Destacaría las planchas de Ángel Hernández, con un dibujo un tanto vaporoso en los acabados pero de factura clásica y muy elegante, contenido pero potente. Para no perderse el texto que escribe el guionista al final del volumen, donde cuenta cómo recibió una carta de una verdadera hermandad de brujas, muy ofendidas tras la publicación del primer episodio en los USA. Después de leer la misiva todo empezó a salir mal, hasta el punto de que se plantearon interrumpir la miniserie. En fin, no creo que este trabajo sea tan redondo como El bosque de los suicidas pero es otra buena muestra del talento de El Torres. Yo seguiré comprando todo lo que publique.