Dos comics de autores jóvenes que abordan asuntos dispares. Zapico nos cuenta el descubrimiento del Pacífico por parte de Núñez de Balboa, mientras que Pinya y Busquets bromean sobre los problemas de una novelista cuya obra es adaptada al cine.
El otro mar
Alfonso Zapico
Astiberri, 2013.
56 páginas, 14 euros.
En “El otro mar” el tono es solemne, trágico, ajustado a los hechos. Acompañamos al conquistador en su cruenta odisea, compartimos sus dudas y desgracias, sus fiebres y delirios pero también su fugaz momento de triunfo. Ya lo he comentado en anteriores ocasiones: alguna maldición persigue a los relatos del descubrimiento de América (“conquista” para los políticamente correctos). Si los norteamericanos han sabido construir con su avance hacia el oeste una mitología compleja y muy fructífera en términos tanto morales como estéticos, en el sur no hemos tenido tanta suerte. Estoy convencido de que enfrentarse a los cheyenes era tan aburrido como luchar contra los caciques de Nueva España. Pero de alguna manera en USA se ha elevado esa lucha a la categoría de género, con unas reglas perfectamente definidas y escenarios y personajes en constante renovación y que consiguen estremecernos. Muy al contrario cada incursión en las hazañas de nuestros adelantados se salda con un nuevo fracaso creativo, casi como si una maldición persiguiera a los descendientes de aquellos chiflados con armadura. Lo de Zapico no es “El Dorado” de Saura, pero se aleja de la calidad de sus anteriores trabajos. El problema es el tema. Conquistador cabezota que avanza matando indios, le llueve mucho encima, el clima y la selva merman sus fuerzas y las de quienes le acompañan, todo acaba mal. Ya lo hemos visto tantas veces y nos hemos aburrido tanto en el pasado que apenas podemos disfrutar de los intentos del autor por introducir cierta variedad en la historia. Me gusta su mar de muertos y sus diálogos están bien escritos, es un tebeo correcto, pero poco más. Tiene ese sabor de trabajo de encargo, realizado con más profesionalidad que pasión.
Adaptación
Josep Busquet y Tomeu Pinya
Edicions de Ponent, 2013.
82 páginas, 17 euros.
Con Busquet y Pinya volvemos al presente en una trama con un tono de farsa próximo al de ciertas ficciones televisivas. El dibujo se ajusta a lo narrado y adelanta por dónde van a ir los tiros. Se fuerza la gestualidad de los protagonistas, que sobreactúan con gran despliegue de gestos faciales y corporales. Pinya ha ido limpiando y simplificando su trazo, que en ocasiones exhibe una deliciosa y modulada línea de contorno. Aunque a veces también esa aparente velocidad se traduce en fondos descuidados y de aspecto excesivamente abocetado. Atendiendo a lo que pagan los editores españoles se explica esa voluntad de rellenar páginas con la mayor economía de medios posible, pero quizás en algunas planchas podía haberse detenido más. En todo caso cumple con su papel en una obra donde lo que más chirría es el guión. El tema es tan viejo como la pérdida de la inocencia y la ambigüedad de los procesos creativos. Una novelista ve publicada su primera obra y toda una vida después se descubre atrapada en el mismo pueblo y la misma rutina. Pero todo eso va a cambiar cuando una caricatura poco disimulada de Almodóvar decide adaptar esa novela al cine. Se llevan a la protagonista a la ciudad, donde descubre que en la gran pantalla va a quedar bien poco de su trabajo original. La sorpresa viene al final, que no desvelaré, pero sí anticipo que no se ajusta a las expectativas que una historia como ésta puede despertar. Todos recordamos obras maestras como “Cautivos del mal” o “Dos semanas en otra ciudad”, las dos aproximaciones de Minnelli al asunto. En ellas se dramatizan los conflictos entre los intereses creativos y comerciales y el problema del control estético o la toma de decisiones. Es un asunto jugoso y que se presta a muchas lecturas. Habitualmente se aborda de manera seria y hasta trágica, aunque es perfectamente lícito que Busquet y Pinya intenten una aproximación más humorística. La cuestión es qué se hace o adónde se pretende llegar con ese enfoque. No consigo verlo. Apenas se desarrolla el personaje de la heroína, anclada en los tópicos de “autor que protesta”, y otros comparsas como el director, el agente o los editores, son también bastante planos. No es muy divertido y la sobreactuación de los personajes resulta cargante. Finalmente, el recorrido personal de la novelista es forzado y poco visual, con esa transformación personal que supone un cambio demasiado abrupto respecto a su comportamiento anterior. Un guión precipitado y poco memorable.