viernes, 13 de diciembre de 2013

K.O. EN TEL AVIV de A. HANUKA

K.O. en TEL AVIV  de Asaf Hanuka, edita Ponent Mon desde el blog de Florentino Flórez
Ponent Mon, 2013.
100 páginas, 24 euros

¡FELIZ HANUKA! 


Una agradable sorpresa firmada por un dibujante judío cuyo estilo nos recuerda, entre otros, al talentoso Kevin Nowlan.


El volumen agrupa las historietas autoconclusivas y autobiográficas que lleva años publicando Asaf Hanuka en su blog y en un periódico de Tel Aviv. Lo de “autobiográfico” es relativo ya que, aunque Hanuka nos pasea por su vida cotidiana, conocemos a parte de su familia, su mujer y su hijo, su trabajo y otros aspectos de su actividad, todo esto se entremezcla con emergencias oníricas, con exageraciones y lecturas surrealistas de la realidad hasta convertir lo habitual en algo completamente distinto y anómalo.

También cabe recordar que en ocasiones sustituye la narrativa de comic, la página fraccionada en viñetas, por una ilustración o imagen única donde demuestra su capacidad para el dibujo. Como ya he dicho, su estilo realista puede recordar en ciertos elementos a la obra de Nowlan, pero luego adereza esa base clásica con distorsiones constantes y unos acabados frescos y de aspecto moderno en su trazo rápido y su color digital. En su superficie el álbum no decepciona, es un gran despliegue visual y constantemente encontramos imágenes donde el talento artístico de Hanuka queda patente.

Quizás los contenidos son algo más irregulares, aunque adelanto que el balance final es positivo. En su conjunto es un volumen interesante y un buen regalo de cara a las cercanas fiestas navideñas.
viñeta de K.O. en TEL AVIV  de Asaf Hanuka, edita Ponent Mon desde el blog de Florentino Flórez
Yendo al detalle podría decirse que se toma tiempo en despegar. Entendemos su intención, esa voluntad de mezclar el realismo con otras aproximaciones más disparatadas, que van de lo infantil a lo paródico, pero le cuesta dar con un tono propio. Personalmente empieza a convencerme con algunas de las planchas donde interactúa con su hijo. Por ejemplo, la del parque con el papá convertido en protector halcón o la del crío llorando a la puerta del colegio. Son momentos emotivos en los que abandona su habitual cinismo para transmitir verdadera ternura. Es cierto que nunca deja completamente de lado una ironía muy afilada, lo que por otro lado le permite no caer en la blandenguería. Pero sí que se pone sentimental y hasta emotivo cuando toca. Por supuesto, además de su vida familiar se nos muestra el día a día en una ciudad como Tel-Aviv, con sus conflictos y sus amenazas constantes. Planchas como la titulada “Noticias de última hora” transmiten de manera efectiva esa proximidad al horror que puede destruir en cualquier momento nuestras ordenadas vidas.

También nos habla de su hermano gemelo, de las peleas y reconciliaciones con su mujer, cuenta anécdotas de su pasado y se mofa de todo y de todos. Esa mirada crítica es en general refrescante aunque a veces le lleva a afirmaciones quizás poco meditadas. Cuento “Un buen judío” entre sus páginas menos afortunada. Comenta cómo le cuesta compartir la pena por el holocausto, incluyendo un chiste sobre Ana Frank. Su disculpa es que cuando sus abuelos emigraron de Irak a Israel “los llevaron en vagones de carga a los campos de refugiados en Israel”. No niego los errores del estado judío pero ese dato debe ser valorado en su contexto. Como nos recuerda Johnson, entre 1948 y 1967 el gobierno israelí acogió a muchos refugiados judíos: 252.642 de Marruecos, 13.118 de Argelia, 46.255 de Túnez, 34.265 de Libia, 37.867 de Egipto, 4.000 del Líbano, 4.500 de Siria, 3.912 de Adén, 124.647 de Irak y 46.447 del Yemen. “Con un total de 567.654 personas, los refugiados judíos de los países árabes no formaban, por lo tanto, un grupo sustancialmente menor que los refugiados árabes expulsados de Israel”. La diferencia es que, como reconoce Hanuka que les pasó a sus abuelos, fueron rápidamente asimilados y reasentados, mientras que los refugiados árabes se mantuvieron en campamentos, con las consecuencias por todos conocidas.

Patinazos aparte, el autor firma varias planchas realmente brillantes, como la contenida “El coste de la vida”, la tierna “El mundo es un pañuelo” o la “Revisión de la vista”, un intenso chispazo biográfico, donde aúna con sutileza el drama y el humor. Repito: sin duda irregular y hasta irritante, pero también emocionante y recomendable.