Panini Comics, 2013.
168 páginas, 25 euros
ETERNOS CAMPOS DE FRESAS
Los amantes de los Beatles sin duda disfrutarán con este volumen dedicado a Brian Epstein. Pero la historia que se nos cuenta debería de interesar a muchos otros lectores. En realidad los Beatles son parte del escenario del relato. Yoko aparece en una viñeta y John y Paul apenas protagonizan dos conversaciones. Ringo y George casi no tienen diálogos. Esta novela gráfica se concentra en su primer manager, una figura tan peculiar como el propio grupo, con una vida intensa que consumió con rapidez.
Falleció con poco más de treinta años, agotado por una combinación de fármacos y estrés. Como en toda biografía de adicto a las sustancias estupefacientes, el final es un poco reiterativo y previsible pero al menos los autores no se regodean en la decadencia y concluyen la historia con la mayor rapidez posible.
Por el camino es mucho lo que se nos ofrece, empezando por un dibujo delicioso y notable que reconstruye la época con precisión y se vuelca en constantes homenajes gráficos a un momento especialmente inventivo en el terreno visual. Hay dos elementos que chirrían en esa excelente puesta en escena. Por un lado la irrupción de Kyle Baker, que firma el episodio filipino. Supongo que se ofreció a echar una mano por asuntos de plazos de entrega, pero su estilo choca frontalmente con el tono que domina el álbum y supone un gran escollo para la narración. Por el otro la manía de Robinson, el dibujante que se encarga del grueso del trabajo, de caracterizar a todos los personajes con una sonrisa en la cara. Va bien en el caso de Epstein y los Beatles, que transmiten una contagiosa simpatía. Pero acaba siendo un tanto cargante cuando vemos que es un rasgo universal, del que apenas se libran los más malos de la historia. Pero aparte de esto podemos disfrutar sin cortapisas de un sofisticado grafismo. Robinson mezcla sin prejuicios unos originales coloreados en parte con técnicas tradicionales con toda su artillería digital. Sus figuras tienen siempre un aire de maniquí que las vuelve encantadoras, maneja muy bien el color y apenas hay dos páginas similares ya que su estructura de viñetas es cambiante e imprevisible.
Si gráficamente el libro es muy satisfactorio, el guión también contiene momentos brillantes. Empezando por la descripción del protagonista, ese Epstein decidido a llevar a los Beatles a lo más alto. Gran parte de la historia se dedica a aspectos económicos, de marketing, a la construcción de la imagen de marca que son los Beatles, a los medios empleados por su agente para conseguir que el mundo se fije en ellos. Por el camino se entremezclan sus propias luchas personales y sentimentales. Epstein era gay en un momento en que proclamar tal condición era ilegal. Así que también se nos habla de la lucha por el reconocimiento de unos derechos que más de medio siglo después todavía provocan controversias. Desde luego la situación actual es mucho mejor que la que se nos describe en los sesenta, al menos en las democracias occidentales, por supuesto. Considero que una de las zonas más débiles del volumen atañe a la relación de Epstein con su “cowboy de medianoche”, un chapero de Nueva York del que se enamora y que le va a chantajear. El niño malo apenas escapa a los clichés habituales, lo que no ayuda al relato.
Pero da igual. La visualización es excelente, lo que se nos cuenta es relevante, los personajes tienen chispa y los aspectos empresariales y sentimentales están entretejidos con corrección. No es una historia redonda y hay pasajes en que se empasta innecesariamente, pero sí una obra valorable y a la que deberían echar un vistazo. Otro bonito regalo para Reyes.