Diábolo Ediciones, 2012.
66 páginas, 15,5 euros.
DEL CINE AL COMIC
Coincidiendo con el estreno de la última película de Ridley Scott, vuelve la adaptación al cómic del primer Alien, en esta ocasión respetando el color original.
La relación entre cine y comic es tan vieja como ambos medios. Aunque en los últimos años nos suenan más los proyectos cinematográficos que se inspiran en personajes de comic, siempre han abundado los préstamos de un lenguaje al otro. La Guerra de las galaxias generó larguísimas series de tebeos, además de las adaptaciones de los filmes originales, algunas firmadas por gente con tanto talento como Al Williamson. El mismo autor puso su trazo al servicio de la tira de prensa de Star Wars durante años. Dark Horse, la editorial encargada de estas franquicias, basó su primer desarrollo en esa relación con el mundo del cine, facturando relatos protagonizados por personajes tan conocidos como James Bond, Predator, Terminator o Alien.
Pero este fenómeno no se inició en los ochenta. Muy recordadas son también las adaptaciones de la Dell, en las que participaron autores tan grandes como John Buscema, Alex Toth o Gil Kane. Muchas de esas traducciones apenas tenían que ver con el original, pero a nadie le importaba. De hecho, los actores más populares como John Wayne, llegaron a tener su propia colección de comics. Era lógico suponer que lo que funcionaba y era comercial en un medio funcionara en otro, aunque no siempre fue así.
Respecto a este Alien que ahora se reedita, debe subrayarse la calidad de sus creadores. Archie Goodwin, encargado del guión, es uno de los escritores más brillantes del comic americano y son incontables los ejemplos que prueban su talento. En cuanto a Walter Simonson, el dibujante, es uno de los artistas más potentes de los últimos cincuenta años. Curiosamente su habilidad con el dibujo es aparentemente limitada y sus figuras, por ejemplo, pueden resultar torpes, con tendencia al estatismo. Pero domina el ritmo y la puesta en escena, es uno de los grandes renovadores de la arquitectura visual de las planchas desde los ochenta y algunas de sus obras, sobre todo Thor pero también otras como Elric, son clásicos absolutos. En ellas se hacía además cargo del guión, demostrando su humor y también su capacidad para el drama épico.
De Alien nos quedamos con su Ripley, esa Sigourney Weaver que luego emplearía en Thor, aplicando los rasgos de la actriz al personaje de Sif, la eterna novia del héroe. Lo novedoso en esta reedición es la recuperación del color original, escamoteado en la anterior edición en español a cargo de Bruguera. Recuerdo al dibujante revisando el volumen durante su estancia en Oviedo, adonde había sido invitado por el Salón del Comic. Hacia el final, la explosión de la nave ocupa toda una página. En la versión de Bruguera la cosa se resumía en tres aros de colores primarios y casi planos. Walt no daba crédito a sus ojos. “¡Pero si yo estuve una semana dándole al aerógrafo para fabricar esta explosión, peleándome con los degradados!”. Lo cierto es que ahora que por fin podemos asomarnos a la versión original, creo que puede decirse que no es para tanto. La explosión es quizás algo más detallada pero no deja de ser una más de las innumerables horteradas de horrendos colores que se fabricaron con el aerógrafo, diabólico cacharro que gracias a Dios ha pasado a mejor vida. Pero todo el color está construido con procedimientos que eran habituales a finales de los setenta, predominando las acuarelas y cierta sensación de suciedad y oscuridad general. En fin, que está bien: el color directo sigue resultando mucho más agradable que ciertas paletas digitales, pero, para entendernos, Simonson no es Corben con el color.