122 páginas, 19 Euros.
LIBERALES LIBERTARIOS
Cuando empezábamos a pensar que el creador de Buddy Bradley había perdido su chispa nos sorprende con un álbum cómicamente instructivo. Peter Bagge consiguió una sólida reputación en los noventa como digno sucesor de la primera oleada underground. Los “hijos” de Shelton, Crumb y compañía se caracterizaban en general por ser más serios y tétricos que quienes los precedieron. De Burns a Clowes el panorama alternativo exhibía un humor demasiado intelectual y con una clara inclinación hacia lo negro. Hasta que llegó Bagge, demostrando con su serie Odio que se podía hacer crítica social sin dejar de ser tremendamente divertido. Su protagonista Buddy era el espejo distorsionado donde se reflejaban las realidades menos glamurosas de América, un país que se nos mostraba lleno de contradicciones y problemas culturales, laborales y sexuales. Había muy poca autocomplacencia en Bagge y así continuó a lo largo de infinitos volúmenes.
Últimamente su fórmula parecía repetitiva y agotada. Con una tendencia a los diálogos profusos que no ha disminuido con los años, el creador nunca nos brindaba un trabajo menor pero tampoco parecía capaz de salir de sus mundos suburbanos y siempre un pelín cutres. Pero con este recopilatorio demuestra que sigue teniendo una mirada muy afilada y que es capaz de pensar más allá de convenciones y lugares comunes. El mayor problema del volumen es la habitual abundancia de textos. Eso, unido a un formato quizás algo pequeño, acarrea ciertas dificultades de lectura. No intenten zampárselo de un tirón sino en pequeñas dosis y con ganas. Esta es la sabia recomendación que me hizo mi amigo Ramón F. Pérez, que fue quien me señaló esta obra que yo había dejado pasar.
Este conjunto de historietas se publicó inicialmente en la revista Reason y no ocultan su origen periodístico. Son como reportajes o pequeños ensayos sobre temas variados que pueden interesar al público americano. Como español evidentemente algunos me resultan más cercanos que otros. Pero todos tienen su miga. La única alusión a España marca el tono. Bagge observa en una convención de comics varias cosas que llaman su atención: su anfitrión le invita a un porro por la calle, la pornografía se vende al lado de las revistas infantiles… En todos los casos pregunta sobre la legalidad de tales situaciones. La respuesta que recibe es que nada de eso es legal pero a nadie le importa, más o menos. Frente a ese mirar hacia otro lado, su visión del interior de la política estadounidense es un continuo debate. Bandos que apoyan una postura, grupos que defienden la contraria y en medio Bagge, intentando mantener sus posiciones liberales.
Como se sabe hay un grave problema de traducción con la palabra “liberal” según se emplee a un lado u otro del Atlántico. En Estados Unidos es más o menos el equivalente de nuestros progres. Cuando nos venimos a este lado del charco, “liberal” era el término con el que se insultaba a Esperanza Aguirre y lo más cercano al infierno es ser un “neoliberal”. Quizás eso explique que en la traducción de estas historietas se emplee el término “libertario” en lugar de “liberal”. Pero el fondo sigue siendo el mismo. Básicamente un liberal defiende la libertad, especialmente las libertades individuales. Y cree, como Reagan que “el estado no es la solución, es el problema”. Por tanto se trata de mantener la mayor cantidad posible de espacios privados, al margen del estado. Esta visión se traduce en muy poca doctrina y poco habitual. Si normalmente oímos pestes de los grandes centros comerciales, Bagge reconoce que le encantan y enumera sus ventajas. Si todo el mundo bendice el tren como el mejor medio de transporte posible, Bagge explica en qué consiste realmente un viaje en tren.
Es realmente un libro con el que pueden aprenderse muchas cosas, si no permiten que sus prejuicios se lo impida. Y muy cómico, además. No se pierdan el capítulo dedicado al derecho a tener un bazooka.