Simiocracia de Aleix Saló
Debolsillo. Random House Mondadori.
2012. 9,95 euros.
Aleix Saló ha sabido aprovechar las nuevas tecnologías de la comunicación para darse a conocer y facilitar la difusión de su obra. Sin duda recordarán alguno de sus vídeos: primero fue Españistán y ahora llega su Simiocracia.
Se han extendido con ese frenético impulso viral que mueve los fenómenos más populares del ciberespacio. La red les sirve como trampolín desde el que saltar a universos más reales. Ahora convierte esas divertidas animaciones en un volumen donde reflexiona sobre la actual crisis. El modelo no es nuevo, recordemos las aportaciones de Rius o los panfletos de Giménez e Ivá para El Papus. El comic permite contar de forma clara y visual procesos muy complicados de explicar con otros medios.
Saló bromea con temas serios sin perder el rigor ni desenfocar la realidad. Muchas de sus afirmaciones son correctas aunque creo que desbarra en ocasiones, pero el balance es bastante interesante y recomendable. Empieza con un ejemplo tomado del pasado, la crisis del 29 en los USA. Luego viene la parte más débil, una reflexión sobre los medios de comunicación y cómo afectan a nuestra visión de la realidad. En cuanto abandonamos esa sección todo mejora. Se agradece su reconocimiento de que hablamos de asuntos complejos y no de algo que pueda resolverse con cuatro lugares comunes. Explica perfectamente todo el tema del endeudamiento y no se olvida de los verdaderos culpables y cómplices interesados. Hay tortazos para Zapatero, el Banco de España y la clase política en general.
Luego vuelve a patinar con lo del “efecto Guggenheim”, simplificando en exceso un problema complejo. Recupera el hilo comparando a los dirigentes con monos, animales que deben responder a las necesidades de su familia, tribu o clan. El remate final está bien escrito y su descripción de cómo nos alcanza la crisis mundial es impecable aunque elige un héroe equivocado. Si Georges Soros afirma algo, tiendo a suponer lo contrario. Pero le sirve para volver al argumento inicial y terminar con una predicción apocalíptica: si los USA salieron de esa primera gran crisis gracias al esfuerzo bélico de la IIGM, ¿hacia qué conflicto nos dirigimos ahora?
Saló evita muchos de los atajos habituales, busca una explicación racional de lo que ocurre y, sobre todo, una salida de la crisis. Aunque muchos estaríamos de acuerdo con el diagnóstico, sin duda discreparíamos respecto a las causas y las soluciones, que él apenas apunta. El crédito indiscriminado es malo, su anulación también. Admitimos que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades pero no las consecuencias de ese axioma: a partir de ahora deberemos vivir peor. Se habla de austeridad pero se discute quién debe reducir su salario.
Éxito para perdedores
de David Cantolla y Juan Díaz-Faes
Astiberri. Bilbao, 2012.
280 páginas, 22 euros
En el extremo opuesto se sitúa Éxito para perdedores, una novela gráfica cuyo principal reclamo es el guionista David Cantolla, uno de los padres de Pocoyó.
Aunque sus desventuras buscando financiación para la popular serie son conocidas su historia no trata de eso centrándose en un momento anterior, cuando dirigía una compañía punto com que se fue al garete con la primera crisis de Internet. Emplea una estructura temporal curiosa, con constantes saltos hacia atrás que explican su fracaso empresarial empezando por el momento en que se queda sin un duro. Todo comienza con una metáfora poco sutil: ante un naufragio ¿qué cabe hacer? Están quienes esperan que alguien acuda en su ayuda y los que se ponen a nadar con la esperanza de encontrar una salida para una situación que parece no tenerla.
Su relato tiene dos indudables puntos fuertes. Primero su descripción de un determinado momento tecnológico, empresarial y financiero, ese florecimiento de las empresas relacionadas con Internet, cuyas funciones eran en muchos casos dudosas pero en cuyo valor todo el mundo creía. Su crecimiento y sobrevaloración y finalmente su caída, una farsa en tres actos con pasajes cómicos y trágicos. Todavía hoy asistimos a fenómenos similares. Facebook vale mucho pero ¿por qué?
En paralelo los autores deslizan un panegírico de la figura del empresario (¿quién ha sido el imbécil que se ha inventado eso de “emprendedores”?). Cantolla defiende su papel como creadores de riqueza y difusores del conocimiento. Gente con ganas de hacer cosas que ayudan a otros tan creativos como ellos. En este sentido el libro es tremendamente estimulante y hasta pedagógico si me apuran. No es un producto redondo; parte de su odisea financiera, con esos banqueros que primero les animan a endeudarse y luego los dejan en la ruina (¿les suena?), resulta demasiado prolongada y tortuosa; y parte de sus desvaríos zen también. Pero es un tebeo interesante y lleno de inventiva, con situaciones divertidas y sobre todo cargado de energía. Y que nos recuerda un viejo axioma: no basta con repartir la miseria, hay que crear riqueza. Denle una oportunidad, quizás les sirva.