Sins entido, 2012.
150 páginas, 24 euros.
NACIMIENTOS Y MUERTES
Si hace semanas comentaba el retorno de Ramón de España ahora es el turno de su compañero Montesol. Ambos firmaron dos curiosas novelas gráficas en los ochenta, antes incluso de que el término fuese inventado.
Pero Montesol hizo mucho más que ilustrar los guiones de otros. También creó sus propias historias, agrupadas en la desternillante serie “Vidas ejemplares” que todavía hoy constituye un perfecto reflejo de nuestro accidentado viaje hacia la modernidad. Si Ramón de España tendía a la solemnidad y el drama, sin evitar constantes pinceladas de humor, Montesol era abiertamente cómico y sus episodios resultaban frescos y divertidos, además de muy realistas. Les aconsejo su relectura. Inolvidable aquella viñeta de otra de sus series en la que Pascual Maragall, a la sazón alcalde de Barcelona y en pleno subidón olímpico, hacía su entrada en un salón lleno de diseñadores, arquitectos y otras garrapatas de la cosa pública. Brillante el desenfreno de todos los presentes que se lanzaban como impelidos por un resorte hacia el alcalde, mientras intentaban hacerse notar y de paso conseguir algún chollo.
Montesol fue uno de los mejores sino el mejor cronista de ese momento. Luego abandonó las viñetas para dedicarse en exclusiva a la pintura y ahora, más de veinte años después, vuelve para sorprendernos con Speak Low. El tono es muy diferente, olvida la farsa para entregarse a un drama casi sin concesiones. Ignoro cual es la relación de lo que se nos cuenta con la realidad. Pero todo parece verdadero y resulta conmovedor en no pocos pasajes. Nos creemos la muerte del hijo y entendemos la tormentosa relación con el padre. Una relación que por cierto explica en gran medida la virulencia con la que se comportan muchos antifranquistas actuales. Siempre me ha llamado la tención el hecho de que gran parte de nuestros dirigentes de izquierdas sean hijos de capos franquistas. Nunca había visto expresado con tanta claridad el conflicto edípico subyacente, la vergüenza y hasta el odio hacia el padre cuyo comportamiento se desea enmendar acudiendo a conductas compensatorias que tienden a la exageración. O quizás es más sencillo: que todo cambia para seguir siendo lo mismo.
En fin, la culpa heredada del padre aflora en un relato en el que prima el dolor y las grandes preguntas y que Montesol trufa con recuerdos personales, algunos tan emotivos y cercanos como los que se refieren a sus vacaciones en la vecina Francia. Hoy en día ya casi nadie lo recuerda pero hubo un momento en que los galos nos servían como referente cultural, se imitaban sus películas y forma de escribir y comportarse. Francia representaba el placer y la libertad, ideales que hoy se confía alcanzar copiando a los nativos del Bronx. Creo que en gran medida los franceses, sobre todo su élite intelectual, se ganaron a pulso ese distanciamiento pero incluso un apóstata de lo francés como yo puede emocionarse ante las sentidas ensoñaciones de Montesol. Además, elige bien sus modelos, de Tati a Dufy, una imagen del país vecino que todos podemos admirar. Y por supuesto mucho Tintín, que era belga.
Montesol vuelve con su estilo de siempre, quizás algo más veloz y expresivo si cabe. No hay tiempo para el arrepentimiento o la corrección y el protagonismo se lo lleva un pincel enérgico que circula frenético hasta quedarse seco. Es un gran trabajo de dibujo donde todo detalle queda eliminado, reduciendo el trazo a lo esencial. El mayor problema se deriva de una estructura argumental quizás ambiciosa en exceso. Es como si el autor quisiera ajustar cuentas con demasiados frentes, lo que provoca cierta dispersión. Barcelona, Madrid, Francia… el paseo y los rodeos que da la historia acaban pesando mucho desinflando la trama inicial protagonizada por la ausencia del hijo.
En fin, no es una vuelta tan atropellada como la de Ramón de España, pero tampoco es redonda. Contiene pasajes muy intensos y como ya he dicho realmente conmovedores, al lado de secuencias quizás menos creíbles. Esperamos nuevas obras de Montesol porque en todo caso ha demostrado que sigue en forma.