viernes, 10 de febrero de 2012

Ultimate X. Loeb & Adams

TEXTOS DESCONECTADOS (y 2) 

Ultimate X
Jeph Loeb y Arthur Adams
Panini Comics
Barcelona, 2011. 
128 páginas, 15 euros. 

La semana pasada comentaba algunos problemas con los textos que se apreciaban en la serie American Flagg! En Ultimate X podemos observar otras facetas de la siempre compleja relación entre imágenes y textos.

En los ochenta se produjeron numerosos experimentos con el apartado “sonoro” de los comics. Chaykin compartió rotulista con Simonson y todos recordamos sus apasionantes onomatopeyas. Los textos de apoyo se emplearon en experimentos tan afortunados como el de Watchmen, con el célebre episodio del collage de voces, donde la protagonista descubre que el violador de su madre es además su padre. Moore nos lo cuenta troceando fragmentos de conversación y Gibbons lo articula con sus precisas imágenes.

Otro sonado éxito lo encontramos en Batman año I. Desde las primeras secuencias Miller y Mazzucchelli trabajan con varias voces en off que vehiculan los pensamientos de los protagonistas. De nuevo la fórmula funciona porque el lector puede identificar con facilidad quién habla en cada caso y los textos se relacionan con habilidad con la acción, con las imágenes. Con el paso de los años y el desarrollo de los medios informáticos esta interacción se ha facilitado aunque no puedo decir que se hayan multiplicado los ejemplos novedosos. La dibujante inglesa Posy Simmonds nos ofreció algunas brillantes muestras en sus obras, donde priman la multiplicidad de voces. Y poco más, digno de mención. Pero en los últimos meses me he topado con un empleo de los textos que ha llamado mi atención. Aparece por ejemplo en Ultimate X, de Loeb y Adams, pero también en la más cercana Historias del Barrio, de Seguí y Beltrán.

Los que conozcan el trabajo de Arthur Adams ya saben que tan sólo su presencia justifica la compra de este volumen. Su dibujo sigue tan dinámico y encantador como siempre y ni siquiera el cargante y abrumador color digital consigue rebajar su frescura. En cuanto al guión de Loeb mantiene su corrección habitual. No esperamos grandes novedades de sus relatos, tan sólo una clara voluntad de entretener y la garantía de una historia clásica. No suele aburrir y en ocasiones puede llegar a ser brillante.


Pero en este caso prueba algo con los textos de apoyo que creo le sale mal. Inicia todos los episodios con unas parrafadas que nos dan claves sobre lo que ha ocurrido en el pasado, mientras los bonitos dibujos de Adams nos informan del presente. Los dos planos están tan desconectados que finalmente no nos enteramos de nada. Ni de lo que leemos ni de lo que vemos, se anulan mutuamente. Lo cual no deja de ser un curioso fenómeno. No de una forma tan sistemática pero nos encontramos con un efecto parecido en algunos capítulos de Historias de barrio. Hay una acción en el presente mientras la voz en off nos ofrece datos sobre hechos del pasado o nos amplía la información sobre alguno de los protagonistas. Son estos recursos que usados con contención aportan nuevas dimensiones a las planchas. Pero cuando se confía en exceso en la atención del lector se pueden sobrepasar ciertos límites, como ocurre en los casos citados. Se desborda nuestra capacidad para asumir lo que se nos trasmite por dos vías tan diversas como la visual y la textual. ¿Resultado?: el abandono de la lectura por puro agotamiento.

Entiendo que los autores busquen constantemente ampliar los límites del medio, pero creo que se olvida que una ficción en viñetas, al contrario que en otros medios audiovisuales, no cuenta con una banda sonora. Todo, imágenes y textos, debe leerse. Eso limita las posibilidades pero supongo que brinda nuevos territorios a explorar.