viernes, 29 de julio de 2011

Colan

COLAN: FUNDIDO EN NEGRO

El pasado día 23 de junio moría Gene Colan, una de las últimas leyendas del comic americano, conocido especialmente por dibujar series como la terrorífica Tumba de Drácula.

Colan pertenece a una generación mágica, el grupo de dibujantes que nació en la década de los 20. Gente como Wood (1927), Frazetta (1928), Ditko (1927), Severin (1921), Heath (1926), Kubert (1926), Cardy (1920) o Buscema (1927). Muchos ya nos han dejado aunque algunos todavía permanecen en pie. Ellos definieron los tebeos que leemos ahora mismo, ampliando los géneros conocidos y explorando nuevas fronteras para la fantasía y la emoción. Compartieron no pocas experiencias vitales, como la entrada en el ejército al final de la IIGM.

Colan no se matriculó en la Escuela de Artes Visuales como muchos de sus compañeros de generación, sino en la Art Students League y ya en 1944 nos lo encontramos dibujando su primer encargo profesional, Wing Comics. A lo largo de la década de los cincuenta alternaría los trabajos en dos de las editoriales más poderosas, Marvel y DC, o Atlas y National que era como se las conocía por entonces. Dibujaba series de guerra para la innumerable lista de revistas dedicadas al tema (Battle, Battle Action, Battle Ground, Battlefront, G.I. Tales, Marines in Battle, Navy Combat o Navy Tales). También se encargó de ilustrar las aventuras del astro de la pantalla Hopalong Cassidy.
En los sesenta se suma al pequeño grupo organizado por el editor Stan Lee, que en muy pocos años revolucionará la industria del comic. Empleando lo que se conoció como “método Marvel”, pronto se convirtió en uno de los dibujantes más populares de la casa, encargándose de personajes tan conocidos como Daredevil, Iron Man o el Doctor Extraño. O El capitán América, a quien a finales de los sesenta acompañará El halcón, uno de los primeros casos en los que un afroamericano co-protagonizaba un comic. No sería el último personaje de color dibujado por Colan, que confesaba le encantaba dibujar todo tipo de gente diferente.

En los setenta destacan sobre todo La Tumba de Drácula, una serie de horror en la que no sólo aparecía el famoso Conde sino también el cazador de vampiros Blade, que más tarde saltaría a la gran pantalla en una serie de películas que desagradaron a Colan, según comentaba en una larga entrevista para The comic Journal (2001). Sin abandonar el terror lo encontramos también colaborando con Warren en revistas como Creepy o Eerie, que ahora se están reeditando. Luego volvió a la DC, donde se haría cargo de personajes tan importantes como Batman o el Espectro. Sus últimos años estuvieron marcados por diversas enfermedades que incluso le afectaron la visión, algo terrible para un dibujante. Pero prácticamente continuó dibujando hasta el final.
Colan se caracteriza por un dibujo frenético y muy ligado a la fotografía, sobre todo en dos aspectos. Por un lado el empleo de la luz: le gustaban mucho las sombras masivas, los fuertes contrastes y las grandes masas negras. Pero también en cuanto a las angulaciones. Declaraba que Scorsese le había impresionado en El cabo del Miedo por sus encuadres. No me extraña ya que él mismo era muy amigo de ladear los puntos de vista y emplear constantemente picados y contrapicados. Su dibujo, cargado de sugerencias y sutilezas, necesitaba de un buen entintador. Voló muy alto cuando Palmer le puso los negros o cuando él mismo los ponía acompañándolos con aguadas y quizás no tanto con otros autores. De hecho consiguió que uno de sus tebeos fuese publicado a lápiz, sin entintar. Era curioso, pero carecía de la fuerza de sus mejores páginas para Drácula o Warren, donde la oscuridad de sus negros presagiaba que nuestras peores pesadillas podían alcanzarnos.
Descanse en paz.