236 páginas, 44 euros.
POR FIN JIJÉ
Con la publicación de las aventuras de Jerry Spring se corrige una injustificable ausencia. No podía permitirse que Jijé, uno de los mejores autores europeos de todos los tiempos, fuese casi desconocido en España.
En realidad algo ya sabíamos de él. A principios de los setenta pudimos ver algunos de sus episodios para Michel Tanguy publicados en revistas de Bruguera como SuperPulgarcito. A finales de esa misma década algunas editoriales sacaron álbumes de Jerry Spring, como Los broncos de Montana o La chica del cañón. No se puede decir que fuera mucho en el conjunto de una labor que se agrupa en gruesos volúmenes. Sus integrales, confeccionados por la casa Dupuis, alcanzan la veintena y todos van cargaditos de páginas de la más variada condición, del humor a la aventura, del color al blanco y negro, de lo serio a lo caricaturesco.
Pero esas tímidas publicaciones en castellano ya nos permitieron hacernos una idea de su talento. Un dibujante volcánico, fuerte, expresivo y tremendamente productivo. Formó parte de una generación mágica, la que en gran medida creó eso que se viene a llamar tebeo franco-belga, siguiendo las huellas de Hergé. Hablo de Franquin, de Morris y de Goscinny. Sus historias se entremezclan, todos ellos pasaron por unos Estados Unidos que marcaron su manera de aproximarse al comic. Así que para Jijé nada más natural que abordar un tema tan poco europeo como el western. Sin detenernos en antecedentes venerables como las historias del alemán Kart May sobre Old Shatterhand y Winnetou, baste recordar que Jijé no fue el único en el viejo continente fascinado por el género. Le siguieron Morris con Lucky Luke, Greg y Hermann con Comanche, Charlier y Giraud con Blueberry o Berardi y Milazzo con Ken Parker. Los westerns en Europa son legión y muchos de gran calidad.
Y Jerry Spring es uno de los mejores. En el prólogo se citan los problemas de Jijé con sus guionistas a quienes pedía un argumento que luego él iba cambiando sobre la marcha, para desesperación de los escritores. Pero aunque ese aire improvisado es evidente en las historias, no le resta brío a la narración. A veces hay explicaciones excesivas o elipsis salvajes pero en general la serie se lee con interés y su enfoque permanece perfectamente actual. Hay un discurso bienintencionado en contra del racismo, el héroe se pasea en compañía de indios y mexicanos, pero eso no impide que luego tengamos a otros nativos muy malos y a mexicanos perezosos y amantes del tequila. No cae en la trampa de lo políticamente correcto y por eso mantiene la emoción y el sabor de las viejas películas. Y el humor, Jerry Spring está hecho con gracia, hay réplicas brillantes, los diálogos son frescos y directos y además la acción no se detiene nunca. Memorables los pasajes en que se nos ofrece una peculiar visión de las revoluciones mexicanas. También el enfrentamiento con el jefe indio aficionado al alcohol que, en un sorprendente giro argumental, cambia de opinión respecto al caballo del héroe.
Pero evidentemente el plato fuerte es el dibujo. Jijé es un dibujante de raza, uno de los grandes. Su arte puede con todo y su visión del oeste es vital y creíble. Su blanco y negro es directo y expresivo. Cada página, cada viñeta es una lección de dibujo. Nada se le resiste, ni paisajes ni personajes, sus animales son espléndidos, lo mismo sus expresiones. Y ahora, por fin, podemos disfrutar de su trabajo en condiciones. No con el color original, pero lo cierto es que comparando con los integrales de Dupuis no puede decirse que esa ausencia sea importante. Habrá a quien le parezca que el precio del volumen es elevado. Pero, ya saben, el valor depende de lo que alguien esté dispuesto a pagar. En este caso me parece que vale la pena. Este es un tebeo imprescindible, que no puede faltar en la biblioteca de ningún aficionado. Contiene cuatro álbumes, a cual mejor. Yo ya estoy esperando por el siguiente volumen.