Víctor Mora y Martín Salvador
El Patito Editorial. Santiago de Compostela, 2011.
¡DISPAREN AL GUIONISTA!
Días atrás celebraba las bondades del gran guionista Giancarlo Berardi. Sin embargo, no resulta habitual encontrarse con comics tan bien escritos. Algunos ejemplos lo demuestran.
Empiezo por la reedición de Dick Turpin, un trabajo que en su momento me había pasado desapercibido. Al dibujante lo conocemos por sus colaboraciones para Warren, aquí publicadas a través de revistas como Vampus o Rufus.Era sólido y tradicional, de narrativa clásica y acabados agradables, destacando su preocupación por los efectos lumínicos. Esta versión inglesa de la Pimpinela Escarlata nos lo devuelve en plena forma. No hay pegas que poner a la parte visual, al contrario, es convincente y está muy bien reproducida, constituye una justa reivindicación de un autor que quizás permanece un tanto minusvalorado. Puestos a buscarle pegas, mantiene cierta inexpresividad en unos personajes que podrían diferenciarse mejor. Pero, repito, Salvador es la razón para comprar este Dick Turpin.
En cuanto a Mora, nos ofrece más de lo mismo. Héroe acompañado de dos amigos, uno grandote y en este caso negro y el otro más bien humorístico, escaso desarrollo de los personajes femeninos, buenas dosis de acción entreveradas de abundantes diálogos… La habitual “fórmula Mora”. No me quejo, el resultado es un tebeo popular en el que pasan muchas cosas, en absoluto aburrido pero al que quizás le sobran diálogos y le falta algo de profundidad.
El cómic, como otros medios de masas, suele oscilar entre dos posiciones opuestas. O el puro entretenimiento, o la especulación excesivamente intelectual y por tanto antipopular. Personalmente, prefiero los guionistas que apuestan por lo primero. Siempre cabe la posibilidad de que, mientras se ocupan de no aburrir, sus historias trasciendan fórmulas y géneros y lleguen algo más lejos. Ha ocurrido con frecuencia. Mora se ha mantenido siempre en las verdes y saludables praderas del tebeo popular, pero en algunos episodios de El Jabato o El Corsario de Hierro, por ejemplo, ha conseguido llegar más lejos. Lo mismo otros como Segura en series como Eva Medusa o Kraken.
En el otro extremo, la calidad es más difícil de encontrar. Cuando nuestra preocupación es sobre todo la novedad, evitar pisar estructuras empleadas por otros, los resultados suelen ser catastróficos. Dos ejemplos cercanos: Un verano insolente y Hágase el caos. En ambos encontramos a grandes dibujantes peleándose con guiones fallidos.
En el primer caso hablamos de una pareja que ya ha colaborado con anterioridad, Lapière y Pellejero. Ahora se atreven con la historia del fotógrafo americano Weston en México. Ojo a la primera pista falsa: la historia arranca con la muerte de Tina Modotti y suponemos que se nos va a contar su biografía. En realidad los dos álbumes se centran en unos años muy concretos y luego abandonan abruptamente a los personajes. Por supuesto, es un millón de veces mejor que aquella pestilencia titulada Modotti. Pero aún así resulta un poco triste ver cómo el gran trabajo de Pellejero se dilapida en una obra en la que pesa más lo discursivo que lo visual. Los personajes hablan y hablan y poco de lo que dicen interesa, hasta casi despegarnos de la lectura. La época es fascinante, sí, los protagonistas también, pero se necesita algo más para construir una buena historia.
Peor es el caso de Cava y Seguí en Hágase el caos. El dibujante sigue en buena forma. Tan sólo una pega a su labor, una debilidad de la que él es muy consciente. Cuando consigue que la chica se parezca a Maureen O’Hara, como en la página 19 (21 del álbum) todo va bien. Pero no es así en general y la femme fatal parece más un travelo que otra cosa ¡Las chicas son difíciles! Un detalle menor en un trabajo lleno de atmósferas sugerentes y que arranca bien. La madre del protagonista es atropellada y vamos descubriendo que la apacible jubilada era una espía complicada en asuntos muy turbios. Luego lo que se nos vende como un relato a lo Graham Greene se diluye hasta la náusea porque el guionista se pasa de listo. En lugar de concentrarse en sus personajes y darles vida, se dedica a demostrarnos todo lo que sabe sobre los Balcanes. A la mitad del álbum ya nos da lo mismo lo que pase. Si ella es una agente doble vendida a los oscuros intereses de Moscú y el tipo que aparenta ser del servicio secreto inglés es un nazi encubierto apenas importa. La Historia con mayúsculas se come a la historia. Y ese es un error imperdonable en un guionista. Se anuncia que en la segunda parte la acción se traslada a Mallorca y sin duda habrá más movimiento y el tebeo despegará un poco. Pero difícilmente sobrevivirá a esta plomiza introducción.