232 páginas.18 euros.
EXILIADO
Alfonso Zapico se ha pasado varios años trabajando en un proyecto tan excéntrico como apasionante: trasladar al comic la vida de James Joyce. Un atrevimiento realmente inusual en el panorama español.
Zapico es eso que solemos llamar un autor joven. Con apenas treinta años, ya tiene tres novelas gráficas a sus espaldas y una sólida carrera como ilustrador. Si La guerra del profesor Bertenev era tan interesante como irregular, Café Budapest lo confirmó como un talento a tener en cuenta y le permitió ganar dos Premios Haxtur en el Salón Internacional del Comic del Principado de Asturias en 2008. Algo que se suele olvidar mientras se cita su galardón en el Salón de Barcelona, dos años después.
La cuestión es que su talento y un proyecto bien planteado le permitieron obtener una beca para pasarse un año en la Maison des Auteurs de Angoulême, un lugar donde los dibujantes pueden vivir y trabajar, contemplar la labor de otros colegas y contactar con editores. Ya en 2008 pude ver algunos de los apuntes que poblaban su cuaderno de bocetos, tomados en un viaje a Irlanda. Comentó sus planes con Joyce y lo cierto es que me eché a temblar. Parecía la típica pajarada, el sueño imposible de un joven autor que desea medirse con una de las figuras más mitificadas del pasado siglo. Decir Joyce supone entrar en terrenos casi religiosos, hablamos de uno de los totems de la vanguardia y la modernidad. Personalmente, nunca me he atrevido con él, así que me aproximé a la novela gráfica de Zapico con ciertos recelos.
Primero sorprende el atrevimiento en la elección. El autor no da un paso atrás y despliega ante nosotros la vida de Joyce como si nos hablara de uno de sus parientes, con naturalidad, seguridad, amenidad y rigor.
Después, la rapidez con la que ha conquistado su estilo. Su dibujo permanecía todavía un poco inseguro en Café Budapest, pero eso se ha acabado. Mantiene su línea fresca y expresiva y hay algo en la inmediatez de sus acabados que nos recuerda a Eisner.
Por último, el tema se las trae. Hablamos del creador de una de las obras más complejas y debatidas del siglo XX.
Con habilidad, Zapico evita entrar en esos escritos y tan sólo se refiere a ellos cuando reflejan alguna anécdota o suceso en la trayectoria vital de Joyce. No sólo eso, es que además su biografía está llena de viajes, de desplazamientos, de idas y venidas. En todo ese trasiego queda tiempo para miles de borracheras, perder cientos de trabajos y llevar en general una existencia bastante disipada, con enfrentamientos constantes con amigos y enemigos, problemas familiares, etc. Esto es, el material ideal para fabricar un tostón. Nada peor para una narración, ya lo he dicho en otras ocasiones, que las historias de decadencia.
Pues bien, Zapico se sobrepone a todas esas dificultadas y consigue construir un tebeo apasionante e intenso, lleno de humanidad, con personajes vigorosamente construidos, narrado con ligereza y humor a pesar de la densidad del material que maneja. Evidentemente, es una biografía y eso puede lastrar un poco su imaginación, quizás los sucesos no son tan fluidos como en Café Budapest. Las primeras planchas son especialmente duras y la cantidad de personajes que entran y salen de la historia entorpecen el ritmo y pueden confundir a más de uno. Pero da igual. Su ambición es enorme y como lector disfruto cada página. Y pienso en el tiempo que he perdido leyendo historietas masturbatorias y cargadas de más ideología que talento.
Si el comic español tiene una oportunidad se la brindarán autores como éste, con temas universales que contar y con la rara capacidad de insuflar vida a todo aquello que narran. Porque ahí reside el genio de Zapico. En cómo articula los datos de sus sólidos textos de apoyo con unas imágenes que sugieren otras dimensiones de la acción. Su mirada es compasiva y profundamente humana. Entiende el humor y la juerga, también sabe del amor, el dolor y la pérdida y es capaz de transmitirlo. ¡Hasta me han dado ganas de leer a Joyce! Casi.