Vicent Sanchís
Edicions 3 i 4.
Valencia, 2009
231 páginas. 22 €
EL CENSOR COMO MODISTO
No puede decirse que los temas tratados en este libro sean nuevos. Recuerdo una conferencia de Antonio Marimon, que luego desarrollaba en su excelente libro Guerreros, corsarios, etc., en la que citaba las leyes censoras en relación con los tebeos del franquismo. También hace ya años que Faustino Rodríguez organizó en Asturias una muestra en la que, con imágenes similares a las que aparecen aquí, reflexionaba sobre las diferentes etapas de la censura franquista.
Pero, si no innovador, este ensayo sí tiene la virtud de agrupar toda la documentación legal relativa al tema, lo que acaba siendo su mayor lastre. Su recorrido es tan exhaustivo como agotador.
Su recopilación de comentarios de los censores sobre cada edición de Flash Gordon resulta tan apasionante como cansina. Un trabajo de estas características no tiene porqué ser entretenido, ni mucho menos. Pero habría preferido una edición sintetizada, con todos los apéndices documentales necesarios, y una mayor aportación de ejemplos gráficos. Estos últimos, muy bien presentados, acaban sabiendo a poco al ser un tema del que ya teníamos bastante información anterior.
En pocas palabras: si a usted le interesa una historia de la censura en España, así en general, éste es su libro. Si en cambio siente sobre todo curiosidad sobre las diferentes manipulaciones que padeció la inmortal serie de Raymond en sus ediciones españolas, ármese de paciencia. Encontrará una información muy completa, pero tendrá que abrirse paso entre una maraña de datos, no todos fascinantes.
Respecto a la censura en sí, podemos citar dos grandes momentos. Tras la Guerra civil básicamente se evita todo aquello que atente contra la moral. Esto se traduce en que los editores debían tapar las desnudeces que Raymond desparramaba por sus viñetas. También lo que atentaba contra el orden establecido, incluyendo aquí la familia, como puede verse en uno de los ejemplos más llamativos del libro. Pero luego hay una inflexión en 1962, con un nuevo control de aspectos antes olvidados. Así que ciertas reediciones hacían desaparecer las espadas sangrantes y otros signos de violencia que anteriormente se habían tolerado.
Una de las partes más divertidas se encuentra en el apartado dedicado a la República. Allí menciona a Antonio Martín, a cuyos trabajos sobre la prehistoria del comic español alude constantemente. Don Antonio sostiene que durante la República no hubo censura alguna. Sanchís reproduce una larga cita, en la que Martín arremete contra esos críticos que hablan sin acudir a las fuentes, ni documentarse ni nada. A renglón seguido, Vicent Sanchís demuestra que Flash Gordon también fue censurado en ese momento, muestra algunos ejemplos y recomienda al insigne estudioso que siga sus propios consejos.
Aparte de esto, queda la sensación de que no era para tanto. Las grandes operaciones censoras se traducen, al final, en cubrir las vergüenzas de las coristas de turno. Algo que hoy en día a no pocos padres, educadores y feministas seguro que les gustaría hacer con ciertas manifestaciones de la moda juvenil. No quiero frivolizar con un asunto que considero muy serio, pero algunas reacciones actuales, por ejemplo ante campañas consideradas sexistas, no andan muy lejos de estos tapados anteriores.
En resumen: un volumen muy interesante y necesario, que me ha hecho bostezar.
jueves, 25 de febrero de 2010
Franco contra Flash Gordon
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