DOS OBRAS QUE SON APORTACIONES INTERESANTES A LA PEDAGOGÍA DEL CÓMIC.
Un libro que ayuda a los aspirantes a desarrollar y mejorar sus guiones y otro que aborda el problema de la adaptación de las imágenes a los nuevos formatos.
Andy Schmidt
Cómo escribir cómics
Anaya Multimedia, España, 2019
144 páginas, 20 euros
Lo mejor que puede decirse del libro de Schmidt es que intenta ser específico. En el terreno de la escritura hay muchos clásicos con los que competir, de la profundidad de McKee al ingenio de Blake Snyder, pasando por Field o Seger. Si se prefiere algo menos centrado en la estructura en tres actos, podemos acudir a la muy divertida autobiografía de Stephen King, que contiene ese maravilloso consejo para guionistas (“elimina los adverbios”) o el que estoy leyendo estos días, más orientado al teatro, “The Art os Dramatic Writing” de Lajos Egri. Hace años que se publicó el de Dennis O'Neil, donde explicaba el “paradigma Levitz”, el sistema para ir encadenando tramas y subtramas en una serie de continuará. Schmidt aporta un trabajo bien estructurado, con capítulos divertidos donde explica cómo introducirse en la industria, abordando a editores y guionistas, intentando no ser demasiado pesado. Hay pocas novedades en el terreno de la premisa, la estructura o la creación de personajes. Su apartado “Enriquece la historia” es curioso, también el que dedica a transformar la primera idea en un borrador válido, respondiendo a la gran pregunta ¿cuánto ocupa mi relato? Aplaudo sus esfuerzos por recordarnos que el cómic es un medio visual y cómo la imagen debe contar una buena parte de la historia. Hay algún error de traducción imperdonable. Todo el mundo entiende lo que es el “plano de situación” y su importancia en la narrativa. Es un fallo habitual prescindir de él, despistando al lector. No hablo solo del clásico plano general al inicio de la plancha, también de viñetas donde aparecen los personajes juntos, lo que permite situar sus posiciones relativas en el escenario. Por eso no se entiende que se haga una traducción directa del “stablishing point” inglés y se nos hable de “plano de establecimiento”. No es algo que pueda pasarse por alto.
En cuanto a “Tinta Vol. 2”, se trata de una nueva y brillante aportación del mallorquín Marcos Mateu, que lleva años colaborando con el mundo de la animación. Empezó en la productora de Spielberg en Londres, donde tuve el placer de saludarlo en los noventa, y terminó residiendo en California. A su sólida fama en la industria suma la elaboración de manuales de dibujo, donde vierte lo que sabe sobre perspectiva, narrativa visual o composición. Y sabe mucho. Son libros muy prácticos que vienen a llenar el vacío dejado por una teoría del arte cada vez más centrada en lo esotérico y sociológico, y alejada de los asuntos básicos como ¿dónde pongo las cosas? o ¿cómo se relacionan los elementos entre sí y con el formato? Su primer volumen de Tinta ya llamó la atención por lo dinámico de la propuesta, con muchos ejemplos visuales y los apuntes teóricos justos para poner en marcha el proceso creativo. A aquel primer libro se sumaron dos más dedicados al noble arte de la perspectiva, imprescindibles para aspirantes al dibujo de cómic, de animación o de videojuegos. No puede usarse bien un programa 3D si no se entienden las bases de la perspectiva. Marcos las domina y sabe cómo explicarlas. Luego presentó otro ensayo sobre técnicas visuales y ahora nos llega la segunda parte de Tinta, nuevamente centrada en composición.
En este caso desarrolla un problema muy específico, como es la aparición de diferentes formatos, a partir de las nuevas plataformas digitales. Ya no se trata de componer sólo en horizontal o en cuadrado, han vuelto los formatos verticales y han aparecido ratios nuevas. Marcos propone soluciones ajustadas a esas proporciones cambiantes, al tiempo que reflexiona sobre los peligros y las posibilidades de las adaptaciones, un asunto cotidiano para los animadores, que piensan sus cuadros en el formato cinematográfico, pero también en el televisivo. Además del tema formatos el libro se centra en la energía visual, especialmente pensando en tomas dinámicas. Juega con la clásica idea de la compresión y el estiramiento y lleva al límite las ideas sobre los tercios. El apartado donde compara la estructura en tercios con la retícula en cuartos es muy sugerente. También sus paseos por el formato y su insistencia en el espacio negativo, ese gran olvidado. En fin, una nueva aportación imprescindible de Marcos Mateu, que no deberían perderse.