viernes, 29 de septiembre de 2023

NATIONAL ANTHEM TRUE LIVES

The true lives of the fabulous Killjoys: National Anthem

Way, Simon, Romero, Bellaire y Piekos
The true lives of the fabulous Killjoys: National Anthem
Norma editorial, España, 2023
216 páginas, 35 euros


UN BONITO ENVOLTORIO 
Un tebeo que prueba el gran momento por el que pasa el color digital. El problema es que un bonito dibujo y un gran color no bastan para construir un buen cómic, se necesita además un guión a la altura.


Leonardo Romero
es un dibujante estilizado y poderoso, deudor de otros grandes como Toth o Mazzucchelli, a quien homenajea desde la primera viñeta y cita en repetidas ocasiones. Romero es la primera razón para adquirir este cómic y no decepciona. Su dibujo sigue evolucionando, con soluciones ingeniosas que se ajustan bien a una estructura de página multiforme, moderna y muy atractiva. Jordie Bellaire, a cargo del color, es la segunda razón para gastarse el dinero en este volumen. Artista multifacética, no solo colorea, también escribe. Forma parte de la élite actual de coloristas que han conseguido que esa dimensión plástica sea considerada como algo más que un mero complemento. Pasado la primera ola digital, que primó los efectos espectaculares y realistas frente a un uso narrativo o estético del color, asistimos a un auténtico renacimiento, con propuestas tan variadas como interesantes. Uno de esos nuevos caminos consiste en mirar hacia atrás, cuando los comics se producían en las peores condiciones posibles y la gama cromática se reducía hasta extremos imposibles.

The true lives of the fabulous Killjoys: National Anthem
En un primer momento el color en los sundays era espectacular y se veía beneficiado por los enormes formatos de los tabloides. Es casi imposible superar la calidad de color que encontramos en Little Nemo, Gasoline Alley o en Prince Valiant, por citar algunos ejemplos muy conocidos. Pero luego, con el paso a comic-book, las condiciones de reproducción se abarataron mucho. Salvo la breve excepción de los productos E.C., con el color a cargo de la gran Marie Severin, casi todo el color de los tebeos clásicos era pobre, limitado, con fallos de registro y unas tramas tan gruesas que se apreciaban a simple vista. Eso mejoró lentamente con los años. El refinamiento de algunos productos europeos fue un acicate para que los americanos intentaran mejorar sus impresiones. No fue casual que uno de los mayores revolucionarios del color, Richard Corben, editara en Francia su obra más rompedora (en cuanto a color). Su “Den” apareció primero en Metal Hurlant, que durante años marcó la pauta, ampliando las posibilidades del color. La calidad de los cómics mainstream mejoró lentamente hasta que llegaron los nuevos medios digitales. En un primer momento supusieron un evidente retroceso. Todo se volvió más oscuro y el abuso de los efectos restaba eficacia a los dibujos, ocultándolos y entorpeciendo la narración. Aquella primera oleada pasó y ahora asistimos a una vuelta al sentido común, un auge de la experimentación y una recuperación de estéticas derivadas de diferentes momentos gráficos. Los coloristas han revisado los comics que leyeron en su infancia y nos han devuelto cierta suciedad, algunas tramas mecánicas y gamas más luminosas y ajustadas a lo narrado. Y Bellaire es una buena prueba de esto.

Este cómic nos habla de una corporación que mantiene en un estado de control alucinatorio a sus componentes. El guión favorece la aparición de situaciones lisérgicas, que Bellaire aprovecha con entusiasmo. A lo largo de toda la historia mantiene una estética de comic antiguo, con mucho tono desaturado que consigue que las repentinas apariciones de colores saturados resulten perfectamente expresivas. Un trabajo muy atractivo que conviene analizar en detalle.

Hasta aquí las buenas noticias. Los guionistas Gerard Way y Shaun Simon no aportan gran cosa a su premisa tipo “Matrix”. Algunos jóvenes rebeldes logran evadirse de la manipulación de un sistema que les oculta la verdadera realidad de las cosas. Hablan mucho, salen bandas muy guays pero en realidad cuesta seguir lo que pasa y el exceso de textos empasta la narración desde las primeras viñetas. Una pena.