Penguin Random House, Barcelona, 2020.
232 páginas, 18,90 euros
NUESTRO GRAN VIAJE
Agustina Guerrero abrió su blog “Diario de una volátil” hace una década. Su impacto en las redes le permitió saltar de lo digital a lo analógico y ya lleva publicada media docena de libros.
La red propicia la aparición de fenómenos muy localizados, experimentos que buscan satisfacer las necesidades de grupos concretos, ya sean nostálgicos o fanáticos de cualquier tema. Veo en las librerías una inflación de Modernas de pueblo, croquetas, bananas y similares, trabajos que a mí me aburren como a otros les repatean Los Guardianes de la galaxia. Puedo tolerar algunos lloriqueos, ataques de ansiedad y devaneos amorosos, pero pasado cierto punto digo basta, lo siento, me vuelvo con Conan. En realidad, los creadores con talento saltan con elegancia sobre las barreras de género, para disfrutar con Berardi, Lust o Simmonds basta con un poco de cerebro y corazón. Aquellas obras que consiguen atraparnos siempre nos enseñan algo sobre esos opuestos que nos fascinan. Fue el caso de Ulli Lust y su “Cómo traté de ser una buena persona”, un cómic intenso y revelador.
Guerrero no llega tan lejos en “El viaje” pero su aproximación es respetable. Por un lado el aspecto del volumen es impecable. Muy bien encuadernado, buen papel y un uso exquisito de las tres tintas, rojo, negro y rosa. La composición de texto e imágenes es perfecta, cada página un ejemplo de claridad y diseño. Si quiere usted regalar un bonito libro sobre turismo en Japón, éste es muy recomendable. Todo rezuma verdad, todo se cuenta de forma sencilla y directa. “El viaje” apareció en 2020 y tiene un delicado tono autobiográfico, con arrebatos espirituales en ocasiones un tanto empalagosos. Añade una trama B, la relación entre las dos protagonistas. A una le gusta improvisar y disfrutar de la vida y la otra, que suponemos un alter-ego de la autora, necesita planificar cada paso que da. Ese contraste, habitual en muchas historias, asegura personalidades bien definidas y que conducen con elegancia de un episodio al siguiente. Hay una trama C, el aborto. Se presenta como un eco, a través de síntomas cuyo origen no se subraya: insomnio, ataques de ansiedad, tristezas... Pistas que el guión va dejando sobre algo que nunca se convierte en el argumento principal. Se mencionan dos tipos de aborto. Uno voluntario, el de la madre que ya tiene un hijo y no considera que sea el momento de tener otro. Y otro involuntario, el de la amiga que no consigue llevar sus embarazos a buen término. Este segundo asunto ya había sido citado, de manera mucho más simbólica, por Paula Bonet en uno de sus libros. La ilustradora se quejaba en entrevistas del silencio social en torno a un drama que afligía a muchas mujeres. Ahora Guerrero da un paso más allá y habla de aquellas que, abortando voluntariamente, sienten luego el dolor por ese hijo que nunca fue. Son estos temas delicadísimos y que el actual debate político, con su totalitaria voluntad de alcanzar todos los ámbitos de nuestra vida, intenta silenciar. El aborto, como el divorcio, son conquistas sociales. Por tanto no pueden, no deben problematizarse. Así que evitamos hablar de lo que sufren los niños con las separaciones y lo que puede suponer un aborto. A grandes voces se nos recuerda que “antes era peor”, con mujeres atrapadas en relaciones infernales y pariendo niños no deseados. Comenzar una discusión negando la posibilidad de abordar ciertos aspectos no es la mejor manera de solucionar algo.
Así que aplaudo el valeroso esfuerzo de Agustina Guerrero. Por hablar de lo que muchos callan, una de esas cosas que no están en la agenda. Y agradezco que lo haga con sensibilidad y sin cargar las tintas, como un problema personal que la protagonista debe resolver. El viaje la ayuda en esa encrucijada. De hecho sirve para que las dos amigas encuentren algo parecido a una paz de espíritu que les permite seguir su camino, sin espectros a sus espaldas.