EL OESTE, MEJOR EN VIÑETAS
El western vive una auténtica edad dorada en el cómic, mientras languidece en las pantallas. Y además en Europa, lejos de su lugar de origen.
Franz
Wyoming Doll
Ponent Mon, Valencia, 2021.
68 páginas, 19 euros.
Ya saben que algunas de las mejores y más populares series europeas son del oeste: Tex, Blueberry, Jerry Spring, Comanche, Ken Parker... Recientemente nos llegaba un álbum con guión de Franz, una rareza escrita y dibujada por él y uno de sus últimos trabajos. No es un autor al que yo prestara mucha atención. Tuvo la mala suerte de continuar sagas iniciadas por monstruos como Hermann, a quien sustituyó en Yugurta, o Jijé, en Jerry Spring. De repente apareció en las estanterías Wyoming doll, un volumen que abordaba de manera realista un tema clásico del cine, el de los niños blancos secuestrados y criados por los indios. Sin ir más lejos, Ford lo tocó en dos clásicos, “Dos cabalgan juntos” y, por supuesto, “Centauros del desierto”. El enfoque de Franz es novedoso, realista y descarnado, con muchos personajes que se entrecruzan, momentos cómicos y dramáticos y un dibujo sucio y detallado hasta la extenuación. Es una obra rara y de tono seco y distante, como si el autor nos dijera “esto es lo que hay”. No agradable pero sí real.
Ya mencioné en su momento la nueva versión de Lucky Luke, que es bastante razonable, una más entre el aluvión de westerns que van llegando. De Undertaker solo he leído un álbum y el guión no me interesó, aunque reconozco la fuerza de la puesta en escena.
Marshall Bass 6. Los lobos
ECC. Barcelona, 2022.
56 páginas, 12,95 euros.
Si hablamos de dibujo, hay una saga que va muy por delante de todas las demás, demostrando que Igor Kordey es en la actualidad el mejor dibujante realista del mundo. Marshal Bass alcanza su sexto episodio y cada uno es mejor que el anterior. Los guiones de Macan no despiertan mi entusiasmo. Nos recuerda que el mundo es un infierno en el que apenas podemos hacer otra cosa que luchar por sobrevivir. Cambian los escenarios y los protagonistas, en una admirable variedad racial y sexual. Pueden ser indios, mexicanos, tullidos, veteranos de guerra o psicópatas. Al final todos intentarán matar al protagonista y a quien se les ponga por delante. Es un universo sin compasión ni redención. Admitida esa premisa, la serie se disfruta sin reparos. Kordey se asegura de iniciar siempre sus historias con una doble página que nos aguarda en el primer pliego y que nos deja invariablemente sin aliento. Puede ser una vista de un pueblo polvoriento, una feria universal o, como en este caso, una hacienda mexicana. Pero siempre es espectacular y deslumbrante. Por su profundidad, por su magistral dominio de la perspectiva, por el detalle de caballos, perros, vacas o árboles. En una saga protagonizada por un sheriff negro resultaba crucial una perfecta representación de los afroamericanos y aquí lo es, sin reparo alguno. A Kordey le gustan las sombras, lleva años llenando las figuras de matices oscuros hasta límites insospechados y sin perder por ello la dignidad y hasta la belleza de los rostros. Maravillosos los retratos de las hijas del héroe y de su mujer. Tampoco falla en la caracterización de los mexicanos ni en los gestos de los villanos y la plasmación de sus felonías en un conjunto de expresiones exageradas y grandilocuentes.
La razón para seguir Marshall Bass es el dibujo. No es un motivo menor. Más bien al contrario, sobre todo cuando le sumamos el vibrante color de Vitkovic y del propio Kordey, que figura como “supervisor de color”. Para no olvidar la increíble portada de este número seis. Cuesta creer que alguien se hay atrevido a diseñar algo así. En fin, un placer para los sentidos que no deberían perderse.
A TRAVÉS DE LAS ROCOSAS
Berardi, Mantero y Ortiz
Ken Parker. La caravana Donaver (I y II)
ECC. Barcelona, 2022.
136 páginas, 9,95 euros.
Ken Parker juega en otra liga. Primero, porque es una reedición y en B/N. Publicada originalmente en Italia entre 1977 y 1984, reapareció en varias revistas a finales de los ochenta para resucitar después como Ken Parker Magazine y más tarde Ken Parker Speciale. En España hubo un primer conato de publicación en los ochenta que, a pesar de la indudable calidad del producto, se quedó a medias. Recientemente ECC se comprometió a editar la saga completa y parecen dispuestos a cumplir su promesa, algo que los aficionados les agradeceremos eternamente.
Es una de esas series que dividen las aguas. Dos lectores de comics pueden discrepar en cuanto a quien les gusta más, si Greg o Goscinny, siempre hay terrenos sujetos a discusión y con cierto grado de ambigüedad. Luego hay obras que definen el medio. “Esto es un buen tebeo”. Y si a alguien no le gustan es, simplemente, porque no le gustan los tebeos o es incapaz de reconocer uno bueno. Ken Parker es uno de esos escasos ejemplos, una obra maestra indiscutible, fenomenal, que nos reconcilia con el medio y nos recuerda la profundidad y la grandeza que se pueden lograr con unas humildes viñetas.
Hoy me referiré a los dos últimos volúmenes publicados en el momento de escribir estas líneas, con una poderosa historia dibujada por el español José Ortiz: “La caravana Donaver”. Como saben, el dibujante “oficial” de la serie es Milazzo, un italiano que sigue la estela de Sickles, Caniff o Toth, empeñado en el “menos es más” y que siempre aporta un extra de poesía y delicadeza a los argumentos de Berardi. Cada cierto tiempo era sustituido por otros grafistas que nunca conseguían que nos olvidáramos del bueno de Ivo. Ortiz no era un novato en esto del western, a lo largo de su carrera el valenciano había dibujado muchas páginas con indios y vaqueros y hasta algún Tex. Tenía las virtudes y los defectos de los creadores veloces. Todo en su trabajo transmitía una cierta sensación de facilidad, de frescura improvisada. Eso es bueno cuando se trata de hacer avanzar la acción lo más rápido posible, permitiendo al lector dejarse llevar por la historia en lugar de recrearse en los bonitos dibujos. Sus trazos podían resultar descuidados y poco precisos. Aquí el argumento aborda los entresijos de una compleja expedición al oeste, por tierras inexploradas y con un abultado conjunto de secundarios, cada uno con sus características y personalidades muy diferenciadas. Y Ortiz ofrece la mejor versión de sí mismo. Resuelve con facilidad fondos y animales y presta una poco habitual (en él) atención al detalle de caras y expresiones. El resultado es magistral. Hace una década ya que nos dejó y me pregunto porqué nadie ha pensado en dedicarle un museo o algo similar porque su obra fue ingente y de una calidad media muy alta.
Volviendo a “La caravana Donaver” toda la primera parte es fascinante, con esa sensación de estar asistiendo a una película no filmada. Berardi conoce muy bien el cine clásico del oeste y en sus tebeos se filtran pasajes o atmósferas que inevitablemente nos remiten a films inolvidables. ¿Cuántas veces hemos visto historias con caravanas cruzando Estados Unidos, atacadas por los indios y en busca de ese valle ideal para asentarse? Aquí recuperamos esas emociones, con algunos añadidos más. Sobre todo maravilla la habilidad del guionista para la caracterización. Además de Parker, reconocemos a los líderes y a quienes se sienten fuera de lugar, ya que también cabe un apunte para las inevitables tensiones de clase. El primer volumen se cerraba con la fatal amenaza del ataque indio y esperábamos que el segundo siguiera en esa línea, quizás con un final a lo “Más allá del Missouri”, una película que me fascinó de niño, con Clarck Gable casado con una bella nativa y que reflejaba con claridad los conflictos entre los exploradores blancos y los indígenas americanos.
Pero no, Berardi elige una dirección completamente inesperada que no puedo adelantarles, sin chafarles el extraordinario giro que le da al guión. Lo que era una epopeya de descubrimiento y conquista se transforma abruptamente en algo muy diferente, crudo y terrorífico. Algo que no deberían perderse. Vuelve a ser, como tantos otros episodios de Parker, uno de los mejores comics que yo he leído en mi vida.
Es una de esas series que dividen las aguas. Dos lectores de comics pueden discrepar en cuanto a quien les gusta más, si Greg o Goscinny, siempre hay terrenos sujetos a discusión y con cierto grado de ambigüedad. Luego hay obras que definen el medio. “Esto es un buen tebeo”. Y si a alguien no le gustan es, simplemente, porque no le gustan los tebeos o es incapaz de reconocer uno bueno. Ken Parker es uno de esos escasos ejemplos, una obra maestra indiscutible, fenomenal, que nos reconcilia con el medio y nos recuerda la profundidad y la grandeza que se pueden lograr con unas humildes viñetas.
Hoy me referiré a los dos últimos volúmenes publicados en el momento de escribir estas líneas, con una poderosa historia dibujada por el español José Ortiz: “La caravana Donaver”. Como saben, el dibujante “oficial” de la serie es Milazzo, un italiano que sigue la estela de Sickles, Caniff o Toth, empeñado en el “menos es más” y que siempre aporta un extra de poesía y delicadeza a los argumentos de Berardi. Cada cierto tiempo era sustituido por otros grafistas que nunca conseguían que nos olvidáramos del bueno de Ivo. Ortiz no era un novato en esto del western, a lo largo de su carrera el valenciano había dibujado muchas páginas con indios y vaqueros y hasta algún Tex. Tenía las virtudes y los defectos de los creadores veloces. Todo en su trabajo transmitía una cierta sensación de facilidad, de frescura improvisada. Eso es bueno cuando se trata de hacer avanzar la acción lo más rápido posible, permitiendo al lector dejarse llevar por la historia en lugar de recrearse en los bonitos dibujos. Sus trazos podían resultar descuidados y poco precisos. Aquí el argumento aborda los entresijos de una compleja expedición al oeste, por tierras inexploradas y con un abultado conjunto de secundarios, cada uno con sus características y personalidades muy diferenciadas. Y Ortiz ofrece la mejor versión de sí mismo. Resuelve con facilidad fondos y animales y presta una poco habitual (en él) atención al detalle de caras y expresiones. El resultado es magistral. Hace una década ya que nos dejó y me pregunto porqué nadie ha pensado en dedicarle un museo o algo similar porque su obra fue ingente y de una calidad media muy alta.
Volviendo a “La caravana Donaver” toda la primera parte es fascinante, con esa sensación de estar asistiendo a una película no filmada. Berardi conoce muy bien el cine clásico del oeste y en sus tebeos se filtran pasajes o atmósferas que inevitablemente nos remiten a films inolvidables. ¿Cuántas veces hemos visto historias con caravanas cruzando Estados Unidos, atacadas por los indios y en busca de ese valle ideal para asentarse? Aquí recuperamos esas emociones, con algunos añadidos más. Sobre todo maravilla la habilidad del guionista para la caracterización. Además de Parker, reconocemos a los líderes y a quienes se sienten fuera de lugar, ya que también cabe un apunte para las inevitables tensiones de clase. El primer volumen se cerraba con la fatal amenaza del ataque indio y esperábamos que el segundo siguiera en esa línea, quizás con un final a lo “Más allá del Missouri”, una película que me fascinó de niño, con Clarck Gable casado con una bella nativa y que reflejaba con claridad los conflictos entre los exploradores blancos y los indígenas americanos.
Pero no, Berardi elige una dirección completamente inesperada que no puedo adelantarles, sin chafarles el extraordinario giro que le da al guión. Lo que era una epopeya de descubrimiento y conquista se transforma abruptamente en algo muy diferente, crudo y terrorífico. Algo que no deberían perderse. Vuelve a ser, como tantos otros episodios de Parker, uno de los mejores comics que yo he leído en mi vida.