EL AUTOR COMO PROTAGONISTA
Cuando un medio alcanza cierta madurez es habitual que se vuelva sobre sí mismo, como motivo dramático o de reflexión. En cómic hay ilustres precedentes, como “El soñador” de Eisner o “Los profesionales” de Giménez.
Brubaker y PhillipsBad weekend
Evolution comics-Panini. Barcelona, 2021.
72 páginas, 15 euros.
Tebeos en los que se exalta o ridiculiza a unos creadores convertidos en protagonistas de sus propias historias. Recientemente Chaykin lo intentaba en un volumen fallido donde la mezcla de personalidades dificultaba mucho identificar y situar a los personajes. Y diría que a Brubaker le pasa algo parecido. No es tan grave ni tan lioso como el citado, ya que no intenta abarcar (casi) toda la historia del cómic. Sus pretensiones son más modestas, con un dibujante como centro de una intriga detectivesca. Se mezclan dos McGuffin que distraen al lector. Por un lado se sitúa al dibujante protagonista en el accidente que segó la vida de su mentor, suceso al que sobrevivió de forma sospechosa. Y además se pasa toda la obra buscando unas misteriosas páginas que suponemos robó al autor fallecido, hasta la sorpresa final. La Convención de Cómic que se emplea como fondo y los personajes y la atmósfera que la envuelven son verosímiles y están bien construidos. Pero con el centro del relato, ese creador amargado y antipático, tenemos una sensación similar a la que provocaban los personajes de Chaykin. Lo conocemos pero no del todo. A ratos parece Alex Toth, más tarde Wallace Wood y hasta Gil Kane. Entendemos que para evitar pleitos el guionista construye su héroe a partir de rasgos de varios dibujantes. Pero esa mezcla de personas reales, como Eisner o Lee, que aparecen o se les cita, con esos otros inventados, acaba resultando insatisfactoria. Repito, el relato no es tan fallido como el “Hey Kids! Comics!” de Chaykin, tanto el dibujo como el color son agradables. Pero de alguna manera acaba sabiendo a poco, con un final anticlimático. Si les gustan lo que McKee define como “minitramas” es posible que este tebeo les agrade. A mí no me parece irritante pero tampoco me ha convencido. Se nos presenta a los protagonistas y cuando empezamos a interesarnos por ellos, puf, se acabó.
En todo caso, es una obra maestra de ritmo y dramatización si la comparo con “Los locos del gekiga”, de Matsumoto.
Masahiko Matsumoto
Los locos del gekiga
Manga Satori. Gijón, 2021.
320 páginas, 21 euros.
Los locos del gekiga
Manga Satori. Gijón, 2021.
320 páginas, 21 euros.
Conviene decir que estoy mucho más familiarizado con la historia del cómic americano que con la del manga. Entiendo las referencias que manejan Brubaker y Phillips y reconozco a los autores que se mencionan. En cambio, me pierdo completamente en la maraña de creadores nipones que aparecen en “Los Locos...”. Excepto Tezuka y su icónica boina, por supuesto, pero del resto sé poco o nada. Así que esta historia acerca de “un momento trascendental en la historia del manga” me pilla un poco frío. Una vez admitida mi ignorancia, debo añadir que el autor hace poco por despertar mi interés. Me habría gustado acabar la lectura con la sensación de que he descubierto algo que desconocía. Que comprendo la importancia de ese instante crucial en la evolución del manga. Pero no es así. Al contrario, me he forzado a terminar un cómic aburrido y sin ritmo, donde ningún personaje llega a interesarme y nada de lo que ocurre me emociona. Vemos las penurias que sufrían los pobres mangakas y lo malos que eran los editores, maestros borrachos y aprendices entusiastas, pero apenas llegamos a preocuparnos por ningún personaje. Empezando porque cuesta diferenciarlos, no solo física sino, lo que es peor, psicológicamente. Todos son unos desgraciados que lo pasan muy mal pero está contado de tal manera que nos da lo mismo. Hablan mucho para decir muy poco.