360 páginas, 15 euros
LASAÑAS EN LOS OJOS
Con prólogo de Liniers y elogio en la contraportada a cargo de Flavita Banana, es casi imposible resistirse a esta obra fabricada a cuatro manos por dos humoristas nacidos en Buenos Aires.
Lo primero que llama la atención es el aire rematadamente moderno de sus grafismos, que saltan con naturalidad de un estilo a otro, alternando los planos de color saturado con el protagonismo de la línea, el collage o lo que se les ocurra. Todo tiene un aire como de dibujo de vanguardia de principios del siglo pasado, ese cubismo simpático de “La Codorniz” mezclado con las mil variaciones bastardas facilitadas por el caótico descontrol de Internet. En lo visual el volumen es muy satisfactorio y entretenido, nunca se sabe qué sorpresa aguarda en la página siguiente, aunque en algunos casos los protagonistas de los gags se repiten lo que provoca también el uso de estilos parecidos. Pero en general la variedad está garantizada y sin merma de calidad. El hecho de que sean dos dibujantes quienes confeccionan estas tiras explica en parte esa diversidad, pero no del todo, tal es la amalgama de formas que despliegan.
Luego está lo que realmente define un producto como éste: los contenidos. Los chistes ¿son divertidos o no? La respuesta es afirmativa, sin duda. Por supuesto, cuando se ponen en escena más de cien ocurrencias es casi imposible no equivocarse. Algunas están más cerca de la parida o de la proclama política que de la verdadera comedia. Pero en general el nivel es alto y el humor absurdo y efectivo. “Pomo! Comics” tiene gracia y no poca.
Como ya he comentado, en ocasiones se repiten una serie de personajes o situaciones, como la de las chicas que se van al baño y dejan a sus novios “para que hablen”. O la del cazador perdido en la selva que pasea con su presa al hombro, o la de los snobs, el náufrago, los monos y algunas otras. Para mi gusto en esa categoría la peor es la de “demasiado adorable”, pero seguro que a muchos les vuelve loco esa historia.
En su mayor parte se trata de situaciones únicas, ocurrencias que pueden llegar a ser descacharrantes. Como la del imposible chiste en el bosque. O la muy divertida del pastor rodeado de llamas. A veces se acercan al delirio poético a la manera de Liniers, pero no es lo común. En esa línea podría citarse la triste historia del escritor fantasma. Confieso que en algunos casos me cuesta entender dónde está la gracia, pero seguro que la culpa es mía.
Algunos gags son sofisticados y sutiles, como el del interruptor de gatos. Otros son directos y tronchantes como el del tío al que en la oficina llaman “el gordo” o el de Eugenio el impresentable. Incluso algunas de las bromas políticas están bien planteadas, como aquella que explica las elecciones en clave Star Wars o cuando habla de las luchas de las mujeres.
En fin, el libro asegura un buen rato de lectura agradable con cachondeo garantizado. Nadie puede resistirse a las historias del disléxico o a gags como “Soñares”, “Box Office”, “El genio” o “Jeremías, El autocorrector”. Se reirán, sin duda, y eso es bueno.