56 páginas. 6,25 euros
PROFUNDIDAD DE CAMPO
Batman viaja hasta la Revolución francesa de la mano del mejor dibujante del mundo: Jose Luis García –López. Escribe el guión Mike W. “Camelot 3000” Barr.
Este Otros Mundos se publicó originalmente en 1999 y, si mi memoria no me falla, no se había traducido con anterioridad. Espero equivocarme porque el tebeo tiene tanta calidad que resultaría casi inexplicable que no se haya editarlo antes en España. Como sea, finalmente está en nuestras manos y es extraordinario.
Con este ya son dos de los titanes de la DC que visitan otras realidades históricas con dibujos de García-López. Me refiero al encantador Superman- Kal que mandaron a la Edad Media, con guión de Dave Gibbons. Un comic maravilloso, perfectamente dibujado. Y con este Batman ocurre lo mismo.
Primero, felicitar al guionista, que muestra sin reparos una buena parte de la crueldad que caracterizó aquel reinado del terror revolucionario. Como ya hicieron otros ilustres precedentes, como Dickens.
Aunque algunos totalitarios todavía se reconocen en las atrocidades perpetradas por unos cabecillas sin escrúpulos y una turba completamente desatada que nunca llegó a colmar del todo su sed de sangre, lo cierto es que hay poca cosa buena que decir de ese periodo histórico. Se deshicieron de una clase realmente impresentable pero, como en el caso del sueño soviético, tan solo para sustituirla por algo sino peor, sí tan malo.
Mientras Inglaterra demostraba que una sociedad podía transformarse y cambiar sin necesidad de cortarle la cabeza a una buena parte de la población, la pesadilla francesa tan solo ha servido de inspiración para los peores excesos del siglo XX.
Barr lo tiene claro y su guión se detiene ante el espectáculo despreciable de la guillotina y la crueldad innecesaria de Danton, Robespierre y demás iluminados. Citas históricas aparte, el cómic sobre todo busca recrear fantasías aventureras al estilo de “La Pimpinela Escarlata”. Al fin y al cabo Batman siempre ha estado muy cerca de El Zorro, así que encaja con naturalidad en este petimetre que por el día exhibe sus amaneramientos y por la noche se dedica a desfacer entuertos.
El argumento busca entretener el lector, al tiempo que Barr se las apaña para dejar muy clara su visión crítica de la Revolución. Hasta ahí todo correcto. Pero entonces llega García-López y eleva el producto hasta la siguiente categoría. Ya en las primeras secuencias prueba su enorme talento. Vean ese plano imposible en que Wayne, a lomos de su caballo, muestra sus documentos a los policías, mientras a un lado uno de ellos detiene a la chiquilla que le ha pedido auxilio. El dibujante levanta el punto de visto hasta la altura del héroe, que contempla (y con él el lector), el drama que se despliega a su alrededor.
Dos páginas más allá se marca la increíble viñeta de la llegada a la plaza, del héroe por un lado y de los condenados a la guillotina por el otro.
Esos planos generales son especialmente difíciles de componer. García-López lo resuelve con aparente facilidad y con una apabullante profundidad de campo. Todo está detallado y todos los elementos nos informan de algo. Al tiempo, su composición es perfecta así que no hay confusión posible y nuestra mirada puede desplazarse con naturalidad de uno a otro centro de atención.
El resto se lo pueden imaginar: mujeres bellísimas, héroes apuestos, trajes con unas arrugas maravillosas, expresiva iluminación, cuidada ambientación, ingeniosas estructuras de página, impactantes angulaciones laterales… Cada página es la lección de un maestro capaz de dibujarlo todo y todo bien.