172 páginas, 19 euros
UN RUIDO INCESANTE
Una extraña fábula en la que se mezclan elementos de crítica social con fantasmas, secuencias apocalípticas con pasajes adecuadamente tenebrosos y, sobre todo, muy sanguinarios. Bienvenidos a la mansión donde los martillazos nunca cesan.
El guionista, Peter Tomasi, lleva muchos años encargándose de las series más populares de la DC. Pero aquí se ha zambullido en un experimento genuinamente terrorífico. La primera sensación es que tanto el escritor como el dibujante se lo han pasado muy bien.
Ian Bertram es un artista de marcada personalidad, con rasgos que recuerdan algo a Moebius aunque a mí sobre todo me remite al Tom Sutton más recargado y barroco. En esta siniestra historia despliega todo su arsenal de trucos, con atrevidas composiciones de página, arquitecturas alucinantes y orgánicas manifestaciones de un mal arrollador. Todo va saturado de líneas, los rostros exhiben unos ojos desmesurados y felinos y los personajes siempre parecen pequeños ante los descomunales espacios.
Toda la parte ambiental está perfectamente resuelta. Y ahí intervienen también al guionista y por supuesto al colorista, que ayuda y mucho a la creación de la atmósfera surreal y opresiva del relato. Inolvidables sus numerosos rojos, también sus violetas y amarillos suaves.
El punto de partida argumental es interesante, esa casa en la que se atrapan las almas desesperadas y a la que acuden toda suerte de asesinos que arrastran atroces penas sin purgar. La casa, sin duda otro personaje más de la historia, los retiene y la tensión se acumula entre unos tipos dispuestos a desatar la violencia más salvaje.
La cosa va de lo malas que son las armas y el ejército de inocentes que caen bajo las balas. La mansión contiene a las víctimas, que acechan nuestro mundo desde un más allá que no evita el dolor sino que mantiene a las almas en un purgatorio eterno, hasta que llega la hora de la venganza. Pero la construcción se alimenta de una brutalidad apenas contenida y rompe todas las barreras. Solo el ruido constante de unos trabajos siempre en marcha puede parar a esos fantasmas sedientos de sangre.
Al final, más allá de las buenas intenciones, los personajes acaban rajando en exceso y se tiene la sensación de que todos se lo han pasado demasiado bien. Tomasi permite que sus creaciones hablen mucho y el ritmo de la historia se resiente. Tampoco contiene los excesos gráficos del dibujante, que se lanza a facturar páginas chulas, pero no especialmente emotivas. Algo más de contención y sobre todo de intención habría estado bien.
Considero que cualquier lector que no tema ciertos desafíos gráficos puede pasárselo bien con esta obra. La secuencia en la que la señora Winchester habla con su hijita del más allá y las viñetas van girando de una plancha a otra es especialmente efectiva. Y no es la única. Pero al mismo tiempo se sentirá decepcionado por el magro desarrollo que se da a los protagonistas, esa señora misteriosa y de oscuro pasado y el señor Peck, un tipo misterioso y de pasado aun más oscuro. La relación entre el proscrito que desea saldar sus deudas de sangre y la posiblemente desequilibrada dueña de la casa no acaba de resolverse del todo.
La narración es muy efectiva en los pasajes más oníricos y alucinatorios, que abundan. Pero falla en esas zonas que deberían de anclar el relato a una realidad que volviera más dramáticos los delirios surrealistas. Muy interesante por momentos, pero no redondo.