viernes, 1 de febrero de 2019

SEMPÉ EN NUEVA YORK

Sempé en Nueva York Ilustración New Yorker portadas
Norma, 2018.
348 páginas, 37,95 euros

SEMPÉ, EL ENCANTADOR
Un volumen que agrupa todas las portadas que el ilustrador francés Sempé ha realizado para el New Yorker. El perfecto regalo de Reyes.


Por mucho que conociera otros trabajos de Sempé, por ejemplo los recopilatorios de su obra humorística, esos “Ellas” y “Ellos” que Norma publicó recientemente; por mucho que me sonaran algunas de sus cubiertas, que se incluían en los grandes volúmenes que reunían la obra gráfica del New Yorker, donde además de Sempé anidaban algunos de los más grandes ilustradores de la historia, gigantes como Irvin, Steinberg, Addams o Arno; a pesar de que ya conocía una buena parte de sus portadas, agradezco sinceramente la aparición de este libro.

Por un lado porque está muy bien editado, las obras se presentan en un tamaño adecuado y en un orden cronológico que nos permite disfrutar de las diversas etapas del autor. Como objeto, es una modesta obra de arte en sí mismo.

Pero es que además viene cargado de extras, todos ellos apreciables. Algunos de los dibujos en B/N que Sempé realizó para el interior de la publicación, apuntes con paisajes de Nueva York realizados durante sus estancias en la ciudad, fotos personales con el dibujante paseando o acompañado de colegas como su amigo Koren, el de los bichos peludos. Y sobre todo por la larga entrevista. En ella Sempé da cuenta de su larga relación con el New Yorker, primero como rendido admirador, segundo como dibujante en ciernes que soñaba con poder trabajar con ellos algún día, tercero como novato con todas las dudas y miedos posibles y, finalmente, como colaborador veterano que sigue devanándose los sesos para encontrar alguna idea “digna del New Yorker”.

La entrevista está llena de anécdotas inolvidables. Yo me quedo con la definición de qué es lo que convierte a un dibujo en algo digno de ser portada del New Yorker. Cuando aparece como tal… es que era digno. Esto, que suena muy absurdo, es aceptado sin discusión por Sempé. Él admite que a veces se le ocurren dibujos que podrían ser portadas. Pero no está seguro hasta que se los publican. Si se los publican. Comenta cómo fue su relación con el director de la revista, al que admiraba sin disimulo. Como declara “él sabía más que yo lo que convenía”. Sorprende la humildad de algunas declaraciones. Hablamos de un dibujante que está en la cima de la profesión pero que peleó durante años para hacerse un hueco entre los gigantes que le precedieron.

Sempé en Nueva York Ilustración New Yorker portadas En ese sentido Steinberg no sale muy bien parado, como sospechábamos, mientras Charles Addams queda en muy buen lugar, lo que me alegra profundamente.

En fin, Sempé habla de todos los aspectos de su oficio, desde las correcciones hasta la técnica empleada en cada caso y todo es interesante y encantador.

Y tiene mucha miga. Por ejemplo, sale el asunto de lo grande frente a lo pequeño, una de las claves de su estilo, grandes edificios o aviones al lado de hombres minúsculos. Sin embargo, aunque admite que sintió esa diferencia de escala en Nueva York, declara que nunca le acobardó, nunca se sintió aplastado por la ciudad. Afirma que se sentía más cómodo allí que en París, donde sí notaba cómo la “grandeza” le oprimía. En relación con esto insiste en cómo en Nueva York todo el mundo se busca la vida, pelea por sobrevivir y no lo oculta, mientras que en Europa esa lucha se esconde tras un velo de complejos de clase.

Sumen a esas reflexiones la presencia magnética de sus obras. A sus conocidos personajes cabe sumar aquí evocaciones más pictóricas, no en vano las portadas para el New Yorker se empeñan en evitar un tema concreto. Así que el asunto acaba residiendo en la textura del lápiz o en la potencia del color. Todas las influencias de Sempé afloran, agrupadas y reinterpretadas por su propio estilo, al tiempo evocador y humorístico. Notamos ecos de Dufy y Matisse, autores tan aparentemente ligeros como Sempé, pero que comparten con él esa sensación de acogedora eternidad.

Queremos vivir esas vidas de acuarela, pasear con esos pequeños personajes, habitar sus entrañables casas…