56 páginas, 12,95 euros
UN VAQUERO NEGRO
El guionista Darko Macan-y el dibujante Igor Kordey nos llevan de paseo por un oeste tan salvaje e intenso como poco habitual.
Aunque todos recordamos westerns protagonizados por afroamericanos, de “El sargento negro” a “Sin perdón” (con Morgan Freeman como secundario), lo cierto es que su presencia más allá de la Guerra Civil y sus alrededores no es común en el género.
Macan decide construir su argumento alrededor de un sheriff negro, con todas las tensiones y conflictos raciales que ello conlleva. Es este un volumen de presentación, la primera aventura de un personaje que apenas consigue salvarse de la horca en la secuencia inicial, ni librarse del todo del patíbulo, como se comprueba al final. Obligado por las circunstancias, se infiltra en una peligrosa banda de antiguos esclavos comandada por un depravado hombre blanco.
El relato no presenta demasiadas sorpresas. Macan y Kordey, testigos ambos del desmoronamiento de la antigua Yugoslavia, llevan tiempo ofreciéndonos la mirada más pesimista posible sobre la condición humana. Los hombres son o malos o peores, queda muy poco resquicio para la esperanza o la decencia.
Aquí el héroe pelea para que su familia pueda sobrevivir y se zambulle en medio de una manada de sanguinarios lobos que no le ponen las cosas fáciles. En realidad el argumento no importa mucho en el conjunto de la obra. Lo que le aporta verdadero valor es la puesta en escena de Kordey. Según se indica en los créditos, también supervisa el color, que es excelente, cargado de tonos insospechados y matices tan maravillosos como los de la vista del pueblo al atardecer.
En cuanto al dibujante es un viejo conocido de los lectores. Nos conquistó con su “Batman-Tarzán”, nos fascinó en X-Men y le hemos seguido en su ya larga trayectoria. Es un eminente discípulo de Corben, de quien hereda el gusto por los juegos de claros y sombras y la predilección por las luces rebotadas.
Nunca se conforma solo con el blanco y el negro así que sus zonas oscuras se llenan de matices que describen con precisión unos rostros siempre interesantes. Sus figuras son tan humanas como realistas. Es un creador singular y un gran maestro de la historieta. No construye dos páginas iguales y su dominio de la anatomía y los espacios perspectivos queda patente en imágenes impresionantes como la doble plancha del asalto a la ciudad.
Salta con naturalidad y aparente facilidad de poderosos primeros planos a complejos planos generales donde con sencillez y rigor encaja a múltiples personajes sobre detalladísimos fondos. Nada se le resiste, cada página es una lección de dibujo. Además, su narrativa es muy fluida así que, aunque los protagonistas hablan mucho, el relato se sigue con facilidad y sin que resulte pesado.
En esta ocasión destacaría los expresivos rostros de sus personajes, sobre todo la descripción que hace del villano, un excesivo psicópata al borde de la locura, un secundario muy teatral al que el dibujante saca todo el partido posible. La portada, fenomenal.
No es este el western más interesante que se publica en la actualidad. Ya saben que es difícil competir con el Ken Parker de Berardi, sobre todo cuando lo dibuja Milazzo. Pero solo por la intensa presencia de Kordey merece la pena comprarse este álbum.