viernes, 20 de abril de 2018

EL ORIGEN DE LA LLAMA VERDE de MIGNOLA, ROBERSON, MITTEN, STEWART

El origen de la llama negra Hellboy - Mignola, Roberson, Mitten Stewart
Norma Editorial, 2018
136 páginas, 17,50 euros

CON Y SIN 


Con gran regularidad, Mike Mignola mantiene en pie el universo Hellboy produciendo obras con autores que procuran siempre ajustarse a las inconfundibles pautas estéticas de la serie.


Recuerdo cuando hace lo que parecen mil años se presentó en el Salón de Gijón, empeñado en dibujar un personaje al que nadie conocía y que nadie deseaba tener en sus cuadernos de dedicatorias. “No quiero esta mierda, quiero un Batman”, era la queja habitual entre los aficionados.

En aquel momento Mignola no era popular por su Hellboy sino por sus colaboraciones con diferentes héroes en Marvel y DC. Pero estaba obsesionado por alcanzar una mayor independencia creativa y suponía que su diabólica creación se la iba a conseguir, como así fue. La jugada le ha salido bien y todo el mundo parece rendido a los pies de su chico infernal. Las adaptaciones cinematográficas a cargo de Guillermo del Toro han respetado su imaginario, ampliándolo más allá del papel y asegurándole una confortable posición y la autonomía artística que anhelaba.
Sus logros son considerables, más en una industria tan volátil como ésta. Recuerden que en su primera historia, como no se sentía demasiado seguro de sus capacidades como escritor, contó con la ayuda del autor más de moda, el tipo que lo dibujaba y lo escribía todo y a quien los fans veneraban. Hoy en día ¿queda alguien que se acuerde de John Byrne?

El origen de la llama negra Hellboy - Mignola, Roberson, Mitten Stewart
Lo he dicho con anterioridad, como dibujante el trabajo de Mignola es absolutamente respetable. Ha conseguido imponer su estilo minimalista y de alto contraste y creo que su influencia ha sido muy positiva sobre otros autores.
También respeto su panoplia de intereses temáticos, esas historias de fantasmas que beben de todas las fuentes posibles, de los cuentos clásicos a Lovecraft pasando por la mitología o lo que se les ocurra. Nada gótico le es ajeno y esos mundos son especialmente agradecidos para cualquiera educado a los pechos del tío Creepy como yo. Su problema siempre han sido los guiones.
De vez en cuando consigue resultar entretenido, como le ocurría en algunas de sus afortunadas colaboraciones con Corben. Pero en general leer un Hellboy o cualquiera de sus series adyacentes es como no leer nada, da lo mismo. Sabemos que tendremos una ración de bonitos dibujos asegurada pero que luego los hechos que se nos van a contar serán irrelevantes, planos y sin apenas emoción. De alguna manera Mignola no consigue transmitir, es frío como el hielo, distante.

Los muertos vivientes de Kirkman y Adlard Planeta Comic zombies Muerte Segura #28
Le he echado un vistazo a “El origen de la llama negra”, escrito por él. El dibujante tiene un estilo en su onda y todo presenta un buen aspecto. Hasta que nos ponemos a leer. Reconocemos la atmósfera, esos ambientes orientales con sectas asesinas que tantos buenos momentos nos han asegurado en el cine clásico. Pero aquí nada, pasan muchas cosas, los personajes no se callan nunca, hay monstruos del averno y todo da igual. Emoción cero, interés ninguno. No hay manera. Si no me creen les propongo que comparen el distanciamiento brechtiano de Mignola con la intensidad de Kirkman en otra conocida serie de terror. “Los muertos vivientes” también ha conocido una adaptación audiovisual, en su caso como serie de televisión. Por lo que he visto, con temporadas mejores y peores. Pero recuerden: el tebeo es otra cosa. Y milagrosamente el guionista se las ha apañado para mantener nuestro interés sobre sus personajes. Prácticamente hablaría de la serie en cada nueva entrega porque número a número siempre hace algo que me sorprende. A veces son buenos episodios y otras muy buenos. El último era realmente excepcional. Como suele ser habitual coincidía con la muerte de unos de los protagonistas, algo normal en la saga y al tiempo siempre diferente. La gente se muere “de verdad” en Los muertos vivientes. Tanto que el creador se ha visto obligado a introducir una carta en mitad del relato, para explicar lo mal que se sintió cuando se cargó a ese personaje. Y les aseguro que no sonaba a truco de guionista. Pero donde realmente demuestra su maestría es en una escena en mitad de la agonía de la heroína, que ha sido mordida por un zombi y sabe que el fin se acerca. Habla sobre el amor y niega el concepto de la media naranja, de esa pareja ideal que cada cual tiene reservada, esperándole en alguna parte. Al contrario, defiende que “cualquiera puede amar a otro si quiere hacerlo”. Argumenta que nadie está hecho para ajustarse a otro, pero que todos podemos aportarnos felicidad. La escena es tan conmovedora como sugerente y nos mantiene pegados al relato hasta su dramático desenlace. Kirkman sí tiene lo que esperamos de un buen guionista. Mignola, lamentablemente, no.