Astiberri, 2018.
216 páginas, 18 euros.
VERSIONES OFICIALES
Esta reconstrucción del trágico accidente del metro de Valencia ganó el premio Ciudad de Palma de cómic en 2016. En ella se critica la posición adoptada por algunos políticos.
Escribo estas líneas a pocos días del decimocuarto aniversario del atentado del 11-M en Madrid, otro asunto que también presenta muchas zonas grises. Pero la indignación que llevó a muchos ciudadanos enfurecidos ante las sedes del PP en aquellos primeros días parece haberse desvanecido con los años. Aquí el asunto valenciano se aborda con un dibujo muy estilizado pero correcto. Hay dos secuencias al inicio que en cierta medida marcan el tono de lo que vendrá. Me refiero a la primera, con el padre dando de comer a las palomas, y la del accidente, con ese zoom al interior del túnel. Enseguida se adopta un aire muy documental que conmueve precisamente por su sencillez, con las llamadas al centro de emergencias y los primeros momentos de desconcierto. Pero nunca se abandonan del todo las metáforas visuales.
En la página 20 salen los responsables políticos y vemos que se les presenta como fregonas, figuras con tentáculos por cabeza. Chirría la primera vez y sigue haciéndolo a lo largo de todo el volumen. Cuando luego aparecen “el follonero”, Joan Ribó o cualquier político que no sea del PP los autores se aseguran de que se parezcan. Si son del PP son monstruos, esa es la idea que se traslada al lector. Después viene toda la explicación de las posibles causas técnicas del accidente, las declaraciones, la destrucción de pruebas y la construcción de la “versión oficial”. Toda esa parte es interesante y acerca la obra al género judicial, con pistas que seguir y misterios que desentrañar. Esos momentos en que se confrontan los argumentos del gobierno regional con las dudas razonables de los expertos son sin duda los más interesantes y provechosos del comic.
Pero lamentablemente no se sigue esa vía. Pronto nos damos cuenta de que si los responsables son como bestias lunares sin rostro, las víctimas a duras penas se individualizan. Están el padre y su hija, el padre y su hijo y poco más. Se nos dan los nombres de dos de los directores de la asociación de víctimas pero se insiste en el colectivo, en la fuerza del grupo. Lo cual supongo que políticamente tiene sentido pero narrativamente es letal, distancia del posible drama.
No consigo acabar de interesarme por unos personajes apenas esbozados y a los que se rodea de gusanos y otras sutiles alusiones gráficas. Si el énfasis no se pone ni en los protagonistas ni en los hechos desnudos ¿qué es lo que se nos cuenta?, se preguntarán. Pues básicamente el tebeo deriva hacia la agitación y la propaganda. Los responsables del PP son unos monstruos, los que los sustituyen unos santos. Los del PP estaban preocupados por la visita del Papa, los nuevos montan comisiones de investigación. Los de Canal 9 no hablan del accidente… hasta que casi pierden su puesto de trabajo, entonces dedican al suceso amplios publirreportajes. En fin, durante años la gente es idiota y no apoya a la asociación, pero entonces llega “el follonero” y consigue llenar plazas antes vacías.
Es indignante que gente que ha perdido a sus familiares en tan trágico acontecimiento, además deba soportar cómo se intentan ocultar las causas de ese drama. En un buen relato judicial (“En el nombre del padre”, “Algunos hombres buenos”, “Anatomía de un asesinato”…) tras la exposición de las pruebas se llega a alguna conclusión y se condena a los culpables.
Aquí la atención se centra en la rabia de unas víctimas a las que nadie escucha… que se desvanece en cuanto les empiezan a poner medallas y a sacarlas por la tele. En una pequeña nota al final se indica que el caso ha vuelto a ser archivado. ¿No era eso lo importante? Esclarecer la verdad, descubrir las razones últimas del accidente, decidir cuánto se podía haber hecho para evitarlo… o para que no vuelva a ocurrir. No es esa la sensación que transmite la obra. Más que a una verdadera preocupación por la justicia, asistimos a la instrumentalización política de unos hechos lamentables. O sea, más de lo mismo.