viernes, 4 de noviembre de 2016

20 ANIVERSARIO SUPLEMENTO BELLVER

Ahora que llega el aniversario del suplemento de cultura Bellver me doy cuenta de que esta sección también está a punto de cumplir veinte años. En diciembre de 1997 se publicó el primer “Tebeo y no lo creo” en el Diario de Mallorca.

CUANDO OIGO LA PALABRA TEBEO...


He tenido ocasión de preguntarme en numerosas ocasiones qué hacía una sección de comics en un suplemento cultural. La cuestión no es ociosa. Si revisan la mayoría de revistas, semanarios y demás fascículos complementarios que acompañan a la mayoría de periódicos de este país difícilmente se encontrarán con una parte fija dedicada al medio.
20 aniversario Suplemento Bellver - comic - Diario de Mallorca

Hay sonadas excepciones, como el clásico Manuel E. Darias en El Diario de Avisos de Tenerife. Pero la norma establece que conviene tener contratado a algún experto para situaciones especiales, tipo defunciones, expo de Max en El Prado o una biografía de Carmena, y poco más.

En general, mejor no mezclar actividades menores y de escaso lustre cultural con los temas realmente serios. Ya saben: arte moderno, teatro, literatura de la que no se vende… Muchos mandarines culturales cuando oyen la palabra tebeo, parafraseando a ya-saben-quien, se echan la mano a la pistola o al látigo. ¡Fuera de aquí, desgraciados, bachibozuks! No es mi intención iniciar una sarta de lamentos como si fuera un aficionado al rock o a los grafitis. O un aparejador o un enfermero. ¡No me llaméis pinchaculos! La batalla por el predominio cultural es constante, la cima pequeña y los aspirantes numerosos.

Nunca he creído que pueda defenderse el medio (ningún medio) en general. Pero sí a determinados autores. Una gran parte de la producción literaria es lamentable. Pero hay un reducido número de obras que por sí solas justifican toda la tinta malgastada desde el principio de los tiempos. Y lo mismo con los comics. O la pintura. La búsqueda de reconocimiento no es un objetivo deseable. Llegará o no, pero apenas guarda relación con la calidad de las obras. La última gran operación para dar lustre al cómic, la novela gráfica, no deja de ser una exitosa estrategia comercial, cuyos frutos artísticos son muy escasos. Y desde luego en nada han mejorado a formatos anteriores, de las tiras en que leímos a Modesty Blayse, los álbumes de Tintín o los comic-book donde se publicó Batman año 1.

Desde los sesenta asistimos a progresivos intentos de rescate cultural. Primero directores como Resnais o Fellini proclamaron las bondades del comic; luego eruditos como Eco escribieron sesudos ensayos sobre Superma;, más tarde creadores tan rompedores y prestigiosos como Jodorowsky pusieron sus guiones al servicio de algunos dibujantes; fanzines, revistas especializadas y convenciones florecieron por toda Europa y muchas se mantienen en la actualidad.

En los últimos años la traslación de los superhéroes al cine ha sido un arma de doble filo. Ha asegurado su popularidad y una propaganda muy beneficiosa, pero también ha fomentado la vinculación de las historietas con unos lectores-espectadores siempre por debajo de la adolescencia.

Salvo sonoras excepciones, los intentos del comic por madurar tanto internamente como hacia el exterior no han tenido éxito. Se han diluido, bien devorados por el populismo de unos programadores culturales demasiado próximos al fenómeno fan, o se han asfixiado por el abrazo de expertos obsesionados por la experimentación y de un elitismo tan arrogante como improductivo. No todo son malas noticias. Las historias y los formatos se han abierto y la variedad es la clave de un paisaje que ya ha dejado atrás toda tentación de vivir solo del monocultivo. Se van colando las noticias sobre viñetas en entornos como éste, normalizando su posición en ámbitos culturales.
De alguna manera se filtra la idea de que los dibujantes son respetables y de que no todas las historias son para descerebrados.

Pero los avances son lentos. No está de más acabar recordando las palabras de un sabio que nos dejó este verano, Gustavo Bueno. En El mito de la cultura explicaba el carácter paradójico de la cultura y su aparición relativamente reciente. Antes se empleaban sobre todo términos agrícolas, como “cultivo”. El salto de “persona cultivada” a “persona culta” lleva incorporados no pocos componentes nacionalistas y racistas. Y como el mismo profesor comentaba, no se pueden respetar culturas ateas y religiosas al tiempo, vegetarianas y caníbales. Se respeta a las personas, pero no a todas las ideas. Su desmitificación de la cultura lo que conlleva es justo lo contrario, reducirla a su esencia, un mito, una idea que veneramos sin reflexionar sobre ella y sus consecuencias en profundidad.