Diábolo, 2016.
106 páginas. 13,95 euros.
Este conjunto de relatos breves se anuncia como la primera novela gráfica cubana. No sé si realmente lo es pero sí que emana una indudable energía y se merece que los lectores más desprejuiciados le den una oportunidad.
Primero, por el dibujo. El trabajo de Renier Quer, un primerizo en esto del comic pero con experiencia en otros campos como los story-boards, es muy interesante. Sus densos tramados podrían recordar a Druillet o Moebius, también al primer Manara o al Kordey más sucio. Como ellos participa de una larga tradición de ilustradores empeñados en bucear en lo real, en recrearse en los grises y en los complejos matices que se pueden extraer de la luz y su relación con el volumen.
No es nada tímido y las viñetas transmiten un indudable vigor, una personalidad que no teme correr riesgos y equivocarse. El detallista nivel de realidad en el que se mueve es muy importante para el éxito del relato, un paseo crudo y directo por el submundo de la prostitución masculina en La Habana. Él consigue que la sordidez de ciertas escenas se mitigue, en gran medida gracias a su excelencia con el lápiz. Quizás falla en ciertas expresiones, alguna actuación chirríe, pero son aspectos menores en una labor en general muy meritoria.
Lo que ocurre con el argumento de Arturo Infante es algo más complejo de explicar. Lo primero, recomendar el excelente prólogo de Luis Antonio de Villena, “Cómic y jineterismo”. Explica a la perfección qué podemos esperar del interior. Por un lado una representación muy verosímil de las andanzas de los chaperos cubanos, pero también una aproximación a unos personajes que intentan sobrevivir en un entorno adverso y con unos sueños que apenas pueden pagar.
Están atrapados entre dos realidades que los oprimen. Por un lado la del régimen cubano, al que el tomo apenas presta atención, más allá de la presencia de los policías y la constante amenaza de destierro. Muchos de los jóvenes putos vienen de pueblos a los que pueden ser devueltos en cualquier momento, truncando así sus esperanzas. Pero además de ese estado opresor que ha llevado a la prostitución a una buena parte de su población, están los otros, los turistas.
De ellos también ofrecen unas buenas muestras las páginas de esta obra. Viejos con pasta que viajan al paraíso tropical en busca de carne fresca y sexo fácil y barato. Que es básicamente la razón por la que la mayoría de españoles van a Cuba. A “singar” barato con un pueblo de esclavos. Pero esos esclavos tienen sentimientos y el álbum los muestra. Muchos se sienten atraídos hacia “la lucha”, que es como llaman a su trabajo, como único medio de mejorar sus condiciones de vida o de alcanzar los productos que desean, como perfumes, bebidas o móviles. Otros sueñan con pillar un novio europeo que los saque de allí. Otros están casados y practican el oficio con limitaciones y despreciando a sus clientes. El comic describe muy bien los sentimientos, anhelos y desdichas de sus protagonistas, unos “ragazzi de vita” que pueden ser tan brutales como los que se dice acabaron con Pasolini o tiernos y frágiles como niños asustados. En algunos casos, como el Tomasito de la última historia, pueden ser ambas cosas a la vez. Impagable el detalle de los ancianos que se levantan de la cama para alquilarla por horas a los turistas que la precisan.
Hay poesía en esta publicación, pero su contenido no se ajusta a todos los públicos. Los actos sexuales, aunque presentados en toda su crudeza, tienen un sentido en la trama y ayudan a reflejar las contradicciones de algunos de los personajes. Así que no chirrían sino que resultan casi inevitables en el contexto de lo narrado.