60 páginas, 18 euros.
PINTAR Y PELEAR
Nunca he sido un fan de Milo Manara. Comprendo que se admire su dibujo realista y clásico y que haya quien disfrute con sus mozas, salidas todas del reparto de una película de Hamilton y en el límite de lo legal. Pero ni sus temas ni su manera de contar me parecieron jamás tan magistrales como algunos afirmaban.
Sin embargo, en sus últimas obras hay algo que me está reconciliando con el arte de este viejo calentorro. Ya me pasó en los Borgia, la saga que dibujó sobre guión de Jodorowsky. Y vuelve a ocurrir ahora en esta biografía de Caravaggio que ha comenzado en solitario.
Tiene que ver con uno de los aspectos de su trabajo que más rechazo me ha producido siempre: la gestualidad de sus personajes. Siempre desmedida y teatral y asociada a otra de sus carencias, el control del ritmo. La acción en los comics de Manara se acelera o ralentiza porque sí. Escenas importantes pasan desapercibidas. Momentos tontos se enfatizan, con los héroes adoptando posturas grandilocuentes y planos generales que no vienen a cuento.
Esas han sido sus características y las razones que me llevaban a mantenerme a distancia cuando se ponía serio. Cuando la cosa iba de encadenar excusas para mostrar jovencitas en pelotas pues hay que reconocer que en ese universo sí que era un maestro, con el dibujo más adecuado al tema posible. Pero ¿historias donde pasaran cosas y los protagonistas tuvieran que actuar de verdad, no sólo fingir orgasmos? Esto se le resistía a Milo.
Creo que Jodorowsky le sentó bien porque le puso a dibujar temas que se adecuaban a las tendencias naturales de su dibujo: sexo, por supuesto, pero también una aproximación operística, teatralizada en la que el gran gesto y las perspectivas amplias cobraban sentido y aportaban enjundia a lo narrado.
Con la lección bien aprendida, Manara aborda ahora la vida del pintor más peliculero posible, el pendenciero y multisexual Caravaggio. Aunque ciertas aproximaciones psicológicas han insistido en el marcado carácter homosexual de algunas de sus pinturas y se ha especulado mucho sobre las acusaciones de sodomía que recibió, la visión de Manara es ortodoxamente heterosexual.
Hay chiquillos en pelota por aquí y por allá pero a las que se tira el joven Michelángelo es a las putas que tienen como siempre la cara (¡y los cuerpos!) de las clásicas chicas “Manara”. Recientes biografías aseguran que al pintor tanto le daba la carne como el pescado y que su sexualidad era demasiado explosiva como para ser contenida por categorías clásicas, como la de “bisexual”. Esto ya le da juego a Manara, pero además todo el mundo coincide en lo broncas que era Caravaggio, lo que da pie a coloridas peleas y escenas de acción que animan los pasajes entre la pintura de cuadros y sus constantes encarcelamientos.
Añadan a esto otro de los verdaderos protagonistas del volumen, la ciudad de Roma. Una Roma que no se ajusta exactamente al más estricto realismo. Manara conjura visiones de Piranesi para brindarnos una urbe barroca, misteriosa, decadente y monumental, un marco perfecto para las mundanas pasiones que dominan a los héroes de esta historia. Manara decora sus dibujos con delicadas aguadas y mantiene su aire lánguido y artificioso, de manera tal que siempre se establece cierta distancia, teatralizando lo narrado. Emplea un color muy contenido, casi monocromo que aporta serenidad a un relato cruel y sexual. Y con buenos culos.