44 páginas, 16 euros
HILDA Y LOS DUENDES
Bárbara Fiore publica cuentos para niños firmados por autores tan interesantes como Shaun Tan o Pablo Amargo. Ha rescatado clásicos infantiles de Paul Rand y recientemente editaba los deliciosos desplegables de Leporello. También está traduciendo una serie de comics protagonizados por la pequeña Hilda.
Ya lleva cuatro volúmenes, todos cuidadosamente producidos, con un papel excelente, bonitas guardas, lomo entelado y barnices varios en las cubiertas. Como objetos gráficos son unos regalos perfectos y es un verdadero placer sencillamente hojearlos y dejarse llevar por los colores suaves y el aroma a fantasía clásica que desprende cada libro.
En los dos primeros, Hilda y el trol y Hilda y el gigante de medianoche, la heroína vive en el campo con su mamá hasta que un gigante antiguo les pisa la casa y deben mudarse a la ciudad. Hay ciertos cambios en el dibujo de un álbum al siguiente, como puede observarse comparando el aspecto de Hilda en las portadas. En los dos siguientes se trasladan a la ciudad pero las aventuras mágicas continúan en Hilda y la cabalgata del pájaro y Hilda y el perro negro.
La maquetación de las planchas es digámoslo así “retromoderna”. Por un lado remite a los clásicos Sundays de la edad de oro del cómic, pero desde un enfoque muy actual. Hay páginas saturadas de pequeñas viñetas al lado de otras con una splash o con varios dibujos sueltos, buscando una constante variedad. La gama de color evita toda estridencia y se mueve siempre en armonías entonadas y agradables, un poco desleídas y con predominio de los cálidos, entre los que salta el azul del pelo de Hilda.
Hay que decirlo ya: leer este comic de Luke Pearson invita a arroparse con una manta mientras en el exterior llueve o nieva y sentimos la madera crepitar en la chimenea. Yo no tengo chimenea pero seguro que me entienden. Se evitan las estridencias pero la narrativa clásica se anima con un grafismo con toda la frescura de la modernidad.
Las influencias manga y los arrebatos indie son más evidentes en los dos primeros volúmenes y luego se diluyen en un estilo muy personal, ligero e integrador. Tanto en el terreno argumental como visual las referencias japonesas son constantes, sobre todo al maestro Miyazaki. Como ocurre en muchas de sus películas, la protagonista es una niña que se enfrenta a sucesos extraordinarios y pasea con naturalidad entre la realidad y universos alternativos llenos de magia y tipos raros. Al principio se nota más el tufillo alternativo-panteísta, con la naturaleza y sus fuerzas como nueva religión, pero luego el autor se olvida de esas veleidades y convierte la serie en una gran aventura fantástica. Además, su ritmo es perfecto y sus páginas se cargan con soluciones visuales ingeniosas.
El guión, al contrario que muchos tebeos “para niños”, evita las ñoñerías y los arrebatos pedagógicos, aunque por supuesto hay cosas que podemos aprender con Hilda, una niña tan compasiva como curiosa y atrevida. Como a no fiarnos de las apariencias y a no hacer lo que hacen todos los demás.
Quizás el primer álbum es el más flojo, donde se notan los tanteos del autor en busca del tono adecuado, pero el segundo ya es perfecto y encantador y luego la calidad ya no baja. Más allá del aire Totoro de las aventuras, resulta muy original, encuentra un camino propio y muy entretenido de leer. A los niños les gustará pero los padres también pueden disfrutarlo y no sólo por la evidente calidad de su grafismo. Está escrito con humor y ganas, es tierno y misterioso y nos recuerda que el comic infantil puede y debe reinventarse si queremos que el medio sobreviva al aluvión de tablets, móviles, aipads, güii-us y lo que se les ocurra, que asedian a nuestros hijos con alternativas en muchos casos de gran calidad y que les exigen muchos menos esfuerzos de los que conlleva leer un comic. ¡Leer! ¿A quién se le ocurre?