ECC, 2014
Entre el abultado montón de historias prescindibles que encontramos en el último Batman Black and White destaca la participación de un talento emergente: Cliff Chiang.
Como saben la serie agrupa relatos cortos en B/N a la manera de las publicaciones de Warren de los setenta, Creepy y Eerie, Vampus y Rufus en su versión española. En sus primeras entregas incluían verdaderas obras maestras como las facturadas por Timm, Corben o Chaykin. Pero con el paso de los años la calidad ha ido disminuyendo y cada vez resulta más difícil señalar episodios interesantes entre toda la maraña que puebla estas saturadas planchas de nuestro hombre murciélago favorito. Con todo hay algunas excepciones notables. Sobre todo la historieta de Weston y Butler, tan sencilla como impactante, la curiosa aproximación de Moss y Cloonan y, por supuesto, el trabajo de Chiang, que también firma el guión.
En un momento en que los dibujantes de superhéroes se polarizan bien hacia un realismo fotográfico con tendencia a la rigidez o bien hacia el cartoon más barroco e ininteligible, sepultados todos ellos por capas y capas de oscuro y enmarañado color digital, reconozco que me cuesta acercarme a los tebeos “de grapa” para comprobar cómo les va a los tipos con la ropa interior por fuera. Pero siempre aparecen autores que se saltan las clasificaciones y Chiang es uno de ellos. Su dibujo no es absolutamente innovador. Al contrario, maneja muchas referencias que nos suenan, de Caniff a Mazzucchelli pasando por Timm. Pero el resultado de esas influencias es refrescante. Sus planchas se leen con facilidad, sus viñetas están llenas de aire, su narrativa apuesta por la claridad y sus personajes son vitales, dinámicos y bien caracterizados.
Empezó a llamar mi atención con su participación en la serie Wonder Woman, donde realzaba unos guiones más bien mediocres y con demasiadas referencias a Sandman. Pero el refrescante dibujo de Chiang conseguía que aquello pareciera bastante mejor de lo que realmente era. Luego me sorprendió en Cuidado con Creeper, un juego con un personaje clásico de DC, una más de la abultada lista de creaciones de Ditko, al que por otro lado no se cita por ninguna parte en este volumen. Su superhéroe, ese Creeper que da título al comic, era de lo más estrafalario, de hecho construía su disfraz con restos de trajes abandonados de un carnaval. Y sus poderes eran tan bizarros como su aspecto. El personaje creado en 1968 y que entonces se movía en un presente lleno de gangsters y políticos corruptos, se traslada al pasado en esta revisión. A un París habitado por bohemios y decadentes de diverso pelaje que parece fascinar a los creadores americanos. Si el escenario es rico en texturas y los autores se aseguran de llenarlo con personajes que podemos reconocer, el relato es demasiado descabellado y lioso y tras su lectura sólo nos queda el recuerdo agradable del elegante dibujo de Chiang. Que por cierto realiza una curiosa reinterpretación del héroe original. Aquí cambia de sexo y apenas conserva nada de su primera encarnación, más allá de su carácter histérico y la tendencia a los gestos grandilocuentes. Pero de alguna forma ciertos componentes de su vestuario nos remiten a la versión de Ditko. Si aquel rodeaba el cuello del protagonista con una vistosa boa de plumas Chiang la convierte en penacho y la emplea en unas curiosas hombreras. Destaca también el agradable color de Dave Stewart. Y poco más.
Finalmente, en su episodio de Batman Black and White, se encarga tanto del guión como de los grafismos y todo funciona perfectamente. Un relato clásico con Robin como protagonista, perfectamente dibujado y mejor contado. Sin duda Chiang es un talento a seguir y yo no pienso perderme lo próximo que le publiquen.