224 páginas, 18 euros.
DE ASESINOS Y VÍCTIMAS
Una novela gráfica que explica la vida en el instituto del carnicero de Milwaukee, justo antes de que iniciara su carrera criminal. Viene avalada por creadores como el dibujante Robert Crumb o el novelista James Ellroy.
Cuando Derf Backderf descubre que el famoso asesino fue uno de sus compañeros de clase decide narrar esa historia, tal y como él la vivió. Lo que resulta más abrumador es la banalidad de los hechos que se nos cuentan. Dahmer, el futuro criminal, tiene sus problemas en casa, sus padres se divorcian, su despertar sexual es morboso y enfermizo, vive en una profunda soledad, aislado del resto de compañeros y prácticamente abandonado por sus progenitores. En un determinado momento intenta mitigar sus impulsos bebiendo como un descosido lo que le lleva a un estado de embriaguez casi constante en su último año de instituto, sin que ninguno de sus profesores haga nada para evitarlo. Aunque Backderf deja clara su posición desde el prólogo, él no siente lástima por su antiguo compañero, es un asesino despiadado que debe pagar por sus crímenes, sí que se esfuerza por intentar entender el origen del mal y descubrir si en algún momento se pudo atajar tanto dolor y sufrimiento. Su mirada compasiva se extiende al asesino y consigue que comprendamos el infierno por el que pasa este siniestro personaje justo antes de dejarse arrastrar al abismo de sus abominables pasiones, que incluían el sexo con cadáveres y el asesinato de diecisiete personas. Finalmente él mismo fue liquidado brutalmente por uno de sus compañeros de cárcel.
En general, sorprenden los territorios al que el autor consigue transportarnos, más cuando prestamos atención a su limitado dibujo, cargado de soluciones ocurrentes pero que no ocultan sus carencias. Backderf se sobrepone a esas dificultades porque tiene una historia que contar. No logra mantener la intensidad de sus primeras planchas, con esos pies del asesino que pasea hasta toparse con el gato muerto. Pero mantiene un buen nivel y la obra se sigue con interés y sin apenas desmayos. Quizás la última parte se estira un poco y se abusa de una de las escasas rarezas públicas de Dahmer, su caricatura de una crisis nerviosa. Pero son pecados menores en un conjunto lleno de virtudes y que sin duda alcanza su principal objetivo: mantenernos alerta. ¿Cuándo la travesura se convierte en algo peor, cuando la excentricidad es realmente un síntoma que debería alarmarnos? ¿En qué medida contamos con las armas necesarias para defendernos de la aparición de monstruos semejantes?
Backderf insiste mucho en el tremendo egoísmo del criminal y en que nada hay de admirable en su vida. Pero precisamente lo que más critica es su falta total de empatía, su incapacidad para ponerse en la piel de otro. Por eso todo el libro reflexiona sobre la soledad del monstruo, sobre su marginación. Es un constante ¿por qué no hicimos nada? Cuando le ven matar alimañas, cuando se ríe de alguien que se ha hecho daño, cuando bebe como un alcohólico… Muchos pasajes nos recuerdan situaciones parecidas en las que tuvimos la oportunidad de hacer algo y preferimos mirar hacia otro lado. Porque era lo más fácil o porque no era asunto nuestro. Mi amigo Dahmer acaba convirtiéndose en un sentido alegato contra la indiferencia. Sin excusas.