164 páginas, 19,95 euros.
AVENTURA A TODO COLOR
La dibujante francesa Audrey Spiry nos brinda una aventura tan novedosa como cercana. El descenso de unos turistas por unos barrancos se convierte en un relato fascinante gracias a la magia del color.
Ya lo he comentado con anterioridad: las nuevas técnicas digitales nos depararán grandes sorpresas en un futuro inmediato. Bastien Vivés, cuya obra El gusto del cloro algunos se han apresurado a comparar con este trabajo, ya anticipó algunas de las posibilidades de los programas de coloreado. Creo que puede haber coincidencias en cuanto a la temática, esos pasajes de ensoñación mientras el cuerpo se deja llevar por el agua, pero poco más. En el empleo del color Spiry es mucho más carnal, sensual. Remite a una tradición pictórica más matérica que la de Vivés, cuyo gusto por la línea apenas le permite entregarse por completo al color. Con todo, ambos comparten la pasión por las gamas cálidas, por la claridad. Nunca se aventuran en esos territorios que sobre todo el comic americano (y cada vez más el europeo) ha colonizado digitalmente. Donde antes encontrábamos agradables masas de color plano ahora debemos abrirnos paso entre hojarasca binaria, simulaciones de volumen, texturas arrojadas sin criterio, brillos y sombras escupidos al azar, sencillamente porque se puede y yo lo valgo. El color compitiendo y entorpeciendo el trabajo de la línea y con él la narración y el buen sentido que debería presidir todo tebeo.
Pero entre tanta tontería tecnológica algunos autores, verdaderos artistas, deciden volver a las fuentes y emplear las nuevas herramientas para ofrecer productos que, si no son del todo nuevos, al menos se esfuerzan por parecerlo. Todos reconocemos las referencias de En silencio. En el terreno plástico a mi me recuerdan cierta explosión de color de los ochenta, que vino acompañada de una nueva figuración muy desacomplejada y que por supuesto resonó en el campo del comic. El estilo de dibujo, un semirrealismo con una alegre tendencia a la distorsión, nos remite a ciertas historietas de, por ejemplo, Tomeu Seguí para la revista Madriz. En aquella publicación o en el primer Víbora seguro que tropezaríamos con propuestas gráficas similares. La diferencia es que entonces estaban realizadas con acrílico o acuarela y ahora esos tonos planos, que se pisan unos a otros sin miramientos, se hacen con el ordenador.
Todo ello enlaza con una tradición anterior y si me apuran más prestigiosa, la que iría de Matisse a Diebenkorn, pasando por otros como Nolde o Kirchner. Un mundo de colores saturados que parte de la realidad para desbordarla con intensidad. En ese sentido, si lo primero que nos impacta en este trabajo es el color, enseguida notamos que el dibujo acompaña muy bien a esas gamas salvajes, es plástico y rápido, y se derrite con facilidad para dejar hablar al color. Al lado de todo este festival cromático ¿qué cabe añadir del guión? En resumen, que no molesta. Se narra una modesta aventura cuyas peripecias sirven de excusa para que algunos de los protagonistas reflexionen sobre su vida y lo que quieren hacer con ella. Por el camino se entrelazan secuencias oníricas con los episodios de peligro real que supongo acompañan estos descensos por barrancos. Todo está contado de manera convincente y cuando los héroes están a punto de ahogarse nos asfixiamos con ellos. También disfrutamos cuando se enzarzan en sensuales juegos perfectamente realzados por el color. No se lo pierdan.
En Silencio