Barcelona, 2013.
336 páginas, 25 euros.
UN VERDADERO CREADOR
La recuperación de clásicos nos ha dado muchas satisfacciones en los últimos años. Ahora le ha tocado el turno al maestro japonés Osamu Tezuka.
No es esta la primera edición en español de su magna obra Fénix, pero sí la más cuidada y esperemos que completa. La aparición del tomo tres ha coincidido en las librerías con otra obra suya: El libro de los insectos humanos editado en España por Astiberri.
Como ocurre siempre con él, su arranque es impetuoso y arrebatador y la historia viene cargada de personajes interesantes y llenos de vida. Al final pierde algo de fuelle, pero cabe decir que el autor es grande hasta cuando se equivoca. Errores que no encontraremos en dos de sus sagas más recomendables: la increíble Adolf y la interesante Buda. Teniendo en cuenta el gusto por el trabajo de los nipones ya pueden suponer que hablamos de trabajos que se extienden a lo largo de cientos y hasta miles de páginas.
Respecto a Fénix, su reedición nos permite volver a sentir el vértigo de la primera lectura. Es una saga volcánica y abrumadora, que avasalla al lector por su frenética velocidad, sus constantes cambios de escenario, su océano de personajes, sus saltos temporales y sus experimentos narrativos. Del futuro al pasado, de lo histórico a lo imaginado, todo cabe en Fénix. Tezuka es uno de los grandes y el adjetivo de “dios del manga” se le puede aplicar sin exageración. No se detiene ante nada, cualquier recurso que se pudiera probar él ya lo ha intentado antes y va un paso más allá. Puede que a algunos les moleste la mezcla de secuencias humorísticas, las ráfagas metalingüísticas en las que sus creaciones interpelan al lector o el dibujante se pasea por su creación, pero yo los entiendo como pequeños respiros que nos permiten tomar aire antes de sucumbir de nuevo a la arrolladora fuerza del relato. Historias donde encontramos esa alegre mezcolanza que caracteriza a los grandes, de Shakespeare a Ford. Si a alguien le resulta exagerada la comparación anterior, yo recomendaría la lectura de algunos pasajes donde se levantan y aniquilan mundos en unas pocas páginas o donde la ambición, la pasión, los celos y el deseo se apelotonan formando sólidos conjuntos que empujan a los personajes hacia destinos siempre inciertos.
Podría comentar otros aspectos formales, de sus juegos con las viñetas a la aparente blandura del trazo, que muestra una clara y confesada deuda con respecto a la obra de Disney, pero estos rasgos carecen de importancia. Lo que separa su trabajo del resto y lo hace no grande sino enorme es su capacidad como fabulador, su habilidad para crear universos y destruirlos ante nuestros asombrados ojos, nada humano le es ajeno y nada hay que Tezuka no ose poner en práctica con sus personajes. Estos saltan de las más bajas pasiones, de la avaricia o la ira, a la espiritualidad y la entrega más descabelladas. Cualquier cosa puede ocurrir en sus historias y por eso nos enloquecen.