176 páginas, 15 euros.
COSIDO A MANO
Ennis mezcla en esta nueva obra dos de sus temas favoritos: la guerra y el horror. El resultado es un tebeo impactante que asusta por su brutal contenido y complace por su innegable calidad.
Estamos ante la traducción a viñetas del primer corto dirigido por el guionista. No extraña ese salto al séptimo arte ya que sus obras están cargadas de referencias cinematográficas. Tampoco el escenario y los géneros elegidos. Resulta casi natural para las criaturas de Ennis pasearse por la devastada Afganistán. También que allí libren una guerra contra una especie de adoradores del diablo, con el inevitable comando de fuerzas especiales a la cabeza de las escaramuzas. Cabe decir que tanto el guión como el dibujo corren a cargo de Mike Wolfer, que firma esta adaptación. Pero la presencia de Ennis es constante en todo el relato, desde el planteamiento inicial hasta lo más importante, el desarrollo de los personajes. Como en todo caso no puedo determinar cual es exactamente la aportación del dibujante permaneceré atento a sus siguientes obras porque ésta tiene mucha miga. Lamentablemente no a causa del dibujo, la parte gráfica es probablemente lo más débil del volumen. Al menos Wolfer se preocupa de diferenciar bien a los protagonistas pero falla bastante en las escenas de acción y en ocasiones cuesta situarse. Luego un color digital cargadito acaba de ensuciar la apariencia final del producto. Afortunadamente en cuanto nos ponemos a leer la historia nos olvidamos de todo.
Básicamente se nos cuentan las aventuras de una patrulla americana cuyo helicóptero es derribado en una remota región de Afganistán. Allí tropiezan con unas horrendas criaturas que se dedican a destrozar a todo aquel que se interponen en su camino, con prácticas tan divertidas como arrancar las tripas de sus enemigos y sacárselas por la boca. O clavarles sus propios fusiles en la cara. Después de un comienzo muy gore y explícito en el que descubrimos que esos bichos encapuchados no pueden morir ni se detienen aunque les falte media cabeza, los protagonistas, entre quienes destacan dos chicas de personalidades muy diferentes, se topan con una patrulla británica.
A lo largo de todo el relato el guión juega con una cuidada ambivalencia. Por un lado se alimenta de la intriga y el horror que esperamos en toda buena historia de miedo. Así que la operación por la que se transforma a un afgano normal en uno de estos monstruos es indudablemente espeluznante. Pero también se nutre de la épica de los mejores dramas bélicos, con un chispeante intercambio de diálogos entre los soldados veteranos y profesionales y esa nueva generación encarnada en la reflexiva Cooper y en Twiggy, su contrapunto, un aparente cachorrito que acaba convertida en una auténtica guerrera en el dramático final.
Como ya he adelantado este comic es mucho más que un comic de terror, es un preciso cruce de géneros en el que el miedo a la muerte y su presencia constante, una de las claves de los relatos bélicos, se emplea para potenciar ese episodio de horror en el que gente inocente es manipulada y transformada para servir a los más insanos propósitos. Nuevamente Ennis nos demuestra su sentido del espectáculo ofreciéndonos un entretenimiento que no da respiro. Pero también desarrolla uno de sus temas favoritos, la eterna lucha entre el bien y el mal que desde siempre ha animado los cuentos de miedo. Aquí los buenos descubren el valor que llevan dentro y lo emplean para ayudar a los que sufren y nosotros nos alegramos por ello. Por último, no puede olvidarse la fuerza de esa metáfora que preside todo el libro: esos muertos vivientes sólo atacan cuando quienes los manejan como marionetas hacen sonar unas latas cuyo tintineo les guía. No sólo se nos presenta a los terroristas como peleles, además quienes los dirigen no lo hacen movidos por hondas preocupaciones religiosas. Tan sólo por motivaciones mucho más mundanas como mantener un próspero negocio de trata de blancas.
¡Qué grande es Ennis!