viernes, 17 de mayo de 2013

RAY HARRYHAUSEN

In Memoriam - Ray Harryhausen & Medusa

UN RAYO SOBRE EL TORRENTE DE PARÍS


El pasado día 7 de mayo moría en Londres Ray Harryhausen. Tenía 92 años, se inició en el cine como aprendiz de Willis O’Brien y firmó títulos tan populares como “Jasón y los argonautas” o “Simbad y la princesa”, rodados en localizaciones muy cercanas.


Las necrológicas que se le han dedicado insisten en repasar su filmografía y su relación con el padre de King Kong, que le enseñó lo más importante: no limitar nunca su imaginación. Ray siguió al pie de la letra el consejo de Obie, su maestro, y nos regaló secuencias que permanecerán para siempre en nuestra memoria. Tuve ocasión de asistir a una conferencia suya en los 90, cuando acudió como invitado al Festival de Cine de Gijón. Exponía algunos de sus dibujos, minuciosas fantasías elaboradas a lápiz. Con ellas convencía a los inversores y también le servían para hacer comprender a los actores las fantasmagorías a las que se enfrentaban. Estaba todavía en buena forma y transmitía esa energía contagiosa de los grandes creadores. Para deleite de su entregado público, a mitad de la charla sacó uno de los escorpiones gigantes de “Clash of the Titans” (1981). Lo despojó de parte de su piel de goma y nos mostró su esqueleto metálico, compuesto de innumerables rodamientos que facilitaban una precisa articulación. Realizó entonces una pequeña demostración de su técnica, además de proyectar fragmentos de aquellos cuentos que adaptó en su garaje y que le abrieron las puertas de la industria. Se emocionaba al recordar el apoyo que había recibido siempre de sus padres, cuando siendo adolescente decidió dedicarse a una profesión tan especializada como peculiar.

Memoriam Ray Harryhausen - Rodando en el Torrent de Pareis (Mallorca) «The 7th voyage of Simbad»
En fin, Harryhausen ha sido una inspiración para decenas de creadores, no sólo en el campo del cine sino también de la literatura, el comic y la ilustración. Fue amigo de la infancia de otro Ray, Bradbury, que le acompañó cuando le otorgaron un Oscar y que también nos dejó el año pasado. Rodó en Mallorca secuencias de algunas de sus películas. En “The 7th Voyage of Sinbad” (1958) se reconocen con facilidad diversas vistas del Torrent de Pareis que en “Ray Harrihausen. An animated life”, una de las monografías dedicadas a su trabajo, figura como “Torrentes de París”. Allí uno de los camiones sufrió un percance y se quedaron sin algunas piezas de atrezzo que necesitaban para el rodaje. Los colaboradores locales solucionaron el problema recurriendo a las numerosas espadas de madera que se empleaban en las populares fiestas de cristianos y sarracenos de Soller. También rodaron en las cuevas de Artá, esquivando los numerosos grupos de turistas que ya entonces poblaban el lugar. El Torrent vuelve a aparecer años después en otra aventura de Simbad: “The golden voyage of Sinbad” (1973). En este caso la playa luce unos peculiares añadidos, construcciones que mezclan con alegría diversas referencias orientales. Precede a la conocida secuencia de la pelea con la diosa Shiva, con sus amenazadores seis brazos. Hace años fantaseé con la idea de realizar una exposición sobre este creador que ha paseado los paisajes de Mallorca por todo el mundo, integrados en sus peculiares universos de fantasía. Pero ese sueño parece cada vez más lejano e improbable.

Mientras tanto debemos recordarlo de la mejor manera posible: revisando sus películas. La crítica todavía debate cual fue su verdadera aportación artística, pero sus seguidores le agradecemos los viajes que nos permitió realizar. De su mano contemplamos horrorizados el poder de los dinosaurios, temblamos ante esqueletos que se alzaban de la tumba y danzaban a los compases del genial Bernard Hermann, que había unido fuerzas con Ray tras su divorcio con Hitchcock. De tan improbable matrimonio surgieron bandas sonoras memorables que acompañarán para siempre a los sincopados “actores” de Harryhausen. Porque ¿quién necesita naturalidad y fluidez cuando puede tener la deliciosa torpeza de sus muñecos?

In Memoriam Ray Harryhausen - CíclopeNo cuestiono las aportaciones de las nuevas tecnologías, que ya nos están brindando momentos maravillosos. Pero al final no es tanto una cuestión de técnica sino de amor, de emoción. “King Kong” no cuenta con los mejores efectos especiales, desde los estándares actuales, pero su historia continua conmoviéndonos. Lo mismo nos ocurre ante los siniestros platillos volantes de Harryhausen, ante su triste príncipe mono, su patético cíclope, su horrible Gorgona o ante el desgraciado Gwangi. Mi hijo de tres años ya ha contemplado cientos de veces cómo asan al pobre bicho en esa catedral mexicana al final de la película. Y en cada ocasión vuelve a abrir los ojos como platos, arrebatado totalmente por la magia de esas imágenes hipnóticas. Me pasa lo mismo cuando el huevo se rompe espasmódicamente y aparece el Roc, el feo pájaro de dos cabezas. O cuando la abeja gigante atrapa con cera a dos de los protagonistas de “La isla misteriosa”. O…
No te olvidaremos, Ray.