viernes, 24 de mayo de 2013

INVENCIBLE. GUERRA VULTRUMITA de KIRKMAN, OTTLEY, RATHBURN Y PLASCENCIA

«INVENCIBLE. Guerra vultramita» de Kirkman, ottley, Rathburn, Plascencia. Edita Aleta Dolmen
Aleta y Dolmen, 2013.
208 páginas, 19,95 euros.

DESTRUCCIÓN TOTAL GARANTIZADA


El éxito de sus “Muertos Vivientes” puede llevar a que nos olvidemos de otras series de Kirkman. No permitan que eso ocurra.


Especialmente si son amantes de las emociones fuertes y el “gore” más desprejuiciado. Personalmente, no soy un gran fan de las vísceras y el derramamiento gratuito de sangre, pero supongo que para un autor actual resulta muy complicado evitarlas sin parecer ñoño y desfasado. Kirkman desde luego no tiene esos problemas y episodio tras episodio de Walking Dead nos ofrecen nuevas cumbres de brutalidad. Cabe decir en su defensa que suelen venir, como se dice, “justificadas por el guión” como las tetas de la Cantudo en las pelis de la transición. En el último capítulo hasta la fecha, si pensábamos que la gran viñeta en que al niño del prota le vuelan media cara (ojo incluido) era insuperable, el guionista nos demuestra que todavía puede llegar más allá. La muerte a palos de uno de los personajes principales se convierte en algo casi insoportable, contada a través de un conjunto de viñetas a toda página directamente brutales. Asoma el cerebro y los ojos se salen de las órbitas, empezando por los de los lectores. Y lo cierto es que sí, que todo encaja en la lógica argumental de la serie.

«INVENCIBLE. Guerra vultramita» de Kirkman, ottley, Rathburn, Plascencia. Edita Aleta Dolmen
Algo similar pasa en Invencible. La saga no deja de ser una actualización del clásico concepto de superhéroe adolescente, con problemas con la novia, los padres y el trabajo. Kirkman nos lleva de sorpresa en sorpresa, acompañado por varios dibujantes con talento y caracterizados por una narrativa ligera y directa y un trazo encantador y expresivo. Pero resulta que se nos narra una guerra entre seres superpoderosos y sin sentimientos.

La atmósfera recuerda a ciertos relatos de Kirby, cuando abandonaba las calles de Nueva York y se ponía galáctico. O mejor, cuando se ponía galáctico sin abandonar las calles donde se había criado. Esas lecciones sobre la fuerza bruta y la voluntad de poder que había aprendido en el barrio no se le olvidaron y salían a la superficie cada vez que imaginaba alguna confrontación cataclísmica y descomunal. Kirkman juega en un terreno similar, con fuerzas desbordadas peleando por el destino de la galaxia. Y sabe a qué están acostumbrados los adolescentes actuales.

Compite contra videojuegos y superproducciones de Hollywood. No justifico sus excesos de violencia y sangre, pero sí que se explican en el contexto narrativo en el que las plantea. Difícilmente alcanzaría las alturas dramáticas que puntúan su serie, si no la salpicara con numerosas escenas de violencia explícita. Lo curioso en su caso es que se dan en un conjunto donde prima un tono más cotidiano. Al contrario que en Walking Dead o en un tebeo de Ennis, por ejemplo, en Invencible abunda el humor y las situaciones desenfadadas y el comportamiento del protagonista nos recuerda las etapas más ligeras de Spiderman. Por eso cuando acompañado de su padre alienígena se dedica a destripar villanos y a recibir él mismo soberanas somantas de palos, cuando, como en el último volumen, hacen saltar un planeta entero por los aires, con toda la tremenda energía que asociamos con Kirby, pero con un tratamiento más realista y sangriento, como lector me siento bastante descolocado. Pero leeré el siguiente episodio.