104 páginas, 16 euros.
ZOMBIES HÚMEDOS
En tiempos de crisis emigrar se convierte en necesidad. Pero no todos los que abandonan su país de origen son iguales. Compadecemos a algunos, admiramos a otros. Como a El Torres.
Es un caso único. Hay dibujantes, cada vez más, que colaboran con otros mercados, especialmente el norteamericano y el francés. Los grafismos saltan fronteras y con la suficiente habilidad y si el estilo y la narrativa son los requeridos, los autores van encontrando huecos por los que colarse. Pero la escritura es otra cosa. No sólo por la dificultad de escribir en un idioma que no es el propio. Es que además los temas deben interesar a otra cultura, participar de su contexto y eso sí que me parece complicado. De alguna manera El Torres lo ha logrado y le felicito por ello. Pero de la misma manera en que respeto y admiro la capacidad para hacerse un hueco en un mercado ajeno y lejano, debo añadir que eso no asegura necesariamente la calidad de los productos. Lo que gusta fuera no es necesariamente bueno. Ni todo lo de dentro, por supuesto.
Pero es que El Torres viene demostrando que su triunfo no ha sido casual ni fruto del azar. Viene demostrando su talento, su habilidad para escribir historias inteligentes y entretenidas. Artefactos de ficción que participan de muchas claves genéricas, en su caso sobre todo de terror, pero sin menospreciar a un lector al que consigue enganchar desde la primera plancha y sorprender en numerosas ocasiones según avanza la acción. Y no hablo de sorpresitas, de trucos para mantener nuestra atención, sino de auténticos giros, lógicos en el desarrollo del relato, pero que demuestran su capacidad para ir más allá de lo previsible.
En Tambores, su última entrega, mezcla elementos tomados de la realidad, como esa tormenta “a lo Katrina” que pesa sobre los personajes a lo largo de toda la historia, o mitología tomada de diversas religiones afroamericanas. Todo esto, por supuesto, adobado con una batalla entre dioses, muertos que se alzan de la tumba y ambientes realmente escalofriantes. El dibujante es un poco sucio y el color tan oscuro como se acostumbra en los modernos tebeos de terror, pero el ambiente funciona y todo se sigue sin dificultad. Es curioso el planteamiento inicial, esa fusión de santería y otros ritos variados que se dan a lo largo del Caribe y otras zonas de Latinoamérica. El Torres las reúne en una lucha imposible contra el mal que viene del más allá. Fascinante también la elección del bueno, un “niño-milagro” manipulado por su padre, cristiano fundamentalista, que no quiere saber nada de la religión y sus alrededores. Al final, esos “alrededores” lo alcanzan obligándole a tomar determinaciones muy serias.
Como siempre, es el talento y no el género lo que cuenta. No se trata de defender o atacar las series de zombies, sino de reconocer aquellas historias con calidad. Ésta o la aclamada creación de Kirkman, Walking Dead, la tienen. Y además salen algunos zombies, ya ven qué cosas.