Diábolo Ediciones. Madrid, 2011.
208 páginas, 19,95 euros.
AMOR Y PEDAGOGÍA
En anteriores trabajos de Vivès destacaba la personalidad de su dibujo y un empleo del trazo y el color poco habitual. También cierto desequilibrio entre la innegable fuerza de sus imágenes y una narrativa un tanto débil.
En su última obra, Ella (s), mantenía los rasgos que le caracterizan. El dibujo y el color eran muy sugerentes, pero la historia no acababa de despegar. A Vivès le gustan los asuntos amorosos y aunque no evita la representación del amor físico, que dibuja con gran sensualidad, se inclina más por las tramas románticas, romances imposibles entre personajes siempre condenados a no encontrarse. Esa tendencia al sentimentalismo ablandaba sus relatos y lo ponía siempre al borde de la ñoñería y la cursilería.
Pero ahora finalmente nos brinda una novela gráfica en la que anteriores defectos han sido corregidos, una historia realmente emocionante que consigue conmovernos. Hablo de Polina, un volumen donde primero sorprende la ausencia de color. Ha sido sustituido por el contraste radical entre blanco y negro y un gris cálido que acompaña con limpieza a los anteriores. Su trazo resulta aún más interesante que en anteriores entregas, aporta un aire abocetado y es tan “sucio” como expresivo. Destacan, en un relato dedicado a la vida de una bailarina, las secuencias de danza, en ellas la línea fluye de forma totalmente natural.
El dibujo sortea otra manía que acompañaba a Vivès, rebajando su calidad. Me refiero a cierta indefinición en las caras. Eso es muy grave en un cómic ya que afecta al ritmo de la narración. Aquí, con los limitados recursos que emplea, consigue situarnos sin problemas. La nariz de la protagonista o la barba del profesor son suficientes para orientarnos. Quizás, como siempre, nos perdemos un poco con algunos de los personajes secundarios.
Trabaja básicamente sobre dos ejes. Por un lado el relato biográfico de Polina, una aspirante a bailarina que casi en su infancia empieza a estudiar con un maestro conocido por su severidad. En un determinado momento Polina abandona la carrera que todo el mundo esperaba de ella y se embarca en una aventura con un grupo de vanguardia. Por el camino vive varios líos amorosos que se entrelazan con sus peripecias artístico-profesionales, descritas con gran veracidad. En la conclusión Polina se reencuentra con su antiguo profesor, agradeciéndole la visión de la danza que éste supo transmitirle.
De una manera más sutil, Polina es también una seria reflexión sobre la búsqueda de la belleza y sobre el arte y sus reglas. Por supuesto, la danza clásica es una disciplina que requiere mucha dedicación y en ella tienen más sentido las llamadas a conocer y respetar las normas clásicas. Pero Vivès es lo suficientemente hábil como para evitar los clichés y no reduce el asunto al enfrentamiento entre lo académico y lo contemporáneo. Al contrario, muestra las debilidades que anidan en comportamientos conformistas, ya sean conservadores o de vanguardia. La obra realiza una muy sentida llamada a la verdad como auténtico motor del arte, una verdad que sale del corazón por encima de modas y tradiciones.
Por último, y es quizás lo que vuelve más especial este trabajo, Polina enhebra con tremenda delicadeza ambos temas al tratar la relación entre el profesor y su alumna. Este es siempre un asunto espinoso, en el que resulta muy fácil equivocarse. Vivès no esquiva las dificultades y emociona ver cómo despliega esa historia de amor tan imposible como todas las que le gustan. Increíble ese momento culminante en que el maestro se quita las gafas y envejece ante nuestros ojos. Además, todo está narrado de forma muy visual, el autor no subraya nada, debemos leer entre líneas cuales son los sentimientos de esos dos protagonistas que se quieren sin enunciarlo nunca. Un trabajo tan hermoso como emotivo, bien desarrollado y con un desenlace perfectamente construido. Una obra mayor para recordar.