Random House Mondadori.
Barcelona, 2010.
322 páginas. 24,90 €
GUÍA DE VIAJE POR EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS
Esto no es exactamente un tebeo. Los que hayan disfrutado con anteriores trabajos de Talbot, ya conocen su habilidad narativa y su laborioso y áspero dibujo. Desde Luther Arkwright, ha explorado con variada fortuna las posibilidades del medio. Arkwright es un producto embarullado y excesivo, pero su Rata Mala es toda una lección de narrativa. Talbot es un creador riguroso, respetable y un poco excéntrico. Quizás lo más difícil de aceptar sea su dibujo, con un feísmo típicamente inglés, una torpeza interna que combate a base de mucho trabajo y que alimenta con su gusto por lo zafio. Una corriente populachera recorre toda su obra, aportándole color y humor. Sus comics están vivos y llenos de interés y siempre puede deparanos alguna sorpresa, para bien y para mal.
Contemplé las primeras impresiones de Alice en Gijón. Estaba en pleno proceso de elaboración del álbum y se dedicó a enseñar lo que ya tenía realizado, recabando opiniones y estudiando las reacciones que aquellos fragmentos producían. Era desconcertante. Iba sobre un tipo en un teatro que asiste a una extraña representación, mezclando dibujos con fondos fotográficos retocados con Photoshop, alternándose con historietas más caricaturescas sobre leyendas locales o citas de Shakespeare. Algo que llamó mi atención fueron unas páginas sobre William Hogarth, el ilustrador inglés. En ellas explicaba con sencillos esquemas visuales algunos de los recursos del dibujante, como el empleo de diagonales para aportar dinamicidad o la altura del punto de vista.
La sensación final era muy rara. Demasiadas cosas a la vez, sin un hilo argumental claro. Cuando finalmente el libro ha llegado hasta nosotros, gracias a la moda “Alicia” desatada por Tim Burton, mi inquietud no cesó. Talbot es un poco hortera y cuando se hojea su volumen no dan precisamente ganas de comprarlo ¡y menos de leerlo! Efectos de ordenador por doquier, textos que se amontonan unos sobre otros, mezcla de imágenes de procedencia diversa...
Y, sin embargo, estamos ante un gran trabajo. Pero no es un tebeo. No busquen aquí una estructura narrativa clásica, con un argumento que se despliega y alcanza un fin coherente. Tampoco personajes que ayuden a conducir la trama. Básicamente, es el propio Talbot el protagonista absoluto de su obra, dividido en diferentes configuraciones, del actor al patán, pasando por el peregrino e incluso el dibujante, que se fotografía con su mujer, la encantadora Mary. Lo que nos propone a partir de este juego de identidades es un viaje, a la manera de Alicia. Si ella se paseaba por los alrededores del sueño, Talbot nos descubre su hogar, ese Sunderland que al final conoceremos perfectamente.
El recorrido es doble y hasta triple. Deambulamos por la geografía de su ciudad y en cada esquina se nos explica su historia, con constantes saltos al pasado, tanto real como mitológico, que se entrecruzan y aclaran con gran habilidad. Pero también acompañamos a Carroll en sus paseos por estos lugares. Esta es una obra de tesis, la que sostiene la relación del creador de Alicia con Sunderland, restando importancia a Oxford. En el camino Talbot encuentra lugares y claves que podemos relacionar con el país de las Maravillas. También reivindica un Carroll más luminoso y abierto, despejando las sombras de sospecha que se arrojan sobre su trato con la pequeña Liddell. Para Talbot, el escritor es un tipo lleno de sensibilidad y que guarda en su corazón la alegría de la niñez, gozo que se renueva cuando está en compañía de niños. Nuestra hipersexualizada sociedad ya no es capaz de entender que tales relaciones puedan darse sin que por ello debamos llamar inmediatamente a la policía.
El libro también incluye una fenomenal reflexión sobre la fugacidad de la existencia y sobre el medio que el autor emplea para expresarse, una historia del comic inglés, un paseo por la vida y la muerte y un maravilloso monólogo final sobre Inglaterra, con Talbot envuelto en la Union Jack ¡Qué envidia nos dan los ingleses! Y muchas cosas más.
En fin, amplía las fronteras del comic con esta extraña guía de viajes, que debe leerse con calma y no necesariamente de un tirón. Un trabajo erudito y rabiosamente conceptual. Si, después sienten ganas de comprarse un billete para viajar a Sunderland, recuerden lo que el autor comenta con ironía: “ha sido realizado sin ninguna ayuda del Arts Council England (del nordeste) radicado en Newcastle, que rechazó la solicitud de una beca para financiar este libro basado en la ciudad de Sunderland”. Dudo que la ciudad vuelva a ser soñada y explicada con tal pasión. No se lo pierdan. Es tan raro como fascinante, una obra maestra.