viernes, 9 de diciembre de 2011

ESPECIAL PEANUTS - Charles M. Schulz

Snoopy y Carlitos by Schulz. Edita Planeta DeAgostiniELVIEJO CHARLIE BROWN


Antes de poblar mochilas, camisetas, tazas y otros utensilios, Carlitos y compañía pasearon por las páginas de periódicos de medio mundo. 


Hoy se han vuelto tan familiares que se corre el peligro de olvidar la calidad de la tira original. Sin embargo los seguidores del inmortal personaje creado por Charles M. Schulz pueden estar tranquilos. Diferentes proyectos e iniciativas mantienen a Peanuts de actualidad y nos permiten conocer nuevas facetas del entrañable niño cabezón y su autor. Como la reedición de sus tiras completas (diarias y dominicales) iniciada por Fantagraphics en USA y traducida aquí por Planeta DeAgostini. No sólo por el delicioso diseño editorial obra del también dibujante Seth, también porque nos permite disfrutar del personaje desde sus inicios en los años cincuenta hasta la última tira, que coincidió con la muerte de Schulz en 2000. Ya contábamos con ediciones anteriores, como la de Burulan a principios de los setenta o la de Grijalbo, más cercana al formato actual.

Tira de prensa de Carlitos
En el momento de su primera aparición en España Carlitos venía acompañado por cierto aire de respetabilidad intelectual, era un tebeo culto, adulto. Así lo entendió Enric Sió cuando a mediados de los 80 empleó a Snoopy como portada de su fracasada y pretenciosa revista La Oca. Para entonces la consideración popular de la serie no era la misma. Para entender ese cambio conviene recordar a Mafalda, la tira cómica de prensa más aplaudida de la transición. Mafalda era progre y deslenguada y los personajes más criticados en la serie eran el capitalista Manolito y Susanita, la burguesa cotilla.

Por contraste Charlie Brown empezó a ser visto como una muestra más del imperialismo americano, algo que se acentuó cuando su merchandising creció casi hasta el infinito. Con el tiempo todos acabamos relacionando al pobre Carlitos con cierta forma de pijerío. Recuerden: “te lo juro por Snoopy”. Se le reconocía el valor de destacar las neurosis que una sociedad capitalista como la americana necesariamente producía y poco más.

Los Jóvenes de Charles M. SchulzJÓVENES Y CRISTIANOS

No solo hemos tenido ocasión de leer las aventuras de los personajes que pueblan la tira: Lucy, Pecas, Patty, Pigpen, Linus, Marcia o Schroeder. También se han recuperado algunas de las primeras producciones de Schulz. En USA se puede adquirir Lil Folks, una serie con niños como protagonistas con muchos de los ingredientes que luego desarrollaría en Peanuts. 
Y aquí nos llegó algo todavía más peculiar: Young Pillars, traducido como Los jóvenes según Schulz y que agrupa una colección de chistes realizados cuando Carlitos ya llevaba años en marcha. Nos muestra  un Schulz alejado de su limpieza inicial y en marcha hacia la desnudez expresiva de su madurez. La aparición de las cabezas de personajes como Lucy o Linus, “injertadas” en cuerpos de adolescentes, produce una sensación de extrañeza, como cuando nos enfrentamos a algo familiar pero fuera de su lugar habitual.

La edición española puede resultar un tanto engañosa ya que parece indicar que Schulz retrata la juventud americana de los cincuenta. En realidad se centra en los jóvenes cristianos, un grupo muy concreto con el que se identificaba. Estuvo comprometido con la iglesia durante una larga etapa de su vida y les brindó una generosa parte de los beneficios de Peanuts. Llegó a predicar por las calles, algo casi inimaginable para un tímido patológico como él. Su implicación no anuló su sentido del humor que en este volumen brilla como siempre.

La raíz cristiana resulta imprescindible para entender su trabajo. Con la inestimable ayuda de Bill Melendez  empezó a animar a sus personajes para comerciales y especiales televisivos. Desoyendo los consejos de todos los que colaboraban en el proyecto, recurrió a sus creencias para aportar profundidad a un corto especial de Navidad. El dibujante se empeñó en incluir un extenso fragmento del Nuevo Testamento, leído en la obra por Linus. Para Schulz, si la Navidad no se vinculaba al mensaje cristiano no tenía ningún sentido, era una mera celebración del consumo. Contra todo pronóstico el especial fue un rotundo éxito, conmovió de forma natural a toda la nación y se convirtió en un clásico instantáneo. El cristianismo le aportó la sensación de comunidad que necesitaba en su vida. Luego fue despegándose paulatinamente de la práctica y la adhesión a una secta concreta, pero siempre conservó su respeto por las creencias cristianas y sus tradiciones.


Schulz, Carlitos y Snoopy; una biografía de David MichaelisVIDA DE UN DIBUJANTE

Nuestra siguiente pieza en este recorrido es la biografía escrita por David Michaelis, una auténtica obra maestra editada en España por Es Pop Ediciones

Sorprende por su profundidad psicológica y brillante estilo, también por la abundancia de información y las numerosas fuentes. Es como si el autor hubiera hablado con cada compañero de pupitre de Schulz, con cada camarera que le sirvió una copa, con cada familiar y amante. Es un trabajo absolutamente recomendable y abrumador. Cada dato viene reforzado por una explicación exhaustiva que nos permite contextualizarlo.

Así, hay descripciones apasionantes de cómo funcionaba el mercado de los comics de prensa. O cómo era el ambiente en San Francisco cuando Schulz decidió echar una canita al aire en los sesenta. O en qué consistían los cursos por correspondencia como el que siguió y en el que luego participó como instructor. O cómo vivió la gran depresión, que llevó a su familia a desplazarse de un pueblo miserable a otro.

Por supuesto están todas esas curiosidades biográficas que se relacionan de manera natural con el material de sus tiras. De hecho, el libro hace algo muy inteligente: no cuenta con demasiadas ilustraciones, pero en casi todas las páginas aparece alguna tira de Peanuts en formato microscópico, relacionada con el tema tratado en ese capítulo. Cuando la madre muere de cáncer, el joven Schulz es alistado y poco después parte hacia Europa para participar en el final de la IIGM.

Mientras se nos explica esa dramática secuencia de hechos, una tira nos muestra al pobre Charlie Brown camino del campamento de verano, sintiéndose terriblemente desamparado. Sin subrayados, Michaelis sugiere que muchos sucesos a los que se enfrentó el dibujante en su infancia y juventud fueron reelaborados más tarde en sus ficciones.

Básicamente, Schulz fue tan inseguro como su personaje, nunca se sintió completamente integrado ni querido. Tras muchos años de éxito continuado todavía dudaba de la aceptación que conseguía, temiendo perder en cualquier momento el favor de su público. Sólo en un terreno se sintió completamente confiado: el comic, su arte. Nunca quiso ser pintor ni nada más que dibujante de historietas. Supo desde muy joven que si se esforzaba podía conseguirlo. Y así fue.

Otro tema fascinante y polémico es la relación del autor con el éxito, tanto en términos económicos como creativos. Por un lado sentía que lo merecía y que cada dólar ganado (y fueron muchos) era una justa recompensa para sus continuas y largas jornadas de trabajo. Además siempre subyacía el temor de que una vida demasiado fácil secase el pozo de sus ideas. Quizás sin el acicate de la necesidad los conceptos originales dejasen de llegar.

Michaelis insiste una y otra vez en que recordemos que una tira seria, con niños que podían hablar de la frustración, la sensación  de  pérdida o la soledad, era algo realmente marciano allá por los cincuenta. Y que fueron los universitarios los primeros en apreciar su humor, seguidos por un público masivo entre quienes se contaban muchos dibujantes actuales, todos ellos herederos del genio de Schulz.

PEANUTS the art of Charles M. SChulz by Chip Kidd
LOS PAPELES
DEL MUERTO

La biografía de Michaelis es tan intensa e interesante que todo lector se queda con ganas de más, sobre todo en el apartado visual, apenas presente en el libro. 


Una forma de profundizar en la obra de Schulz es el volumen diseñado por Chip Kidd, ese friki genial a quien los aficionados ya debemos otras obras maestras como su volumen dedicado al Batman de Timm. La cuestión es que cuando Schulz muere la familia pide a Kidd que documente todos los originales que guardaban por casa. Acompañado de un fotógrafo se pasa dos meses entregado a tal labor. Fruto de esos esfuerzos y con el añadido de la colección de Chris Ware, deciden publicar un libro que englobe todo ese tesoro gráfico.
El resultado es el habitual en Kidd. Peanuts, the art of Charles M. Schulz, es un tomo apaisado, pequeñito y entrañable en el que se intercalan excelentes reproducciones de los originales con fotos de los innumerables muñecos relacionados con su mundo, bocetos, cartas y ampliaciones de sus muchas publicaciones. Todo con la densidad y el gusto por las texturas que caracterizan al diseñador, que en este caso actúa también como comentarista, en unas muy breves notas que explican la arrolladora colección de imágenes que dispone ante nuestros ojos. Permite apreciar con rapidez los cambios en el estilo del autor, de la perfección gráfica de sus inicios a la línea tremendamente despojada y pobre del final de su carrera, dos extremos igualmente satisfactorios y expresivos.

Charles M. Schulz MuseumPATINANDO CON CARLITOS

Si el aficionado todavía no tiene suficiente mi consejo es que vaya ahorrando para comprarse un billete a San Francisco. En esa ciudad se encuentra un museo de la historieta con algunas donaciones de Schulz. Es más bien pequeño, pero presenta exposiciones tan variadas como interesantes. Y sí, en algunas de ellas pueden contemplarse originales de Peanuts, entre otras joyas como un boceto de Foster para una página de Prince Valiant.

En realidad la meta del viaje se haya un poco más al norte, cruzando el puente Golden Gate y dejando atrás la perenne bruma de san Francisco. A pocos kilómetros se encuentra la pequeña ciudad de Santa Rosa donde los aficionados recordarán que se estableció el autor. Tras su muerte se levantó un museo que agrupa y conmemora su labor creativa. El edificio en sí tiene su gracia y presenta varias curiosidades como el estudio del autor, reconstruido para la ocasión, o una pared con motivos infantiles que pintó para sus hijos. O un impresionante mural que a base de tiras fabrica la figura de varios personajes de la serie. No podía faltar el árbol devora cometas entre otras alusiones a los mundos de Schulz. Mención aparte para los esforzados vigilantes de sala, una simpática pandilla de jubilados que se dedican a explicar hasta la extenuación cual es su tira favorita de Peanuts mientras cuentan  detalles sorprendentes del musical que se creó a partir de la serie. Es uno de los más representados en USA debido a su escaso reparto y a la popularidad de sus protagonistas.

Y, por supuesto, están los originales de Schulz. Son quizás menos de lo que cabría desear, pero aún así resultan impactantes. Sobre todo por su gigantesco tamaño. Parece increíble que algo que iba a ser reproducido en un formato tan pequeño partiese de imágenes tan grandes. Por mucho que sepamos que esa era la costumbre más o menos hasta los sesenta no deja de sorprendernos. Luego está la línea, tremendamente fuerte, segura y precisa. En fin, que merecen la pena, son un material fascinante, divertido y emocionante.

Si tras la visita aún se quedan con ganas de más, hay dos maneras de seguir disfrutando con los mundos de Carlitos. Una es la tienda de regalos, una casa cercana al museo donde el coleccionista podrá vaciar sus bolsillos. Yo les aconsejo una parada en el peculiar edificio que separa al Museo de la tienda. Me refiero al Palacio de Hielo de Snoopy, el Redwood Empire Ice Arena. En los últimos años de vida de Schulz las leyendas sobre su riqueza se dispararon. Se decía, entre otras exageraciones, que había comprado un equipo de jockey sobre hielo. En realidad no fue así, tan sólo les construyó una pista en la que patinar.

La historia constituye uno de los capítulos más jugosos del libro de Michaelis. En resumen, la primera mujer del dibujante se aburría. Tanto ella como Schulz echaban de menos las pistas de hielo sobre las que patinaban en su niñez. Pero no abundaban en la soleada California… así que se construyeron una. Él puso el dinero y su esposa supervisó las obras, desbordando con entusiasmo el presupuesto inicial. El final de la historia es el habitual. Al dibujante, que llevaba años empleando a su mujer como modelo para su desagradable personaje Lucy, le costó recuperarse del golpe económico que la construcción del Empire supuso. Las diferencias entre ambos se agudizaron y el final de la obra marcó también el de su matrimonio. Luego ella se casó con el capataz y Schulz no tardó en encontrar una nueva compañera. Con el tiempo él presumía no de sus deportivos, que los tenía, sino de ser la única persona en el mundo que poseía dos “zambonis”.

 En la actualidad la pista sigue abierta y cualquier visitante puede disfrutar en ella, si no tiene miedo a romperse la crisma sobre el hielo. Los zambonis siguen poniendo el hielo a punto para ser empleado de manera regular. El bar donde muchas mañanas el autor se encontraba con aficionados que acudían a saludarlo mantiene sus adornos alpinos y un ambiente totalmente agradable. Es una suerte de sueño hecho realidad, una fantasía que no resulta tan disparatada en el estado donde también nació Disneylandia.

Schulz aportó profundidad e ironía a las tiras de prensa, sin dejar de ser tan divertido como entretenido. Peanuts permanecerá porque se dirige a cada lector de forma individual, entre su rico plantel de personajes siempre hay alguno con quien podemos identificarnos, con sus esperanzas, miedos o inquietudes. Más cuestionado ha sido el dinero que el dibujante se embolsó con su obra. Yo creo que expresa un verdadero ideal moderno, el del creador liberado de toda imposición. Nunca he creído que el público acierte siempre, pero tampoco lo contrario, que se equivoque sin remedio. Con Schulz acertaron y afortunadamente él pudo vivir con comodidad de su trabajo. ¡Aleluya!

LIBROS:
Editado por Chip Kidd
Pantheon Books. New York, 2003
336 páginas, 18 dólares

Los jóvenes según Schulz
Charles M. Schulz
001Ediciones. Torino, 2010.
296 páginas, 19 euros

David Michaelis
Es Pop Ediciones. Madrid, 2009
610 páginas, 26 euros