240 páginas, 22 euros
DESPUÉS DE LA REVOLUCIÓN
Zapico ha conseguido concluir su tetralogía sobre la revolución de octubre del 34, sin duda una de los cómics españoles mejor escritos de los últimos años.
El principio exige cierta paciencia. No en la secuencia inicial, casi “tarantinesca”, sino en las siguientes, con el juicio a los rebeldes y la lectura de la carta que pone a una de las heroínas, y de paso a los lectores, en situación. Superados estos escollos iniciales, Alfonso Zapico despliega su talento para la narración y sus personajes enseguida nos conducen con facilidad por este relato de perdedores. La acción se sitúa tras el fracaso de la revuelta minera. Por un momento parece que se nos quieren dar explicaciones sobre las fuerzas instigadoras del golpe, los que quedaron cautivos y aquellos que consiguieron huir a París. Pero pronto comprobamos que eso apenas le interesa al autor. Como recomendaba Ford, “print the legend!”. Y aquí la leyenda siempre es la misma. Más allá de la lucha política se trata de una guerra entre los desheredados de la tierra, condenados a excavar sus entrañas para sobrevivir (los mineros), y quienes les explotan, ya sean curas, militares, patronos o políticos. Una lucha eterna que nunca termina y justifica toda revolución. ¿Fue el alzamiento del 34 un golpe de estado que adelantó el del 36 desde el otro extremo político? Ni se plantea, tampoco el papel de los catalanes en aquella revuelta contra el estado, los únicos que junto con los asturianos se alzaron para alcanzar el paraíso ¡ya! Al menos durante quince minutos. Para muchos la comparación con los rebeldes de Franco es casi insultante. Lo que en el 34 fue un justo proceso revolucionario contra una república corrupta, en el 36 devino en rebelión fascista contra un gobierno hiper-legitimado. En estos casos siempre me acuerdo de los polacos. ¿Qué pensaron cuando por un lado los invadieron los alemanes de Hitler y por el otro los soviéticos de Stalin? A veces los buenos no aparecen y esa es una de las grandes lecciones de la historia.
Zapico, ya digo, no entra en esos asuntos y centra toda su atención en unos protagonistas que construye a la perfección y que participan de la épica del perdedor. La revolución ha fracasado y ya solo queda resistir hasta la muerte o intentar huir. Por momentos el guión nos traslada a escenas de viejas películas. Con personajes tremendamente humanos, que se equivocan y cambian o mueren. Como el padre de la chica, por supuesto, o su improbable yerno. Pero también muchos de los secundarios en armas como el jugador de fútbol al que ajustician en una escena memorable. O el traidor chepo, un clásico en este tipo de historias. Impresionan también algunas de las escenas colectivas, como esa huelga minera que se cuenta desde el punto de vista del grupo de guardias civiles, otra gran idea bien desarrollada. Del personaje femenino, esa Maureen O'Hara de la cuenca, ya hablé en anteriores crónicas. Aquí sigue en plena forma y además se le suman algunos comparsas, como esos niños a los que acoge en su casa y con los que comparte inolvidables comidas. Llama la atención la calidad literaria de los diálogos, que vienen acompañados por secuencias tan visuales como la de la huída en tren.
Es difícil que alguien supere este canto a la dura vida de los mineros. Mientras que el cine anglosajón sí que nos ha brindado algunas obras maestras al respecto, con “¡Qué verde era mi valle!” al frente de todas ellas, las ficciones hispanas apenas se han acercado al tema. Así que el esfuerzo de Zapico viene a llenar un enorme hueco con una dignidad y una calidad narrativa que está a la altura de tan comprometida misión. Consigue resultar épico y entrañable a partes iguales. Apenas hay victimismo en sus personajes, solo una tremenda dignidad. Sin duda, uno de los tebeos imprescindibles del año.