Cartem Comics. Salamanca, 2022
198 páginas, 34,95 euros
EL AHORACADO EN EL LABERINTO
Algunas editoriales emergentes bucean entre los cómics de otros países que permanecen inéditos por aquí, en busca del tesoro perdido. Y recuperan rarezas como esta obra de finales de los noventa.
Como suele ocurrir, la compra la determinan los dibujos. No podemos decidir nada sobre el guión sin leerlo. Así que debemos confiar en nuestros instintos lectores, valorando la portada y, si no se nos impide hacerlo mediante un plástico, hojeando las páginas. La cubierta ya da una buena pista del interior. Un paisaje detallado y surrealista donde varias pirámides de aspecto maya o azteca, se alternan con complejos laberintos. Casi camuflado con el abigarrado fondo, un personaje cabalga un dragón. Hay algo indudablemente atractivo en el grafismo de Arthur Ranson, pero también cierto grado de confusión. Al frente del guión encontramos a Alan Grant, un viejo conocido que a finales del siglo pasado alcanzó la fama escribiendo Batman y que antes ya había escrito muchas historias del Juez Dredd. Nunca tuvo el prestigio del otro Alan, Moore, pero era un sólido artesano que no acostumbraba a dar la paliza a los lectores.
El balance final es bastante equilibrado. El guión de Grant es curioso, con ese cinismo que en ocasiones encontramos en los cómics ingleses. El protagonista es un criminal que se traslada a otra dimensión justo en el momento de ser ahorcado. Se pasa toda la historia con la capucha puesta y por el camino descubrimos el horrible crimen que ha cometido. Su redención se produce casi a la fuerza. Cuando intenta huir o evitar los problemas, la soga en torno a su cuello se cierra. Así que no le queda más remedio que ser un héroe. Con esta premisa pavloviana Grant lo lanza a un mundo alucinante donde brilla el arte de Ranson. No es un dibujante de historietas al uso. Exhibe un detallismo poco habitual en la actualidad, con muchas imágenes que delatan su referencia fotográfica. Le gusta recrearse en las rayitas y los detalles, lo que facilita la aparición de muchas imágenes deslumbrantes. Pero también carece de dinamismo. Más preocupado por que el malo se parezca a Charlton Heston que por las actuaciones de los personajes, todo acaba resultando un poco teatral. A guionista y dibujante les pasa un poco lo mismo. Ambos parecen más interesados en el detalle ingenioso y la situación impactante que en la estructura de la historia o del dibujo, en lo que hace avanzar un relato y consigue que una figura resulte dinámica.
Así que puede decirse que esta fantasía medieval-disparatada se sigue con fluidez, que algunos villanos son muy chulos, que contiene imágenes y situaciones sorprendentes, pero tiene un problema muy gordo de ritmo. Con todo lo que le pasa al protagonista, perseguido en un mundo y torturado en el otro, apenas nos preocupa su triste destino. Su motivación es débil y sus metas difusas. El final cargado de demonios que quizás sean ángeles anima bastante la función y creo que deja un buen sabor en la boca del lector.
No es un producto totalmente despreciable. El dibujo puede resultar confuso por momentos, sobre todo en las escenas de masas, pero también tiene ese encanto de tiempos en los que a los autores no les asustaba parecer diferentes y los grafismos eran realmente diversos. Pero no es redondo, ni siquiera recomendable. Es una curiosidad con elementos dignos de mención.