ECC, Barcelona, 2021.
144 páginas, 17,95 euros.
EL IMPOSIBLE REGRESO A CASA
Publicado originalmente en 2004, se reeditó al año pasado y recientemente aparecía una segunda edición. WE3 es un cómic que había pasado totalmente por alto, no cometan el mismo error.
Recientemente un alumno me habló en clase de su existencia, mencionando algunas páginas con una narrativa muy poderosa e innovadora. Cuando me informé sobre un tebeo que ni me sonaba, descubrí porqué mi radar lo había ignorado. El guión era de Morrison y, a pesar de que Quitely se encargaba del dibujo, no me molesté en echarle un vistazo. Gran error. No es la primera obra interesante que firman juntos. Todos podemos recordar su brillante recorrido en “All-Star Superman”, pero siempre tengo la sensación de que es Quitely el que hace el trabajo y que Morrison solo está allí para incordiar. Una percepción sin duda injusta pero la verdad es que pocas son las obras de este guionista que no se me han atragantado, por pretenciosas, pedantes, por su insufrible moralismo progre o justo lo contrario, su nihilismo de salón. “Animal Man” todavía me provoca arcadas al recordarlo. Por cierto, a todos los que les gustó les recomiendo “No hay apocalipsis” de Michael Shellenberger, donde se explica qué es lo que está cargándose realmente a los murciélagos y las águilas calvas, y unas cuantas cosas más. Me cuesta creerme las historias de Morrison y no consigo entrar en sus universos. Así que me mantuve a distancia de esta miniserie. Y no debí hacerlo.
Quitely es uno de los artistas más dotados de su generación. Su dibujo es tremendamente personal, con una línea que no se parece a la de nadie más y que en los últimos años ha asociado su talento al de Millar, facturando juntos tebeos tan brillantes como “El legado de Júpiter”. En “WE3” le da una vuelta de tuerca más a su narrativa y consigue páginas que parecen las de un Simonson con esteroides. Violentas splash, fragmentadas visiones de cámaras de vigilancia, viñetas que se dividen hasta el infinito o que fugan fraccionando el espacio-tiempo... Todo un recital de efectos visuales que además acompañan a la trama a la perfección. La puesta en escena es brillante y acelerada, un trabajo extenuante y digno de estudio, hay pasajes en los que conviene detenerse y admirar cómo lo han hecho porque son deslumbrantes. Según se nos indica en los extras parece que había una parte indicada en el guión, así que habrá que felicitar a Morrison por lo que le corresponde.
En cuanto a la trama en sí, es una revisión de “Frankenstein”, “Arma X” y tantas otras historias de científicos locos anteriores. Aquí en lugar de manipular a un mutante se cablea a unos pobres bichos (perro, gato, conejo y muchas ratas) y se les convierte en unas superarmas al servicio del gobierno. Como suele ocurrir en estos casos, los políticos intentan librarse de sus mascotas, una vez que las han utilizado. Pero los animales se resisten y ahí es donde empieza todo el lío. El talento de Morrison se nota en cómo consigue humanizar a esas miserables bestias a las que acompañamos en su imposible camino de regreso a casa. Compartimos con ellos sus penurias y esperanzas y al final lloramos ante lo que parece su inevitable y triste destino. No es profundo pero sí eficaz y directo y la expresión visual de la violencia es arrolladora. Una obra sin pretensiones que Quitely eleva a una categoría mayor gracias a su poderoso trabajo gráfico.
Quitely es uno de los artistas más dotados de su generación. Su dibujo es tremendamente personal, con una línea que no se parece a la de nadie más y que en los últimos años ha asociado su talento al de Millar, facturando juntos tebeos tan brillantes como “El legado de Júpiter”. En “WE3” le da una vuelta de tuerca más a su narrativa y consigue páginas que parecen las de un Simonson con esteroides. Violentas splash, fragmentadas visiones de cámaras de vigilancia, viñetas que se dividen hasta el infinito o que fugan fraccionando el espacio-tiempo... Todo un recital de efectos visuales que además acompañan a la trama a la perfección. La puesta en escena es brillante y acelerada, un trabajo extenuante y digno de estudio, hay pasajes en los que conviene detenerse y admirar cómo lo han hecho porque son deslumbrantes. Según se nos indica en los extras parece que había una parte indicada en el guión, así que habrá que felicitar a Morrison por lo que le corresponde.
En cuanto a la trama en sí, es una revisión de “Frankenstein”, “Arma X” y tantas otras historias de científicos locos anteriores. Aquí en lugar de manipular a un mutante se cablea a unos pobres bichos (perro, gato, conejo y muchas ratas) y se les convierte en unas superarmas al servicio del gobierno. Como suele ocurrir en estos casos, los políticos intentan librarse de sus mascotas, una vez que las han utilizado. Pero los animales se resisten y ahí es donde empieza todo el lío. El talento de Morrison se nota en cómo consigue humanizar a esas miserables bestias a las que acompañamos en su imposible camino de regreso a casa. Compartimos con ellos sus penurias y esperanzas y al final lloramos ante lo que parece su inevitable y triste destino. No es profundo pero sí eficaz y directo y la expresión visual de la violencia es arrolladora. Una obra sin pretensiones que Quitely eleva a una categoría mayor gracias a su poderoso trabajo gráfico.