Norma Editorial. Barcelona, 2020.
176 páginas, 29,95 euros.
FLOTANDO VOY
El mallorquín Guillem March firma uno de los tebeos más deslumbrantes que he leído y que, sorprendentemente, no aparece en las listas de “lo mejor de 2020”. Será porque es demasiado bueno.
Empiezo por lo peor, que en este caso se trata más bien de “no-tan-bueno”. Aunque comenzó como creador total de sus primeras obras, March lleva años ilustrando guiones ajenos, primero en el mercado americano, luego en el francés. Así que no se ha prodigado mucho como guionista.
Lo que nos ofrece es un drama fantástico, un paseo por la vida después de la muerte de una suicida que intenta adaptarse a su nueva condición. Karmen es una suerte de “couch” de ultratumba que la acompaña en ese duro trance. Esa transición está puntuada por numerosos momentos cómicos, no todo es tragedia y desesperación. El relato gravita alrededor de un pequeño misterio que se nos muestra en las primeras páginas. Una chica sospecha que su novio quiere dejarla. Luego la protagonista se suicida y por el camino conocemos sus penas de amor. En las escenas finales abundan los pasajes de confesiones y densos diálogos, para mi gusto un tanto excesivos. La misma sensación tengo con algunas escenas en el más allá. Esos terrenos de la fantasía más desbocada suponen un duro reto para cualquier dibujante, después de que Ditko los colonizara con su Dr. Strange. March los describe con confianza y seguridad, pero la trama entre las funcionarias del limbo también peca de cierta logorrea. No dudo que habrá a quien le encante seguir todas esas peripecias sentimentales que a mí me distancian de lo narrado. Los autores llevan años discutiendo cómo atraer a las lectoras que pueblan los universos literarios y que sin embargo permanecen ajenas a los cómics, tradicional esfera masculina. Así que puedo entender que el guión se dirija hacia esos nuevos públicos, con argumentos que a mí me fatigan. Hay otro aspecto del guión que no puede soslayarse. En la charla que March dio en la Misericordia con motivo de la excelente muestra dedicada a su trabajo, confesó que como guionista había procurado ponérselo fácil. En otras palabras, había buscado excusas para dibujar todo lo que le apetecía.
Y aquí entramos en la zona en la que el álbum realmente juega en otra liga. Más allá de las referencias al “Akira” de Otomo, que se perciben en ciertas caras y algunos recursos del acabado, el trabajo gráfico de March es espectacular, fresco y original. Lo es desde el punto de vista de los saberes tradicionales, la perspectiva y la anatomía. Dibuja a sus personajes desde cualquier punto de vista imaginable, los fondos con cualquier distorsión posible. Como además sus protagonistas vuelan y desafían las leyes de la física, se dedica a enfocar fragmentos de la ciudad de Palma (donde tiene lugar la acción) desde los ángulos más enloquecidos. Vemos esculturas al revés, árboles de lado, la Catedral girada, etc. Sumen a eso un segundo nivel de complejidad. No se conforma con elegir planos chulos, es que además cada página supone un nuevo desafío narrativo. Las hay que deberían de figurar desde ya en cualquier enciclopedia dedicada al lenguaje del cómic. Como la doble en la que la pareja protagonista sale a la calle, un alucinante fondo continuo con increíbles visiones en perspectiva. O toda la secuencia en que atropellan al desdichado enamorado. Mi favorita es una más sencilla, cuando la heroína alza el vuelo y se da un garbeo por los cielos de Palma. Hemos visto muchos tebeos de superhéroes con gente volando. Pero yo nunca había tenido la sensación de alzar realmente el cuerpo del suelo y flotar por los aires, como aquí. Las dos planchas en que baja al nivel del suelo y todo se da la vuelta son impresionantes. Es un cómic que nos devuelve a un momento en que la inmersión en la lectura era total. Cuando acompañábamos a Conan en su lucha a dentelladas contra los buitres o a Aaricia en su parto. Momentos de gran intensidad a los que hemos sido transportados por la magia del dibujo. No sé qué otras obras firmará March en el futuro. Pero con esta ha demostrado que, al menos en el terreno visual, es uno de los grandes, un maestro.
Y aquí entramos en la zona en la que el álbum realmente juega en otra liga. Más allá de las referencias al “Akira” de Otomo, que se perciben en ciertas caras y algunos recursos del acabado, el trabajo gráfico de March es espectacular, fresco y original. Lo es desde el punto de vista de los saberes tradicionales, la perspectiva y la anatomía. Dibuja a sus personajes desde cualquier punto de vista imaginable, los fondos con cualquier distorsión posible. Como además sus protagonistas vuelan y desafían las leyes de la física, se dedica a enfocar fragmentos de la ciudad de Palma (donde tiene lugar la acción) desde los ángulos más enloquecidos. Vemos esculturas al revés, árboles de lado, la Catedral girada, etc. Sumen a eso un segundo nivel de complejidad. No se conforma con elegir planos chulos, es que además cada página supone un nuevo desafío narrativo. Las hay que deberían de figurar desde ya en cualquier enciclopedia dedicada al lenguaje del cómic. Como la doble en la que la pareja protagonista sale a la calle, un alucinante fondo continuo con increíbles visiones en perspectiva. O toda la secuencia en que atropellan al desdichado enamorado. Mi favorita es una más sencilla, cuando la heroína alza el vuelo y se da un garbeo por los cielos de Palma. Hemos visto muchos tebeos de superhéroes con gente volando. Pero yo nunca había tenido la sensación de alzar realmente el cuerpo del suelo y flotar por los aires, como aquí. Las dos planchas en que baja al nivel del suelo y todo se da la vuelta son impresionantes. Es un cómic que nos devuelve a un momento en que la inmersión en la lectura era total. Cuando acompañábamos a Conan en su lucha a dentelladas contra los buitres o a Aaricia en su parto. Momentos de gran intensidad a los que hemos sido transportados por la magia del dibujo. No sé qué otras obras firmará March en el futuro. Pero con esta ha demostrado que, al menos en el terreno visual, es uno de los grandes, un maestro.