viernes, 10 de noviembre de 2017

LAMIA de RAYCO PULIDO PREMIO NACIONAL DE COMIC 17

LAMIA de Rayco Pulido, Premio Nacional de Cómic de 2017 en España; edita Astiberri
Astiberri. Bilbao, 2016.
88 páginas, 16 euros.

ELOGIO DE LA VIOLENCIA


Lo reconozco: antes de que le dieran el premio Nacional de este año no había sido consciente de este tebeo. Me lo compré con escasas esperanzas. Las comisiones que otorgan esos galardones no destacan por su amor a los comics.


Me equivocaba a medias. Yo creo que en el año en que se publicaron álbumes como el último de Rocco Vargas, o la segunda parte de la epopeya revolucionaria de Zapico y, si me apuran, algunos de los tebeos de horror de El Torres, señalar Lamia como mejor obra es cuanto menos discutible.

Algunos de los ejemplos citados alcanzan la categoría de obras maestras o de trabajos con destellos de genialidad. La obra de Rayco es, como mucho, interesante. ¿Qué marca entonces la diferencia? Un valor tan inestable como irritante. Los comics de Torres o Zapico pueden considerarse de género (histórico o de fantasía), son trabajos con una clara voluntad clásica: contar una historia de la mejor forma posible. La obra premiada pretende justo lo contrario y por eso excita al sesudo jurado: usar el relato como mera excusa para un discurso formal pretendidamente innovador. También para soltar una diatriba ideológica supuestamente rompedora. Ni lo uno ni lo otro, en realidad.

Lamia parte de una estructura de thriller, con un asesino en serie como elemento central. Sobre esa capa negra se superponen otras, derivadas de la época en que se enmarca, una posguerra en la que el consultorio de Elena Francis ocultaba numerosos casos de violencia doméstica, aconsejando a las víctimas que se aguantaran. Aunque el conocido show radiofónico arrancó en el 47 y la acción del comic transcurre en el 43, es perfectamente reconocible. En ese programa trabaja la protagonista, una extraña mujer que se pasea fingiendo un embarazo inexistente. El dibujo remite a una sencillez propia de los años veinte, del primer Tintín o de algunos colaboradores del TBO. Esa aproximación tan fuera de la actualidad le da un toque irresistiblemente moderno. Más cuando a la limpieza de su muy contrastado blanco y negro se suma una estructura de página que llama la atención por su ritmo y variedad. Las figuras son un poco rígidas pero su simplificación geométrica es encantadora.

LAMIA de Rayco Pulido, Premio Nacional de Cómic de 2017 en España; edita Astiberri
Tampoco está mal el desarrollo del argumento. Pronto se nos descubre que esa falsa madre es la verdadera asesina y solo resta explicar el porqué de sus actos. Aquí es donde todas las costuras de la historia empiezan a deshilacharse. Comparto la necesidad de recordar un periodo especialmente oscuro, como fue el de la posguerra, con unos niveles de represión sexual y de control de las costumbres por parte de la iglesia católica, difíciles de igualar. Así me lo han contado todos los que lo vivieron. Y algo de eso aparece en Lamia: las penalidades de unos homosexuales siempre ocultos, los sufrimientos de señoras casadas vapuleadas por unos maridos brutos como gorilas, curas con todos los vicios mundanos y policías corruptos y peores que los criminales. En fin, lo que esperamos de una buena serie negra, que actúe como reflejo de la sociedad que se desea criticar. El problema es cuándo se justifica lo mismo que se está cuestionando, en una curiosa vuelta de tuerca digo yo que posmoderna.

El otro día asistí a un aquelarre neo-feminista. En plena mesa redonda una de las ponentes declaró que la única respuesta a la violencia machista era la reorganización de las mujeres su (sic) “empoderamiento” y devolver a los hombres esa violencia que ellos aplicaban a las mujeres. Daba miedo. No quiero decir miedo físico ya que la doctora y master del universo que pronunció aquel alegato parecía una niña de doce años. Daban miedo las bobadas que se dijeron, por parte de unas personas que en pocos años estarán mandando en sus universidades correspondientes. Esta es un poco la sensación que se desprende de Lamia. Al final los horrendos crímenes que comete quedan sin castigo, pone una bomba en la emisora y se larga tan fresca. “Libertad de explosión”. O de cómo enfatizando la violencia de un lado se justifica la respuesta violenta del otro. Una es obscena y despreciable, la otra justa y hasta divertida. Ese empieza a ser el discurso dominante. No es nuevo. Al contrario, el ojo por ojo es viejo como el diablo. Y sus consecuencias muy conocidas…