José J. de Olañeta, Editor. Palma, 2015.
194 páginas. 11 euros.
PADRE, QUE NO AMIGO
Siguiendo con la política de recuperación de clásicos inéditos, se edita el trabajo "Padre e hijo" del humorista alemán E. O. Plauen. Sus tiras de prensa estaban protagonizadas por un progenitor y su travieso infante.
En este caso, conocer la biografía del autor es relevante. Se puede juzgar la obra olvidando las desgracias que padeció su creador, pero lo cierto es que las circunstancias en que facturó sus dibujos fueron tan dramáticas, que tiñen de una irremediable nostalgia la lectura de un material que podría parecer neutro y hasta conservador.
Plauen trabajó como caricaturista e ilustrador. En 1929 había realizado un largo viaje, de París a Moscú. Su paso por la joven Unión Soviética enfrió mucho sus entusiasmos pro-comunistas. Desde el periódico Vorwärst dibujó chistes contra un peligro más cercano: los nazis.
Se casó en 1930 y al año siguiente nació su hijo. Cuando Hitler conquistó el poder las cosas se pusieron feas para Plauen, que perdió el derecho a publicar en periódicos alemanes. Gracias a una argucia legal consiguió finalmente que le permitieran dibujar, bajo seudónimo, la tira de prensa “Padre e hijo”. Se encargó de ella entre 1934 y 1937 y luego le presionaron para que dibujara otras ilustraciones en el semanario nazi Das Reich. Finalmente fue detenido por sus posicionamientos anti-nazis. Tras ser torturado, se suicidó en la celda donde aguardaba su sentencia, en 1944.
Lo que Plauen nos cuenta en estas tiras que parecen hechas de espaldas a una realidad angustiosa y aterradora, son momentos de felicidad absoluta. Momentos compartidos entre un padre muy tranquilo y un niño tan inquieto como cabría esperar. A pesar de su ambiente idílico y su humor blanco y bienintencionado, algunas travesuras son realmente brutas, así que abundan los gags que culminan con generosas somantas de palos que ayudan a educar al atolondrado infante. En otros casos es el propio chiste el que se construye sobre la idea de la “corrección”. Lo digo porque si ustedes son de los que apoyan estas iniciativas europeas para desarmar a los padres de sus escasas armas en el espinoso terreno de la educación infantil, mejor no se acerquen a este volumen.
Plauen no tiene problemas al respecto. Ante la ausencia total de la madre, en este universo perfectamente masculino lo único que queda es una viril intimidad fabricada a base de cariño infinito y bromas pesadas, de risas y gags ton rotundos como el de la foto con el niño en la cabeza.
Uno de los mejores pasajes, y que mejor ejemplifica esa relación bruta y afectuosa que une al padre y al hijo, es aquel en que el niño pierde la pelota por una alcantarilla. El padre va a por ella y, cuando parece que asoma el balón, el niño le pega una patada. ¡Pero resulta que era el melón de su papá! Éste se enfada y parece dispuesto a zurrar al pequeño salvaje, hasta que se pone a llorar. Entonces el padre, enternecido, se lo lleva en cuello mientras el niño le besa cerca del chichón. En fin, todos los padres sabemos que los niños pueden ser intolerablemente irritantes, pero al mismo tiempo es imposible dejar de quererlos, con un amor absoluto e incondicional. Olvídense de Zipi y Zape, Max y Mortiz o Calvin y Hobbes. Para entender lo que realmente pasa entre padres e hijos, nada como esta pequeña joya de Plauen que cuenta, además, con un dibujo rabiosamente moderno.