216 páginas, 12,95 euros
EL ÚLTIMO CONEJO EN PIE
Stan Sakai vuelve a demostrarnos su dominio del medio con una nueva entrega del conejo samurai más popular. En esta ocasión con aventuras más violentas y directas de lo habitual.
Como ya pasaba en tomos anteriores se entremezclan historias cortas, que en ocasiones avanzan subtramas que el autor desarrollará en posteriores episodios, con dos capítulos más largos, que abren y cierran el volumen y que cuentan ese atropellado paseo por el pueblo llamado Infierno. Sakai vuelve a partir de un relato conocido para ofrecernos su reinterpretación, para adaptarlo ajustándolo a las características de su personaje. Aquí los aficionados al western o las películas de samurais reconocerán Yojimbo (1961) de Kurosawa, una narración que ya ha tenido otras dos versiones muy populares: la del italiano Leone en Por un puñado de dólares (1964) y la de Walter Hill en El último Hombre (1996), un estupendo film con Bruce Willis en su mejor momento. El tema es sabido, un pistolero llega a una pequeña ciudad e intenta sacar provecho del enfrentamiento entre dos bandas rivales. Alquila sus servicios a unos y otros, los engaña y se pasea por el filo de la navaja mientras la lista de muertos aumenta con rapidez.
Sakai evita las dosis de cinismo que caracterizaban anteriores acercamientos y su héroe intenta acabar con ambas bandas para beneficiar a los habitantes del pueblo. Por el camino se nos presentan varios secundarios más, algunos realmente interesantes. Los capítulos que ayudan a completar el tomo no son desdeñables. En “Nukekubi” sorprende el humor negro con el que se nos cuenta esta cacería de monstruos. “La espada de Narukami” es bastante bestia en el conjunto de la serie y llama la atención esa gran viñeta con el tipo de la espada clavada en la frente. “Teru Teru Bozu” es un divertimento que adopta aires de cuento gótico y recuerda a Kirby por su brutalidad e impacto visual. En cuanto al relato principal, es una historia de samurais en un estado muy puro. Hay peleas con espadas y matanzas y lo que se pierde en profundidad y sutileza se gana en ritmo y entretenimiento básico y trepidante.
En fin, no hay Usagi malo y éste no es una excepción. Sakai de todas formas está en boca de los aficionados por razones más personales que profesionales. Como cualquiera que siga su perfil de FaceBook ya sabe, recientemente perdía a su nieto de corta edad a causa de una enfermedad repentina e incurable. Los textos que el abuelo Sakai escribe para conmemorar algunos de los mejores y escasos momentos que vivió con el hijo de su hijo son entrañables y estremecedores. Pero es que a esa tragedia debemos sumar otra, con la que ya lleva mucho tiempo lidiando. Se trata de su mujer, Sharon, que se enfrenta a un cáncer terminal que la tiene postrada en cama, padeciendo lo indecible. De nuevo sorprenden algunas de las anécdotas que relata Sakai. En cierta ocasión, tras contar un episodio en que la acompañó en una de sus escasas salidas y que acabó con su mujer al borde de la asfixia y necesitando ayuda médica, remata la historia con un irónico “la diversión nunca acaba en casa de los Sakai”. He tenido el placer y el honor de conocerles en el salón de Gijón, siempre pendientes el uno del otro, realmente encantadores y cercanos. No puedo ni imaginar el dolor por el que estarán pasando. Sin embargo él es capaz de encontrar el humor y el valor para contarlo y compartirlo en lo que supongo es una suerte de terapia necesaria. Lo cierto es que reciben, no podía ser de otra manera, muchos apoyos de todo el mundo. Desde aquí yo también os mando un abrazo fuerte, Stan y Sharon.