200 páginas, 18 euros.
REÍR HASTA MORIR
Impresionante autobiografía de Romeu. El que fuera durante años dibujante en El País, repasa su trayectoria profesional y vital en un relato tan apasionante como áspero.
He tardado en hincarle el diente a este volumen porque reconozco que nunca he sido un fan de Romeu. Su viñeta en el diario de Prisa no me hacía gracia y recordaba como más divertidas algunas de sus contribuciones en las revistas de humor de la transición. Pero en general permanecía más bien borroso en mi cabeza y por eso me resistía a lanzarme sobre sus memorias. Me equivocaba.Marca el tono desde la primera viñeta, donde lo vemos vomitando sangre mientras lo ingresan en un hospital. Aunque luego tarda muchas páginas en explicar sus problemas de salud, estos protagonizan la última parte del libro. Son abundantes y desagradables, así que aviso que este no es un libro de lectura fácil ni apto para gente aprensiva. Con todo, debo añadir que pese a la gravedad y dureza de lo que cuenta, el autor se las apaña para mantener cierto humor, aunque mientras construye sus chistes lo estén abriendo en canal o practicándole una endoscopia. Pero les aseguro que la cosa no va de bromitas sobre tactos rectales. Todo es mucho más serio y gráfico.
Dicho lo cual, pueden relajarse a lo largo de toda la primera parte, donde Romeu nos narra su despertar a la vida en las postrimerías del franquismo. Sus primeros ligues, sus primeros encargos, su paseo de una publicación de humor a la siguiente… Para cualquier interesado en las revistas satíricas de la transición y en una parte importante de esos convulsos años, la protagonizada por aquellos que ampliaban las fronteras de la libertad de expresión con sus escritos y dibujos, este libro es una fuente constante de datos. Por sus páginas se pasean algunos de los más conocidos humoristas del momento, asistimos a la apertura y cierre de publicaciones y a un interminable desfile de querellas y visitas al juzgado, esa parte incómoda y fastidiosa en la que héroes anónimos pelean por libertades que luego serán colectivas. El Por Favor, El Papus, El Jueves... la lista de revistas por las que transita Romeu es larga y a ella debemos sumar sus colaboraciones para programas televisivos. Por supuesto, reconoce que la censura no acaba con Franco y sus citas a Pujol transmiten el miedo que todos le profesaban. ¡Pocas bromas con el President!
Desde finales de los ochenta su carrera se entrelaza con sus problemas médicos. Romeu describe una larga retahíla de enfermedades que se van encadenando y que acabarían con la paciencia de muchos. En su caso y atendiendo al tono con que lo cuenta, nos creemos que su sentido del humor le facilita cierta distancia que, sin mitigar sus dolencias, sí le permite sobrellevarlas con filosofía. De esa última etapa destaca su abrupta salida de El País. Después de trabajar para ellos durante más de tres décadas, con su viñeta diaria de Miguelito, es despachado en diciembre de 2008. Él lo achaca a presiones de la embajada israelí por un chiste que publica criticando la política exterior judía. Lo cierto es que el gag es bastante tendencioso y comprendo la queja del embajador. En cambio no entiendo que en lugar de criticar al patrono que es realmente el que le pega la patada, busque culpabilizar a un tercero. Pero él sabrá.
Respecto a las ideas preconcebidas sobre el estado judío, que suelen coincidir con las del chiste de Romeu, yo les recomiendo una obra de Sarah Glidden “Una judía americana perdida en Israel” editado por Norma. Narra el viaje de una progre americana a Israel, adonde llega cargada de prejuicios contra los agresivos sionistas. A medida que descubre la orografía y la historia del pequeño país sus ideas cambian de manera natural. Glidden no intenta convencernos de nada, sólo expone los hechos con sencillez y a su lado descubrimos lo que habitualmente se nos oculta de la realidad israelí. Muy recomendable.